Qué es una mujer, qué es un debate, quiénes somos y a dónde vamos

Sin Feijóo, a Sánchez y Díaz les sobraba tiempo todo el rato. “¿Qué hacemos con estos segundos?”, preguntaba Fortes

Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez antes del comienzo del debate en TVE. Foto: VIOLETA SANTOS MOURA (REUTERS) | Vídeo: EPV

La primera intervención correspondió a Santiago Abascal, candidato de Vox, que la dedicó a decir lo que iba a pasar en el debate. Los candidatos de la izquierda darán datos y más datos, le acusarán a él de cosas horribles, le interrumpirán y él anunciará los hechos, que son estos: ...

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La primera intervención correspondió a Santiago Abascal, candidato de Vox, que la dedicó a decir lo que iba a pasar en el debate. Los candidatos de la izquierda darán datos y más datos, le acusarán a él de cosas horribles, le interrumpirán y él anunciará los hechos, que son estos: Pedro Sánchez se ha pasado cuatro años dinamitando presas, como si tuviese mucha sed. Como no sabe adivinar lo que ocurrió en el pasado, como cuando acusó a un magrebí de un asesinato en Madrid que cometió un español (se lo echó en cara Yolanda Díaz), decidió ponerse a adivinar el futuro. Le sirvió para los primeros minutos. Con cada intervención de otro candidato, respondía: “Lo que yo decía, lo que yo decía”. Como si el entrenador del Madrid anuncia que el Barcelona les va a meter cinco y llega a la rueda de prensa, después del 5-0, poniéndose medallas.

El debate fue insólito por la ausencia de Alberto Núñez Feijóo, candidato del PP, al que Abascal, que también le repartió, defendió un poco: ha decidido no venir, por tanto, nadie puede meterse con él; si no hace campaña, tampoco se le puede nombrar; es el favorito de las encuestas pero como si no lo fuese, por favor dejadle en paz. Fue, también, un debate incómodo en tanto que debate: dos socios de un bloque contra el socio minoritario del otro bloque que dice cosas como que la atmósfera no tiene fronteras, como si se plantease poner una y pedir papeles. Pero sirvió para fijar posiciones y mitinear en horario de máxima audiencia; fue, de hecho, un mitin moderno, con adversarios por el escenario. Extraordinaria, por cierto, RTVE. Sin su organización y sin la decisión de Abascal de acudir, no estaríamos hablando de nada; como ahora, pero menos.

A Sánchez y Díaz sin Feijóo les sobraba tiempo todo el rato. “¿Qué hacemos con estos segundos?”, preguntaba Fortes. Casi se encogían de hombros. “Habla tú, Yolanda”, “ve tú, Pedro”. Tuvieron los dos el típico roce controlado como en los biscottos, los partidos amañados para quedar empate en que uno ataca un poco por el qué dirán (“yo tengo los pies en el suelo”, dijo Sánchez; “yo también”, le aclaró Díaz: “¿Quieres kiwis?, ¿y caquis?, ¿mitad de kiwis y mitad de caquis?”).

Hubo un momento particularmente divertido que fue cuando Abascal se marcó un monólogo memorable para descalificar la reforma laboral. La votó Bildu, que es un partido que quiere destruir España, por tanto ellos votaron en contra porque no hay nada que compartir con Bildu. “Señor Abascal, Bildu votó con ustedes en contra de la reforma laboral”, dijo Yolanda Díaz, mucho más incisiva, mucho más agitada y bastante más ganadora. Abascal sonrió levemente, en plan “esto sí que no lo anticipé yo en mi primera intervención”, y avanzado el debate quedó claro qué había pasado: aquel día estaba tan concentrado en buscar en el móvil delitos cometidos por inmigrantes, que no se fijó en quién votaba a favor o en contra.

“¿Qué es para ustedes una mujer?”, preguntó el líder de Vox después. Ni Sánchez ni Díaz le contestaron. Díaz le tiró: “¿Y para usted?”. Pero Abascal había preguntado primero y a eso se aferró. Total, que ninguno de los tres supo decir qué era para ellos una mujer. Como si la pregunta fuese una patata caliente.

Desde la extrema derecha también se puso sobre la mesa, con insistencia, la ley trans y la ley del solo sí es sí; ni Díaz ni Sánchez las defendieron con contundencia, se diría más bien que estaban un poco incómodos, de tal manera que en ese momento, y por unos segundos, Abascal consiguió que a la ausencia de Feijóo se sumase otra: la de Irene Montero.

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