Cuando ya no hay esperanza: una unidad experimental para tratar a pacientes desahuciados por el cáncer

La Fundación CRIS Contra el Cáncer crea un laboratorio de química computacional, dentro de la Unidad de Terapias Experimentales en el Clínico, para encontrar en menor tiempo fármacos específicos que alarguen la vida de pacientes en etapas avanzadas de la enfermedad

Patricia Riveira y el doctor Alberto Ocaña en la Unidad de Terapias Experimentales del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, este martes, en una imagen cedida por la Fundación CRIS Contra el Cáncer.

“Si este ensayo no funciona, por favor, metedme en otro”, dice riendo Azucena Sierra, paciente de cáncer de mama en etapa IIIC, una de las más graves de la enfermedad. “Teniendo en cuenta los anteriores estadíos, el mío es regular tirando a feo”, explica. Sin embargo, Azucena no tiene los síntomas comunes del cáncer y asegura que está “perfecta”. Es una de las pacientes de la Unidad de Terapias Experimentales que tiene la fundación CRIS Contra el Cáncer en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid desde 2021, equipo que trata con “medicina de precisión” a aquellos a los que, debido a lo avanzado de la enfermedad, ni la quimioterapia, ni la radioterapia ni el trasplante les pueden aportar una solución, o al menos, una mejor calidad de vida. Aquí saben que el tiempo es uno de los tesoros más preciados para estos pacientes y, por ello, han introducido nuevas técnicas de medicina computacional, en las que, a través de la Inteligencia Artificial (IA), logran identificar fármacos muy específicos que de otra forma se hubieran tardado años en llegar a las manos de los más necesitados.

Este no es el primer ensayo clínico contra el cáncer en el que participa Azucena y por ello piensa en un futuro en el que este tratamiento ―como los anteriores― no funcione, pero la realidad es que, hasta el momento, este fármaco, que toma cada día desde 2022, le está sentando de maravilla. “Tengo cero efectos, ya me ves”, confirma.

En los dos anteriores ensayos la toxicidad del tratamiento fue alta, ni inmunoterapia ni pastillas le sirvieron de nada, pero antes de darse por vencida probó una tercera vez en la Unidad CRIS, donde se le trata con un fármaco experimental no comercial que está pensando específicamente para las características de su enfermedad. El doctor Alberto Ocaña, director de esta Unidad de Nuevas Terapias Experimentales del Hospital Clínico San Carlos, explica que su equipo trabaja para encontrar fármacos menos tóxicos y más efectivos sobre cánceres de ovarios, páncreas y, especialmente, los de mama, para pacientes desahuciados por los tratamientos ya existentes.

La Fundación CRIS (Cancer Research & Innovation in Science) es una organización independiente con sede en España, Francia y Reino Unido que se dedica a financiar unidades de terapia y ensayos clínicos contra el cáncer en hospitales de la sanidad pública, con la financiación de particulares y empresas. Uno de sus últimos objetivos ha sido esta unidad del Clínico, la cual, aseguran, es la primera de su tipo en un hospital público de España. Aquí el camino entre la parte teórica y la experimental se acorta porque, mientras en otros ensayos similares los laboratorios que estudian los fármacos y los pacientes no se encuentran en el mismo espacio, esta unidad cuenta con un equipo multidisciplinar de médicos, químicos computacionales, biólogos moleculares, bioinformáticos e investigadores con recursos punteros para atenderlos desde “la cama hasta el laboratorio”.

Desarrollar fármacos que actúen directamente sobre cánceres como el de Azucena, explica Ocaña, es un proceso que puede costar más de 2.000 millones de euros y tardar más de 10 años. Tras esos largos plazos y costes, la efectividad puede ser de menos del 10%. Su actual tratamiento ha sido posible gracias a la implementación de la IA en la Unidad CRIS para agilizar los estudios farmacológicos. La reciente inauguración del laboratorio de química computacional, el que emplea la IA, les ha permitido obtener un mayor número de compuestos con potencial de convertirse en fármacos en poco tiempo y con menos recursos.

En este laboratorio no hay probetas ni microscopios, sino varios ordenadores y un grupo de expertos que analizan gráficos, tablas y bases de datos con millones de modelos de proteínas alteradas causantes de distintos tumores cancerígenos sólidos. Una vez que la IA encuentra el compuesto con mejores resultados para cada caso, se pone en marcha el ensayo clínico correspondiente, con sus diferentes fases de estudios.

Actualmente, hay 22 ensayos en fase de reclutamiento activo gracias a los cuales se han atendido a unos 100 pacientes durante 2024. Azucena, que forma parte de uno de ellos desde mayo, regresa a la unidad cada 28 días para que le hagan una “exhaustiva” analítica con la que los médicos comprueban el avance del tratamiento. En su caso, la enfermedad ha detenido su crecimiento, se ha mantenido estable. “Estoy feliz porque me permite continuar, esto me ha dado vida”, aclara mientras se señala a sí misma para dar a entender que su imagen es la misma que la de una persona totalmente sana. Del físico de la Azucena de antes de la enfermedad solo se echa de menos la larga melena rubia, que ahora es cabello cano por completo.

Patricia Riveiro en la sala de cultivos de la Unidad de Terapias Experimentales del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, este martes, en una imagen cedida por la Fundación CRIS Contra el Cáncer.

Pero no todos los cánceres son iguales. Patricia Riveiro también es paciente de cáncer de mama, pero el suyo es metastásico en etapa IV, que no tiene cura. En casos como el de ella, el objetivo de la Unidad CRIS es alargarle la vida y con una mayor calidad. Ella viene regularmente a la unidad, pero en esta ocasión ha entrado por primera vez a la sala de cultivos del laboratorio químico, donde se analizan muestras de los fármacos en estudio a la vieja usanza, con centrífugas, placas de Petri, probetas y microscopios.

Sobre la puerta los trabajadores han pegado un pequeño papel escrito a mano que reza en latín finit hic Deus, es decir, aquí acaba Dios. Patricia siente que formar parte de este ensayo “es un privilegio”, porque hasta el momento el fármaco que está tomando tiene muy buenos resultados. Se siente alegre no solo por su buen estado, sino también porque espera que con todos los estudios que se les está haciendo a su sangre y a sus células, otros pacientes puedan beneficiarse. “Cualquier tipo de ayuda es buena para enfermos como nosotros”, destaca.

Esta unidad oncológica de CRIS, institución que tiene otras unidades similares en hospitales públicos de Madrid para tratar diferentes tipos de cáncer, no solo es posible gracias a la financiación de la fundación y al trabajo del equipo de médicos e investigadores, sino también a los pacientes que deciden participar en sus ensayos clínicos. Azucena confirma que está ahí por dos razones. Una es más “egoísta”, porque quiere “vivir, y vivir bien”. La otra, más “altruista”, porque quiere ayudar a que las investigaciones no se queden en la teoría: “Es muy difícil pensar en el mundo, por eso pienso en mi círculo más cercano, mis hijas, y creo que si conmigo ha funcionado, mañana puede hacerlo con ellas”.

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