El ‘abrazo’ de Juan Genovés a Madrid
El artista, fallecido este viernes a los 89 años, creó un símbolo contra la ultraderecha en los años de la Transición
En la plaza de Antón Martín, donde convergen las calles Atocha y Magdalena, una estatua formada por varias figuras abrazadas que nos dan la espalda, conmemora uno de los acontecimientos más trágicos y sangrientos ocurridos en el centro de la capital. A pocos metros de este monumento, la noche del 24 de enero de 1977, tuvo lugar la denominada matanza de Atocha, en la que fueron asesinados los abogados Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides y Francisco Javier Sauquillo, el estudiante de derecho Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodríguez Leal; otras cuatro personas más resultaron grav...
En la plaza de Antón Martín, donde convergen las calles Atocha y Magdalena, una estatua formada por varias figuras abrazadas que nos dan la espalda, conmemora uno de los acontecimientos más trágicos y sangrientos ocurridos en el centro de la capital. A pocos metros de este monumento, la noche del 24 de enero de 1977, tuvo lugar la denominada matanza de Atocha, en la que fueron asesinados los abogados Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides y Francisco Javier Sauquillo, el estudiante de derecho Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodríguez Leal; otras cuatro personas más resultaron gravemente heridas. La ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que trabajaba junto a todos ellos, podría haber estado allí esa misma noche de no ser porque, poco antes de que ocurrieran los hechos, uno de sus compañeros le pidió utilizar su despacho para una reunión, por lo que ella se marchó a otro bufete ubicado en un edificio cercano.
Todas las víctimas trabajaban en el despacho laboralista que Comisiones Obreras y el Partido Comunista tenían en el número 55 de la calle de Atocha. Los autores de los disparos fueron dos miembros de un comando ultraderechista; los periódicos de la época los calificaron como “auténticos profesionales”, tanto por las armas que utilizaron –metralletas tipo Marietta– como por la precisión de los disparos. Alejandro Ruiz Huarte, uno de los heridos que sobrevivió al atentado, describió la escena que vivió como algo brutal: “Los disparos sonaban seguidos, destrozando las cabezas y pechos de mis compañeros que, ya sin vida, caían, amontonados, a mis pies”. Cuando llegó la policía, fueron los propios vecinos y otras personas voluntarias quienes tuvieron que ayudar a sacar a los heridos del despacho para trasladarlos a diferentes hospitales.
En 1977, España se encontraba en plena Transición y este atentado llevó a los medios políticos de la época a preguntarse si el objetivo final de los asesinos, además de sembrar el terror, era el de frenar el incipiente proceso democrático o incluso el de justificar una intervención militar en la vida política española. El entierro de las víctimas de Atocha fue multitudinario y le siguieron manifestaciones y muestras de solidaridad en todo el país, convirtiéndose en un punto de inflexión en el agitado clima político del momento y sirviendo para acelerar la legalización del Partido Comunista en España.
Poco antes de que tuviera lugar la matanza de Atocha, el pintor valenciano Juan Genovés –comprometido antifranquista, que ha fallecido hoy a los 89 años–, pintó El abrazo, una obra que ahora podemos ver en el Museo Reina Sofía y que fue utilizada por Amnistía Internacional para su célebre cartel de 1976. El cuadro le costó al pintor una semana en los calabozos de la Puerta del Sol, tras ser detenido junto a otros compañeros cuando salían de la imprenta con los carteles. El abrazo de Genovés, sirvió originalmente para pedir la libertad de los presos políticos, pero se acabó convirtiendo en todo un símbolo de la Transición española, representando la reconciliación a la que aspiraba el país en aquellos años.
El cartel se utilizó durante años para reclamar la amnistía en España, pero también en otros países, por eso el artista afirmaba que esta pintura ya no le pertenecía a él y que “su imagen pertenece ahora a todo el mundo”. La ciudad de Madrid eligió esta obra para que fuera recreada en una estatua de bronce con la que rendir homenaje a los cinco abogados asesinados por la extrema derecha. Así, desde 2003, podemos contemplar este abrazo en la plaza de Antón Martín, protagonizado por un grupo de figuras de espaldas a las que no vemos el rostro y que, precisamente por eso, sirven para representarnos a todos.