Un periodismo de cercanías
La importancia de contar lo que le pasa a tus vecinos en un mundo cada vez más individual e indiferente
Decía Julio Camba que a él le daban el mar y lo convertía en un artículo. Lo mismo con las catedrales góticas, y los buques de guerra, y los campos sonrientes, y la primavera: artículos. Julio Camba vivió mucho tiempo en una habitación del hotel Palace y, si él era una máquina de convertir el mundo en artículos, Madrid también le parecía una ciudad muy articulable, aunque por lo general no muy articulada… Es decir, Madrid, en su naturaleza poliédrica y silvestre, era muy convertible en artícul...
Decía Julio Camba que a él le daban el mar y lo convertía en un artículo. Lo mismo con las catedrales góticas, y los buques de guerra, y los campos sonrientes, y la primavera: artículos. Julio Camba vivió mucho tiempo en una habitación del hotel Palace y, si él era una máquina de convertir el mundo en artículos, Madrid también le parecía una ciudad muy articulable, aunque por lo general no muy articulada… Es decir, Madrid, en su naturaleza poliédrica y silvestre, era muy convertible en artículos, y lo sigue siendo.
A eso nos hemos dedicado unos cuantos durante los últimos años en unas columnas que, por motivos editoriales, ahora tocan a su fin. Así que es buen momento para dedicar una oda al periodismo local, tantas veces vilipendiado. Tengo la impresión de que este periodismo no tiene en estos tiempos demasiado arraigo en Madrid. En mi Asturias natal la ciudadanía tiene la prensa regional como algo propio y la lee con fruición, muchas veces en cafeterías, bares y sidrerías: si apareces ahí, se entera toda Asturias.
El madrileño vive algo ajeno a su prensa local, quizás porque los grandes periódicos de Madrid son locales, pero también nacionales, pero también internacionales, e incluso globales, como este. Cuando llegué a esta ciudad, hace 20 años, me sorprendió que en el lugar donde se corta el bacalao hubiera tan poca prensa en los bares y tan poca gente leyéndola. Yo esperaba encontrar tertulias en los cafetones, prensa muy sobada y señores discutiendo a gritos sobre la Guerra de Cuba, pero nada. Y eso que todavía vivíamos en una Arcadia sin smartphones.
El periodismo de cercanías es importante para lograr ese arraigo con la ciudadanía, e irrenunciable en un mundo cada vez más global y que, por ello mismo, se vuelve sobre lo local por necesidad civilizatoria: el municipalismo, la ciudad de los 15 minutos, el consumo de kilómetro cero. La única forma de sobrevivir en este mundo sobredimensionado es volver a pensar en las distancias cortas.
Dicen que los periodistas somos gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente, así los periodistas locales no solo deben informar de las políticas, broncas y corruptelas de los gobernantes de turno, sino también de lo que pasa en las aceras, en las libertinas terrazas, en los barrios, en las asociaciones o en los teatros. En una sociedad cada vez más individualista y polarizada, donde la indiferencia deja morir a gente en la calle (como sucedió en París), necesitamos saber de la vecina desahuciada, la persona sin hogar, el joven artista, la bibliotecaria atenta, la chinche en el colchón abandonado junto a un árbol.
Dejaré mi dieta semanal de bocata de calamares, espero combatir así un colesterol que todavía no tengo: esta columna era muy joven para morir. Como dicen en la farándula: buenas noches, Madrid.
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