O todos, o ninguno: así se salvó del “estado crítico” un centro de salud de Vallecas por el empeño de un grupo de seis médicos

El caso del centro Vicente Soldevilla, en Puente de Vallecas, es único. Hace dos meses se había quedado sin médicos de familia. La decisión de media docena de residentes (MIR) al negociar unas condiciones diferentes a las de otros años para ser contratados por la Consejería de Sanidad tras terminar su formación permitió cubrir el 100% de plazas

Los seis nuevos médicos del centro de salud Vicente Soldevilla, de Vallecas, en septiembre en Madrid, en una foto cedida por el grupo.

Hasta hace poco tiempo, en la puerta del centro de salud Vicente Soldevilla, ubicado en el barrio de San Diego en el distrito de Puente de Vallecas, los vecinos pegaban cada día un cartel con el número de médicos de familia disponibles en el turno de tarde. La cifra siempre iba en descenso, hasta que dejaron de contarlos porque ya no quedaba ninguno que contar. No había médicos. Y el centro se incorporaba ...

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Hasta hace poco tiempo, en la puerta del centro de salud Vicente Soldevilla, ubicado en el barrio de San Diego en el distrito de Puente de Vallecas, los vecinos pegaban cada día un cartel con el número de médicos de familia disponibles en el turno de tarde. La cifra siempre iba en descenso, hasta que dejaron de contarlos porque ya no quedaba ninguno que contar. No había médicos. Y el centro se incorporaba al listado de los que estaban en “estado crítico”. Pero este mes, el centro de salud pasó de cero a seis doctores en ese horario. Resucitó.

Como de la nada, aparecieron Sara, María, Miguel, Javier, Inés y César para poner nombre a las esperanzas de los vecinos del barrio de San Diego y ocupar de una tacada las seis plazas necesarias para llegar al 100% de ocupación en el turno de tarde. Al final llegaron seis, pero solo unos meses antes la lista de los voluntarios para trabajar en este centro de salud era aún más larga, y así se lo hicieron saber a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

Los seis se empeñan en destacar, durante una conversación telefónica grupal con este diario, que la historia de cómo llegaron a unirse tiene poco de épica. “Fue muy orgánico”, aseguran. Algunos eran amigos antes de comenzar la carrera, otros se encontraron en los pasillos de los diferentes centros de salud de Vallecas en los que hicieron el MIR. Haber trabajado en varias clínicas de cierta forma los unió. Tuvieron claro que la situación de la sanidad en estos barrios iba cada vez a peor y que ningún médico querría estar solo en lugares críticos como el Soldevilla. “Era irse a atender agendas de 80 pacientes”, dice María Minue, una de las nuevas médicas del centro.

Trabajar solo en un turno, en cualquier horario, es una tarea titánica. Lo sabe la doctora Estrella Sánchez-Gamborino, que comenzó en mayo en el Soldevilla, en la víspera de una de las etapas más duras, el verano, cuando gran parte del personal se va de vacaciones. Durante esos meses se organizaba para trabajar no solo en su turno de la mañana sino también en el de la tarde algunos días de la semana y siempre tenía la preocupación de que llegara una urgencia y los demás pacientes tuvieran que esperar hasta que ella terminara de atenderla.

Sánchez-Gamborino cuenta que en otros centros cercanos se han hecho cargo de los pacientes del suyo en los turnos sin personal. Por una iniciativa conjunta, médicos externos crearon huecos en sus agendas para atender a los que llegaban del Soldevilla, derivados según sus patologías que evaluaban unas enfermeras. Minue recuerda que durante las guardias en el hospital Infanta Leonor, de Vallecas, también llegaban a urgencias muchos pacientes del Soldevilla que no estaban controlados por ningún médico desde hacía mucho tiempo.

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Frente a esta situación, la Consejería declaró al Soldevilla uno de los 22 centros de salud críticos de la región en mayo de este año, entre los que también se encontraban otros cuatro del distrito Puente de Vallecas: el Alcalá de Guadaira, el Campo de la Paloma, el Peña Prieta y el Entrevías. Tras la reciente graduación de los nuevos MIR en septiembre, 94 de ellos optaron por quedarse en el Servicio Madrileño de Salud (SERMAS), lo que representa menos del 50% de ocupación de las vacantes en la atención primaria de Madrid. Era una cifra más alta que la de años anteriores, por lo que la Consejería anunció que con estos nuevos ingresos ha podido reducir en un 80% el número de centros de salud críticos en la región, que ahora aseguran solo son cinco, y cuyos nombres no ha revelado aún.

La debacle del Soldevilla comenzó antes de la pandemia de covid-19, según María José García Bernal, antigua enfermera del centro de salud y miembro de la Plataforma de Defensa de la Sanidad Pública de Vallecas. Cuenta que el personal sanitario comenzó a abandonar su puesto no solo en la atención primaria, sino también en otras ramas de especialidades médicas. “Para la fisioterapia hay una lista de espera de hasta un año”, asegura.

En efecto, desde que el doctor Daniel García comenzó a trabajar en el Soldevilla en 2020 vio como poco a poco sus compañeros renunciaban. En otoño de 2023 la única compañera que le quedaba en el turno de tarde le anunció que se iba. En febrero de 2024 le tocó a él. “Me fui ―asegura― porque estaba solo y era insostenible”. Este centro de salud atiende a cerca de 30.000 personas y, según los últimos datos a los que tuvo acceso este diario en diciembre del pasado año, en aquel momento el 35% de la plantilla de la atención primaria no estaba cubierta. Luego empeoró, como confirman los vecinos y el personal sanitario.

Esto era el Soldevilla. Pero la situación está a punto de cambiar.

¿Qué sucedió para que todo cambiara? Para empezar, las asociaciones de vecinos, los médicos de familia y los médicos internos residentes tomaron la iniciativa de realizar una encuesta sobre posibles soluciones a los problemas de los centros de salud. En dicha encuesta quedó de manifiesto la preferencia de los profesionales por contratos de larga duración y, un detalle que terminó siendo decisivo, la posibilidad de trabajar y organizarse en grupos para distribuir la carga de trabajo y garantizar una atención estable. A partir de esta comunión entre vecinos y profesionales, se fue fraguando la posibilidad de encontrar una solución de abajo a arriba. Arriba estaba la Consejería de Sanidad, que terminó entendiendo que ofrecer estímulos económicos y, sobre todo, aceptar candidaturas en grupos podía ser una solución muy eficaz.

Finalmente, la Consejería trató de adjudicarse tan buena gestión explicando que se hicieron “encuentros informativos” con los residentes para conocer cómo mejorar las condiciones laborales, las retribuciones y las posibilidades de conciliación. Pero los vecinos y los profesionales sanitarios saben que es su lucha la que los ha traído hasta este punto. Lo explica el doctor García: “El único mérito de la Consejería ha sido quitar una barrera que ellos mismos habían puesto, pues esta es la primera vez en Madrid que se les permite a los residentes ocupar plazas en grupos”.

Vallecas está muy estigmatizado, lo tienen claro los nuevos médicos del Soldevilla. Minue reafirma que el día a día en sus centros de salud es como el de cualquier otro: “Hay una sensación de que irse a Vallecas es como irse a trabajar en una trinchera, y no es así”. Pero reconoce que el distrito tiene “unos condicionates muy particulares”, como es el nivel socioeconómico de su población. “Es probable que en otros barrios no tengas que enfrentarte a problemas de salud derivados de un desahucio”, cuenta.

Una mujer camina al centro de salud Vicente Soldevilla, en Puente de Vallecas, Madrid, este viernes.Daniela Alejandra Gutiérrez Pérez

“La sanidad en Vallecas es responsabilidad del SERMAS”, asegura Miguel Muñoz, médico miembro de este grupo de seis, “y no de los vecinos o los médicos”. Señala que la falta de personal y el deterioro de los centros de salud tienen que ver con la misma falta de atención a políticas estructurales, como las de vivienda. “Las respuestas a los problemas de estos barrios tiene que venir desde una visión global”, dice.

“Este era un ambulatorio maravilloso y ahora es un caos. A Vallecas lo tienen abandonado en todos los sentidos”, asegura Felipe González, un paciente que espera en el salón. María Teresa Rodríguez espera en la puerta de una de las consultas para cazar a la enfermera que entra y sale. Lleva días intentando conseguir hueco para que un médico atienda a su madre, que tiene 100 años y necesita un certificado “que diga que aún está viva” para poder cobrar su pensión. Desde principios de septiembre ha intentado obtener una cita y la más próxima está para finales de octubre.

Los seis nuevos médicos coinciden en que el logro no tiene que ver con ellos por separado, sino con la constante lucha del barrio. “Le hemos dado voz a un proceso al que solo nos hemos unido”, acota Javier Valentín, otro de los nuevos médicos del centro.

La doctora Sánchez-Gamborino, que también hizo su residencia en Vallecas, afirma que los seis nuevos médicos del Soldevilla no han aceptado el puesto por el salario en ningún caso, sino porque todos han vivido cómo va el barrio sin médicos en su centro de salud. María Minue está segura de que la medicina debe abordarse desde una perspectiva bio-psicosocial y César Montero, uno de sus futuros compañeros del Soldevilla, siente que trabajar en la atención primaria es una forma de defender esa medicina en la que se atiende “a nivel médico” pero también “a nivel comunitario”.

A pesar de todo, Montero lo ve claro. “No diríamos que somos el punto y final. Mientras las condiciones de vida sigan siendo las mismas en estos barrios continuará la presión sobre los centros de salud”.

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