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Caza, misa, toros y escobazos: la carrera sin fin del PP y Vox por ser el partido más tradicional

La campaña extremeña desata una espiral de gestos de exaltación de las “raíces”

Cuatro secuencias de una campaña electoral con el tradicionalismo disparado.

1. Caza “sin titubeos”. “Quien defiende la caza defiende Extremadura”, afirma el 1 de diciembre en Villar del Rey (Badajoz) María Guardiola, candidata del PP, durante la firma de un compromiso de apoyo a la federación cinegética. Ella la defiende “sin titubeos” porque es parte de la “...

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Cuatro secuencias de una campaña electoral con el tradicionalismo disparado.

1. Caza “sin titubeos”. “Quien defiende la caza defiende Extremadura”, afirma el 1 de diciembre en Villar del Rey (Badajoz) María Guardiola, candidata del PP, durante la firma de un compromiso de apoyo a la federación cinegética. Ella la defiende “sin titubeos” porque es parte de la “tradición” extremeña. Tres días después, le toca hacer lo mismo en Badajoz a Óscar Fernández, candidato de Vox, que deja claro que él no solo ratifica el documento, sino que apuesta “el doble” por esta actividad “intrincada en la cultura española”.

2. Las “raíces” del campo. El 6 de diciembre, Día de la Constitución, Guardiola acude a una matanza de cerdos en Peraleda del Zaucejo (Badajoz) a prometer menos burocracia para “defender el mundo rural” y “reivindicar nuestras tradiciones”. “Nos importan nuestras raíces” y “cuidamos nuestra seña de identidad”, proclama.

3. Pastoreo y escobazos. Santiago Abascal publica el 7 de diciembre imágenes a caballo por la dehesa, en parajes del Parque Natural de Cornalvo. Con boina y capa, el líder de Vox pastorea ovejas al estilo tradicional. Esa misma noche, Guardiola acude a Jarandilla de la Vera (Cáceres) a participar en Los Escobazos, una fiesta “que nos recuerda quiénes somos y nos conecta con nuestras raíces más profundas”.

4. Misa y procesión. Guardiola acude a misa el día 8, Fiesta de la Inmaculada, en Puebla de la Calzada (Badajoz). A la salida, procesiona junto al sacerdote tras la imagen de la Purísima, en una celebración que —declara— es “sinónimo de fe, de cultura, de tradición”.

Son muestras de cómo la puja del PP y Vox en defensa de lo tradicional, lo puro, lo auténtico, lo ancestral, todo ello presentado con frecuencia como intrínseco al ser extremeño o español, no deja de subir. “En Extremadura la tradición siempre ha sido importante, pero ahora en el PP y Vox hay una obsesión, en línea con un fenómeno generalizado que aquí tiene más calado aún”, afirma César Rina, natural de Cáceres, de 39 años, profesor de Historia Contemporánea de la UNED, que investiga sobre cultura, religiosidad y mitos populares.

La competición se ve en los programas. Los compromisos en este terreno son múltiples. ¿Ejemplos? En el del PP, sello de calidad del toro bravo extremeño, respaldo a las peñas taurinas, impulso a la Escuela de Tauromaquia, promoción de la literatura taurina, el doble de ayudas para cotos de caza, beneficios fiscales a la caza y la pesca... Todo encuadrado en un compromiso general: “Defender la caza y la tauromaquia como parte de nuestra historia, nuestras tradiciones”.

El programa de Vox tiene más diagnóstico que detalle. El “globalismo” del PP y el PSOE, dice, constituye una “amenaza de muerte” a “nuestras tradiciones” y “nuestra forma de vida”. Los pueblos son “el alma de nuestra región”, añade el documento, que compromete al partido a luchar contra la “criminalización” de la “Extremadura rural, sus gentes, sus tradiciones”. Tan elevado propósito se concreta luego en medidas como quitar trabas burocráticas y requisitos medioambientales para favorecer así los usos agroganaderos.

Toros y corderos

En esta pugna, que empezó mucho antes de la campaña que desemboca el 21 de diciembre, tanto María Guardiola como Óscar Fernández comparten varias armas. Por ejemplo, ambos se muestran no ya solo como defensores de la tauromaquia, sino como auténticos aficionados. En mayo, la presidenta elogiaba en X el “arte, valor y entrega” de Morante de la Puebla en una faena llena de “emoción y respeto a nuestra tradición e identidad”. Una y otra vez, la misma retórica.

“Los dos partidos hacen una continua apelación a las tradiciones identificándolas como ‘lo auténtico’, ‘lo nuestro’, ‘lo de siempre’”, observa Beatriz Muñoz, donostiarra de 60 años, que vive en Cáceres y es profesora de Sociología de la Universidad de Extremadura. No obstante, añade, hay diferencias entre las dos fuerzas derechistas. “Tanto el PP como Vox están haciendo un uso de las tradiciones con bastante habilidad, cada uno con matices distintos: el PP desde un mensaje de continuidad y protección de la vida local; Vox, desde un discurso de alarma por supuesta erosión cultural”, explica.

También ve diferencias el historiador César Rina: “El PP ejerce un extremeñismo que es más de identidad que de contenido político, en clave dolorista [una corriente de pensamiento que exalta el sufrimiento como camino para la mejora de un pueblo]. Vox no adapta tanto su discurso, ellos traen su kit identitario nacional, que es fácil de aplicar aquí pero que aplican en todas partes”. Ahí se encuadra la campaña de Vox exigiendo al Gobierno de Guardiola la prohibición de la fiesta musulmana del cordero, que según el partido de Abascal “atenta contra nuestra identidad”.

Las fechas

En una observación compartida por todos los consultados, Rina señala que, durante su etapa como partido dominante, el PSOE también se esforzó por presentarse como un partido valedor de las tradiciones. “Ha sido siempre una de sus banderas”, afirma. Fue durante la etapa de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en 1985, cuando se eligió como Día de Extremadura el 8 de septiembre, festividad de la Virgen de Guadalupe, en vez del 25 de marzo, la fecha preferida de algunos sectores de la izquierda por la revuelta campesina de 1936.

“El PSOE se ha manejado bien en la defensa de la tradición desde el poder, pero al perderlo, y en un momento de auge del identitarismo, ha quedado en desventaja”, expone la socióloga Beatriz Muñoz. Y añade, ampliando el foco: “Cuando la política se centra más en la tradición y la identidad que en los temas materiales, como ahora, la izquierda queda en posición más inestable, porque, aunque lo intente, su discurso suena menos duro, menos puro. Y porque queda atrapada. Si no defiende las tradiciones con suficiente intensidad, parece desconectada del territorio. Si se pasa, valida marcos conservadores. Tiene que encontrar un punto de reivindicación de lo popular que no es fácil”.

El candidato socialista Miguel Ángel Gallardo también hace una reivindicación de lo tradicional, pero sin entrar en la exaltación retórica de la propia identidad del PP y Vox. Aunque no descuida los gestos en este terreno, por ejemplo con compromisos con los cazadores, el PSOE no participa en la puja tradicionalista. Un detalle: en su programa electoral, no hay alusión a la tauromaquia, solo una al “toro bravo” como “patrimonio económico, histórico y de calidad ganadera”. El “corazón de nuestra identidad”, según el programa socialista, es el sistema de bienestar social.

El “buen extremeño”

El politólogo Ángel Muelas, codirector del centro de pensamiento Ideas en Guerra, detecta una “teatralización de las tradiciones” por parte del PP y Vox, que diseñan una idea de “buen extremeño” definida por adhesión a un conjunto de prácticas y valores, lo cual supone —a su juicio— dos riesgos. El primero, que el debate político se aparte de lo material para instalarse en lo identitario, dificultando el tratamiento de los problemas concretos que lastran los indicadores socioeconómicos de Extremadura. El segundo, que eso derive en discursos y prácticas que “aplasten” las expresiones culturales fuera de ese canon, tanto de sectores heterodoxos dentro de la región como de población extranjera, señala Muelas, de 27 años, nacido en Aldeanueva de la Vera (Cáceres) pero que trabaja en la capital como técnico en el grupo de Más Madrid de la Asamblea autonómica.

Este continuo elogio político de una identidad quitaesenciada y que supuestamente está amenazada no es un fenómeno exclusivo de Extremadura. Pero la región que integra a Cáceres al norte y Badajoz al sur presenta algunos incentivos extra para este discurso. Con algo más de un millón de habitantes, su densidad de población —solo algo mayor en edad que la del conjunto del país: 46,06 años frente a 45,55— es de unas 25,3 personas por kilómetro cuadrado, cuando España supera las 95. Y su anclaje es sobre todo rural. Solo hay una ciudad con más de 100.000 habitantes, Badajoz (150.000). En los últimos cuatro años, mientras Extremadura perdía algo de población, subía en cambio en todos los grupos desde 60 años hasta más de 100, excepto en una sola franja, de 85 a 89.

“En los núcleos rurales envejecidos, el discurso de la continuidad de las tradiciones encuentra un calado mayor”, señala la socióloga Beatriz Muñoz. “Hay que tener en cuenta —aporta César Rina— el posible impacto de estos mensajes nostálgicos que está recibiendo la emigración retornada desde el País Vasco, Cataluña y Madrid tras la jubilación. Es un sector para el que se ha reconstruido un pasado que en realidad no existió, un parque temático tradicionalista que, aunque anacrónico, puede funcionar como apelación sentimental”.

La nostalgia es una emoción extendida. Una encuesta del mes pasado de Ipsos detecta que un 41% de la población española, si pudiera elegir, preferiría nacer en 1975 que ahora. Según una encuesta del CIS del año pasado, un 47,9% cree que existen más desigualdades ahora que hace 10 años, frente a un 35,8% que cree que había menos. La dulcificación del pasado afecta incluso a la visión sobre el franquismo entre quienes no lo vivieron: el 20,3% de los varones de la generación Z lo valoran bien o muy bien, según un estudio de 40dB. con motivo del 50º aniversario de la muerte del dictador.

Protesta e identidad

Manuel Cañada, pacense de 63 años que vive en Mérida, miembro de la asociación de debate político 25 de marzo, añade otra clave desde su experiencia en el activismo: “La dispersión de la población en núcleos rurales dificulta la articulación de la protesta. Existe malestar social, en especial por el extractivismo minero. Pero, aunque hay plataformas de rechazo, es difícil una coordinación. La energía de movilización sigue existiendo, pero este condicionante resta espacio a la reivindicación en la política extremeña y ese vacío lo aprovechan quienes buscan crear de vínculos con los grupos sociales usando la identidad”.

Cañada señala que, en paralelo a la luchas materiales —empleo, vivienda, servicios públicos—, hay margen para un discurso identitario alternativo al “costumbrismo reaccionario”. “En estos tiempos líquidos, como decía [el sociólogo Zygmunt] Bauman, no se puede ignorar la demanda de una comunidad, de una identidad, pero esta también puede vincularse al rechazo de la colonización económica, la defensa de los servicios públicos de todos y del territorio frente a la agresión medioambiental”.

También el politólogo Ángel Muelas cree que existe ese margen, del que ve un indicio en el éxito de Sanguijuelas del Guadiana, un grupo de tres jóvenes de la comarca de la Siberia que reivindican su raíz extremeña mediante una exigencia de más oportunidades para quedarse en su tierra. “Hay que romper con esa idea según la cual el extremeño o bien se queda con el aliciente de permanecer en una tierra que es como una foto fija, o bien se marcha a buscar el éxito fuera. El éxito es quedarse en una comunidad sólida, bien conectada, con buenos servicios públicos y un futuro por delante”, afirma Muelas.

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