Nace Sumar: un año de trabajo, dos semanas de alta tensión

Las negociaciones de Yolanda Díaz con Podemos y otros 15 partidos, que estuvieron a punto de descarrilar en varios momentos, han alumbrado finalmente la nueva marca electoral a la izquierda del PSOE

Yolanda Díaz, acompañada del portavoz de Sumar, Ernest Urtasun, este sábado en la presentación del acuerdo de coalición en el Espacio Larra, Madrid. Foto: CLAUDIO ÁLVAREZ

La palabra “veto” llevaba días en el debate, pero quedaban menos de 72 horas para el cierre del registro de coaliciones electorales cuando, el pasado miércoles por la noche, el nombre de Irene Montero emergió como un obstáculo definitivo en la mesa de negociación entre Sumar y Podemos. La formación que lidera Ione Belarra anunció que la exclusión de su número dos de las listas era una línea roja. Las reuniones entre el equipo de ...

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La palabra “veto” llevaba días en el debate, pero quedaban menos de 72 horas para el cierre del registro de coaliciones electorales cuando, el pasado miércoles por la noche, el nombre de Irene Montero emergió como un obstáculo definitivo en la mesa de negociación entre Sumar y Podemos. La formación que lidera Ione Belarra anunció que la exclusión de su número dos de las listas era una línea roja. Las reuniones entre el equipo de Yolanda Díaz y el de Podemos habían terminado esa jornada sin acuerdo. Todo se acabaría reconduciendo formalmente dos días después, al filo del vencimiento del plazo legal, cuando ambas partes firmaron por fin la coalición y anunciaron que concurrirían juntas, con otros 15 partidos, a las elecciones del 23 de julio. Nacía así Sumar, la criatura electoral que la propia Díaz presentó con entusiasmo: “España quería que nos diéramos la mano. Se nos exigía un acuerdo y traemos un acuerdo”. Pero esas 72 horas de drama, de negociación a cara de perro y acusaciones cruzadas entre el miércoles y el viernes habían puesto ya un cierre traumático a un año de conversaciones y certificaban que la relación de los dos futuros socios, Díaz y Podemos, frágil de por sí, está herida.

El contexto era muy negativo para Podemos. Unas horas antes, el Tribunal Supremo había decidido rechazar los recursos planteados por la Fiscalía contra las rebajas de penas a agresores sexuales en aplicación de la ley del solo sí es sí, la ley estrella de Irene Montero. Era el segundo varapalo a la ministra de Igualdad en una misma semana, después de que la relatora especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres reprochase a España los errores de esa norma. La figura de Montero, muy valorada dentro del partido, pero con un tremendo desgaste fuera, era percibida por buena parte de los integrantes de Sumar como un activo electoral dudoso, y la posibilidad de que la campaña de las generales quedara monopolizada por el fiasco de esa ley, rechazada por todos. Las conversaciones entre el equipo de Yolanda Díaz y el de Ione Belarra, iniciadas el mismo lunes 29 de mayo tras el anuncio de adelanto electoral, sufrían un nuevo bloqueo.

El diálogo intenso y las dificultades de estas dos semanas, sin embargo, no han sido solo con Podemos. Eran múltiples las piezas para encajar en el rompecabezas de Sumar: Izquierda Unida, Más Madrid, Compromís, Catalunya en Comú… Y cada movimiento en un sentido afectaba al resto de organizaciones. El viernes, tras un año de trabajo más o menos público, las conversaciones fructificaron en un acuerdo inédito que incluye a 16 partidos. El pacto abre una nueva etapa en la historia de las coaliciones a la izquierda del PSOE, después de casi ocho años —desde las generales de 2015— con Podemos como actor hegemónico de ese espacio.

Maquinaria en marcha en estado de shock. Aquel lunes 29 de mayo, golpeados por la debacle en las urnas —un día antes Podemos perdió representación en la mayoría de territorios y desapareció de la Comunidad de Madrid, Valencia y Canarias—, todo parecía más fácil. Díaz llamó inmediatamente a Belarra y ambas se vieron esa misma tarde. Hubo también reuniones con otros partidos, algunas por videoconferencia. La maquinaria estaba en marcha. Dirigentes del espacio interpretaban entonces que todo iría rápido. Noqueados aún por los nefastos resultados del domingo, con pérdida de apoyos para la mayoría de partidos, creían que la reducción del plazo evitaría un desgaste de dos meses, tiempo límite que se habían impuesto —si las elecciones hubieran sido en diciembre— para cerrar los términos de las alianzas con cada formación y poder organizar en septiembre u octubre un proceso de primarias que movilizase a sus potenciales votantes.

Díaz solo necesitó 24 horas para registrar su partido, Movimiento Sumar, una herramienta que le permitiría tener una cuota en la futura coalición, mientras Josep Vendrell, jefe de gabinete de la vicepresidencia. había citado ya días antes para ese mismo lunes a Manuela Bergerot, secretaria de Organización de Más Madrid, con quien llevaba tiempo hablando. Los encuentros con el jefe de gabinete de Díaz y Rodrigo Amírola, otro de los principales asesores de la vicepresidenta, eran ya habituales. A veces en una cafetería del barrio madrileño de Malasaña, otras en una sala del Ministerio de Trabajo o en la misma sede de Más Madrid. Todas tenían como misión encauzar una gran coalición de cara a las generales. La sintonía era evidente y el anuncio de julio solo precipitaba el acuerdo.

Contactos con Más Madrid y Compromís. Desde ese lunes, los principales negociadores coordinan todos los avances con Más Madrid. Reuniones rápidas. Puestas en común. Balance interno a media tarde con los suyos. Y otra vez reunión al día siguiente. Si existía algún escollo, la vicepresidenta y la líder de la oposición en la Asamblea de Madrid, Mónica García, se llamaban por teléfono y zanjaban en cuestión de minutos el asunto. Sucedió un par de veces, según aseguran las voces consultadas. Más Madrid negocia con los resultados de las autonómicas, que le otorgan una enorme fuerza en la negociación. Vendrell, por su parte, les pide que el nombre en Madrid sea Sumar, nada de Más Madrid en las papeletas. El partido de García cede. “Ellos querían Sumar y nosotros vimos que esa era una de las cosas a las que podíamos renunciar desde el principio”, explica Javier Padilla, diputado autonómico, número dos del partido y el enviado de García a las negociaciones.

Las conversaciones avanzaban los primeros días de forma más o menos discreta con todas las formaciones, aunque las exigencias públicas de Compromís —tener marca propia y encabezar las circunscripciones valencianas— sublevaron enseguida a Podemos, que apremió a un pacto en 48 horas mientras se enfrentaba a un reguero de dimisiones en comunidades donde se pedía la unidad con Díaz.

Yolanda Díaz, y el dirigente de Compromís Joan Baldoví, durante el debate sobre el estado de la nación en julio del año pasado en el Congreso. FERNANDO VILLAR (EFE)

El rostro de Díaz en la papeleta. Compromís y Sumar se habían visto por primera vez las caras en febrero y ya entonces mostraron la predisposición por concurrir unidos a las generales. Las reuniones empezaron el 31 de mayo, día en el que Vendrell y Amírola explicaron el proyecto. “Nosotros no teníamos prisa”, aseguran fuentes de los valencianistas. Entre ese miércoles y el lunes siguiente se reunieron hasta en media docena de ocasiones con el equipo de Sumar, siempre con los mismos interlocutores. Compromís tenía claro que buscaba la inclusión de la agenda valenciana en el programa, un reparto de puestos de salida “justo” y su nombre y logo en la papeleta. Fue en esos días cuando Sumar comunicó que todo era negociable excepto el logo, que en todas partes iba a ir con la cara de Yolanda Díaz. “Fue durante una de las videoconferencias y nuestras pantallas se quedaron congeladas”, señalan las mismas fuentes. “No nos lo creíamos, no estamos acostumbrados a esa cultura tan personalista, hubo un largo silencio”.

Tensiones con Podemos. La renuncia de Alberto Garzón, líder de IU, a ir en las listas el viernes 2 de junio desplazó el foco enseguida a Belarra y Montero. Para entonces, según fuentes de la negociación, el partido no había puesto aún encima de la mesa ningún nombre. Tras un fin de semana sin descanso —algunas jornadas las reuniones del equipo de Vendrell con los partidos empezaban a las ocho de la mañana y acababan a medianoche—, el exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, afirmó en la SER: “Hay tres territorios donde tres fuerzas políticas están diciendo abiertamente ‘con Podemos, no’. Madrid, la Comunidad Valenciana y Cataluña”. Los partidos se apresuraron a negar que hubiera vetos, y algún dirigente rebajaba su importancia en privado, interpretando que se traba solo de una “estrategia negociadora” o incluso un intento de “reventar” cualquier acuerdo. Pero algunas voces vinculadas a estas formaciones sí pedían el paso atrás de las dos ministras en público. Y la duda sobre su presencia y la integración de Podemos seguía en el aire.

En medio de la trifulca del martes, Catalunya en Comú trasladó a los medios que Podemos les había comunicado que tanteaba con ERC una lista única. Los republicanos lo negaron tajantemente y pidieron que no se les utilizase en luchas internas, pero los comunes dieron pábulo a esa hipótesis. La pelea pública certificaba los nubarrones en la negociación.

Visita de los valencianos a Madrid. En un momento de cierto estancamiento, el equipo valenciano de Compromís decide viajar a Madrid y pide un hueco para que los negociadores puedan verse personalmente el martes. “Fuimos sin billete de vuelta y tuvimos que improvisar dónde dormir porque queríamos volver con la negociación más adelantada”, explican. A Vendrell lo conocían ya. “Estaban muy cansados, pero en todo momento se mostraron metódicos y cordiales”, apuntan los valencianistas que, acostumbrados a negociar con los socialistas en la Comunidad Valenciana, aseguran que esta negociación ha sido mucho menos “bronca”.

El acuerdo con Podemos encalla. El miércoles 7 de junio, el nombre de Montero vuelve a tener presencia. Fue entonces, según algunas fuentes conocedoras de las conversaciones, cuando Podemos menciona su nombre por primera vez como línea roja en la mesa de negociaciones, recién conocida la decisión del Supremo sobre la ley del solo sí es sí. La propuesta no sentó bien, aunque en las reuniones se negociaba siempre el paquete completo: puestos de salida, recursos, reglas de la coalición y marca. A última hora el partido denunciaba el bloqueo de las conversaciones.

Ese mismo miércoles se cierran los primeros pactos con el canario Proyecto Drago y Chunta Aragonesista, mientras Más Madrid aprueba en asamblea, con el 96% de los apoyos, ir con Sumar a las elecciones. Al día siguiente, los negociadores de Mónica García se citan en una sala del Ministerio de Trabajo a las 11.30. Una reunión breve, con el borrador del acuerdo ya casi finiquitado. A lo largo de toda la jornada se retoman las reuniones también con Podemos, mientras se anuncian nuevas adhesiones (Chunta Aragonesista, Verdes Equo, Iniciativa del Pueblo Andaluz, Batzarre…). La presión a los de Belarra crece también en los territorios por la mañana, con dirigentes pidiendo en público un acuerdo y dimitiendo.

Después del mediodía, la secretaria general lanza a las bases una consulta para pedirles plenos poderes sobre la decisión final de la coalición. La oferta el jueves por la noche para Podemos eran ocho puestos de salida, pero sin la presencia de la ministra de Igualdad en la lista por Madrid, como finalmente figura en el acuerdo. Díaz debía encabezar la papeleta, se reservaba el número dos para algún independiente y Más Madrid hacía valer sus buenos resultados en autonómicas frente a Podemos.

Yolanda Díaz e Irene Montero, en el pleno para la toma de consideración de la reforma de la 'ley del solo sí es sí', el pasado 7 de marzo. Claudio Álvarez

A última hora, a través de los medios, los de Belarra lanzan un órdago al plantear ir solos en la Comunidad Valenciana, pero con Sumar en el resto del país. La filtración desconcierta a los equipos negociadores, que acaban interpretándolo como una estrategia más de presión para mejorar su posición.

El viernes decisivo. Los partidos grandes llevan la firma al viernes. La consulta de Podemos (que respalda a la dirección con el 93% de apoyos) lo retrasa todo, y Compromís también debe someter a votación el preacuerdo cerrado el jueves. Un pacto en el que los valencianistas logran que su nombre vaya por delante del de Sumar en la papeleta.

A lo largo del día, uno de los dirigentes de Más Madrid recibe un mensaje de Vendrell, el negociador de Díaz, con la hora exacta para firmar el acuerdo:

—16.30.

El jefe de gabinete les cita en un local cercano a Gran Vía y acuden Manuela Bergerot y Javier Padilla. Nada de cámaras. Con los folios en la mesa, leen el acuerdo en voz alta. Firman. Más Madrid se adentra en Sumar. Ocupará los puestos tres, cuatro, siete y diez en las listas de la plataforma en la capital y codirigirá con el partido de Díaz la campaña en la comunidad.

En un mensaje en vídeo a mediodía, con todo el mundo pendiente de la decisión de Podemos, Belarra garantiza que su firma estará en la coalición, pero busca alargar las negociaciones sobre las listas y la exclusión de Montero unos días más, porque “no aceptan”, asegura, las condiciones impuestas. El equipo de Díaz da por zanjado el debate y así lo refleja el acuerdo interno firmado entre organizaciones, que otorga a Ione Belarra el puesto número cinco por Madrid, justo detrás de Íñigo Errejón, que va de cuatro. A las ocho de la tarde se rubrica el pacto y las organizaciones registran la coalición, aunque Podemos sigue dando la batalla.

El documento oficial presentado ante la Junta Electoral blinda la estabilidad del grupo parlamentario, al recoger que se conformará como “un único” grupo. El texto da la portavocía y su suplencia a Movimiento Sumar e incluye el reparto económico de las subvenciones que percibirá la coalición. En el caso de Podemos, será el 23% del total; Izquierda Unida, entre un 18% y un 19,5%, en función de los resultados electorales; y Más Madrid se asegura un 6,5% pero con un mínimo de 500.000 euros.

El partido de Alberto Garzón, que renunció a un puesto de salida en Madrid (tiene el número nueve finalmente, aunque peleaba por el seis y su portavoz federal, Sira Rego, quedó fuera), firmó el pacto que les asegura entre tres y cuatro diputados también en las últimas horas. El ministro de Consumo, en su comunicado, pedía disculpas por el espectáculo: “Quiero pedir perdón a la ciudadanía por el ruido causado en este proceso. Nadie se merece esto, y desde IU estamos convencidos de que se pueden hacer las cosas de otra forma y mucho mejor”.

“Hoy sumamos más que ayer, pero no hemos terminado”, enfatizó Díaz este sábado en la presentación de la coalición, un acto en el que la vicepresidenta anunció que empezaba ya la “campaña” y que su proyecto tendría como bandera la “ilusión” y no “el miedo” a la extrema derecha, con el objetivo de “ganar las elecciones”. Acababan así meses de negociaciones, días de insomnio y 72 horas de bronca que auguran una difícil convivencia en una nueva marca electoral, Sumar, que pretende convertirse tras el 23 de julio en el referente institucional del espacio político a la izquierda del PSOE.

Con información de Ángels Piñol.

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