De cuidados a cuidadores: el Hospital de Torrejón “cambia los roles” en el área de psiquiatría gracias a la terapia asistida con animales
Las sesiones con perros cumplen un año en la unidad de agudos y han mejorado la interacción entre los pacientes y el equipo sanitario. También han elevado la tasa de participación en actividades terapéuticas
Es martes por la mañana. Llueve y se siente un ligero frío otoñal en el este de Madrid, pero en un salón del área de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz s...
Es martes por la mañana. Llueve y se siente un ligero frío otoñal en el este de Madrid, pero en un salón del área de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz solo hay calidez. Un grupo de nueve pacientes de psiquiatría ―todos de la unidad de agudos― aplaude al ritmo de la canción Un velero llamado libertad, de José Luis Perales. David, uno de los pacientes, la ha pedido al tiempo que afirmaba: “La música y los animales cuidan el alma”. La sesión tiene dos protagonistas: Cleo y Tiza, dos perras de raza golden retriever que forman parte de la terapia asistida con animales que el hospital implementó en la unidad de agudos en noviembre del año pasado, y que viene realizando en otras unidades desde 2012. Los especialistas que lideran la terapia coinciden en que los pacientes que participan experimentan un “cambio de rol” y pasan a ser “los cuidadores temporales de otro ser”.
Cleo, de tres años, y Tiza, de uno, se acercan a cada uno de los pacientes. Con algunos comparten un poco más, pues su sensibilidad natural les indica quién necesita más atención en ese momento, según explica Begoña Morenza, presidenta de Yaracán, asociación dedicada a la terapia asistida con animales. Morenza cuenta que ha presenciado casos en los que los perros se acercan más a personas que, casualmente, tuvieron alguna crisis la noche anterior. Lo mismo ocurre con aquellos que no se sienten lo suficientemente cómodos para participar en la sesión. “Si los perros detectan que hay alguien que tiene un poco de miedo, su acercamiento es más tranquilo y al final se ganan a esa persona. Los perros provocan que todos los seres humanos seamos más accesibles”, anota.
Los pacientes sonríen permanentemente durante esta terapia que se realiza cada 15 días con dos sesiones de 45 minutos. La presencia de dos perros llenos de energía contrasta con el ambiente clásico de un hospital. Cleo y Tiza atraen todas las miradas. Los pacientes las acarician, les dan órdenes y premian cuando obedecen. También activan la conversación. David recuerda con cariño a su perro y a su gata: “Vivían pegados a mí hasta que murieron. Eran un miembro más de mi casa”.
―¿Sabes qué es lo que más me gusta? Que los perros nos quieren a todos por igual y que no juzgan ni critican―, le dice Begoña.
―Y perdonan―, le responde David.
La interacción con los perros también tiene un valor simbólico. Morenza resalta la forma en que los pacientes pasan de ser los cuidados a “los cuidadores de otro ser”. “Les dan cariño, les dan premios, los cepillan, hacen actividades de juego. Hay un cambio de rol, aunque sea un rato en la semana”.
El Hospital de Torrejón de Ardoz implementa la terapia asistida con animales desde 2012. Primero la desarrolló en sesiones con personas mayores diagnosticadas con depresión, pacientes con discapacidad intelectual y niños con autismo. Los resultados fueron sobresalientes y, en noviembre del año pasado, se llevó a la unidad de agudos. “Veíamos que incluso se estaba reduciendo la medicación”, subraya David Bueno, trabajador social del departamento de psiquiatría. Otro factor clave que identificaron es que fomenta la socialización entre los pacientes. “Una de las características suele ser que [los pacientes psiquiátricos] se aíslan y no les gusta participar en actividades”, dice Bueno. Por eso, destaca a los perros como un “dinamizador” de las sesiones de terapia, lo que facilita la interacción entre pacientes y equipo sanitario. La efectividad de este tipo de terapias es reconocida por la comunidad médica y se ejecuta en otros hospitales madrileños, como el Gregorio Marañón y el 12 de Octubre.
La reducción de la medicación a la que se refiere Bueno llegó a ser del 60% en pacientes con depresión, según constató en 2016 la Unidad de Salud Mental del Hospital de Torrejón. La asistencia a consulta de los pacientes esquizofrénicos, que usualmente se resisten a hacerlo, también mejoró. “La unidad de agudos tiene una capacidad para 12 pacientes. Habitualmente hay entre nueve y diez inscritos, y suelen participar todos en las terapias con perros”, comenta Bueno. Sin embargo, matiza que con este grupo no es tan sencillo verificar los resultados de las sesiones porque los pacientes pasan periodos cortos en la unidad ―usualmente de tres a cinco días―. “Durante el tiempo que están aquí, lo que hemos visto es que se fomenta la participación en las actividades de la planta. Son pacientes que tienden al aislamiento y estar más en sus habitaciones o sin participar demasiado en las actividades que se les plantea”, explica.
Bueno subraya que los perros “no juzgan ni entienden de enfermedades”. En contraste, sostiene que fomentan la participación desde el juego, la psicomotricidad y la estimulación cognitiva. Para ello, los pacientes realizan ejercicios en los que trabajan habilidades como la puntería y la coordinación. Otro resultado que destaca el especialista es que, durante las sesiones, pacientes que habitualmente no hablan de sus cosas se abren y entran en confianza con más facilidad para conversar, ya sea con otros pacientes o con el equipo médico.
Los perros seleccionados para estas terapias deben tener cualidades especiales. Morenza detalla que Yaracán trabaja con perros de diferentes tamaños y razas, aunque apunta que el golden retriever es el que prevalece al ser un perro sociable y que disfruta el contacto con cualquier ser humano. “Además, es muy estable, equilibrado y sensible, capaz de leer las emociones, cosa que otros perros no porque son más auditivos o más olfativos y se distraen con otros estímulos. Son perros muy especiales en ese sentido”, complementa.
La preparación comienza cuando son cachorros. Primero se les enseña a seguir normas de socialización e higiene ―como cualquier perro educado―. Después viene el entrenamiento específico para que puedan disfrutar en cualquier entorno y con cualquier persona. En este caso, se les entrena para que se acostumbren a la atmósfera de un hospital (sillas de ruedas, megafonía, camillas y otros estímulos que no son habituales en el hogar). “Lo que buscamos es que el perro se divierta haciendo esto. No se trata de que se deje acariciar porque sí. Para un perro sociable como el golden, las caricias siempre serán regalos”.
La sesión termina con aplausos para Cleo, Tiza y todos los participantes. En vista del breve paso de los pacientes agudos por la unidad, es probable que les den el alta médica antes de un segundo encuentro con los “terapeutas peludos”. Los profesionales que lideran las terapias remarcan que los pacientes han tenido la oportunidad de “cambiar roles” y, por un día, ser ellos los cuidadores.