La invasión de los ‘bloques cebra’: ‘el fast food’ inmobiliario
Reconocibles por sus franjas negras y blancas, la proliferación de estos edificios clónicos en toda España genera debate entre arquitectos y promotores
Proliferan desde hace años en ciudades de toda España. Edificios clónicos característicos por sus franjas blancas y negras. Los hay en centros y periferias. Anchos y en altura. A precios asequibles o de lujo. ¿Ejemplos? La operación Garellano en Bilbao. El barrio de Valdebebas en Madrid. Lezkariu en Pamplona. O Turianova en Valencia. Son las cebras o bloques cebra, un modelo de edificio que recibe furibundas críticas entre algunos arquitectos: alertan de que no pone en valor el oficio, no es sostenible, se cierra en sí mismo, no hace ciudad y tiene un impacto tremendo en el paisaje urbano. Las mismas voces reparten responsabilidades sobre su proliferación y señalan a promotoras, ayuntamientos, compradores o los propios arquitectos y sus colegios profesionales. Los promotores responden que es un producto que los clientes valoran y funciona, mientras el consejo de Colegios de Arquitectos conviene que el tiempo dirá cuál es el alcance del fenómeno y apuesta por “una arquitectura de calidad que se adapte al entorno”.
Todo este debate puede visualizarse en la cuenta de Instagram @bloque_cebra. Surgió de un chat de WhatsApp que comparten arquitectos amigos desde la universidad y que hoy trabajan en despachos o instituciones de Madrid, Barcelona, Holanda, Suecia o Hong Kong. Piden hablar en nombre del colectivo, para que su crítica no se asocie a un solo nombre. Lanzaron la cuenta en verano y ya suman dos millones de visitas al mes. “Surge de un hartazgo, de que la cebra se extiende y se impone y se normaliza. Tenemos mil localizadas por toda la geografía”, alertan. Hablan de “fast food inmobiliario”.
Y apuntan a los actores que han contribuido a su expansión: “Promotores que construyen con un sistema que está en una tabla de Excel donde todo se reduce a eficiencia y aparta la labor del arquitecto; unos ayuntamientos que quieren agilizar procesos y que les hagan la vida fácil; y colegios de una profesión que se ha precarizado y se dividen entre gente que hace concursos públicos y compite con buena arquitectura, pionera y sostenible; y otra que sobrevive haciendo cebras”, enumeran.
¿Cómo no nos hemos dado cuenta? “Es como en la teoría de la rana hervida a fuego lento, que se acostumbra porque la temperatura sube despacio; frente al brinco que daría una rana si la tiraras en agua hirviendo”, responden, apuntando a un cúmulo de causas. El trauma de la crisis de 2008 y el hartazgo de arquitectos estrella y caprichosos, así como una errónea identificación de la cebra como lo moderno y sostenible, dicen. Y “un triunfo del mercado creando imaginarios en su estrategia de venta que se supone que dan valor”: piscinas comunitarias, suelos radiantes, baños en suite, bañeras exentas, walking closets, halls de tres metros cuadrados, cocinas amarmoladas o trasteros. “Es disfuncional y obsoleto”, aseguran, y destacan que estos edificios no son solo para clases populares, sino que hay de todas las gamas: “Hay cebras de dos millones de euros y de alquiler social”. “Se ha obviado la responsabilidad pública y social de la arquitectura y tendrá consecuencias durante décadas”, vaticinan.
El arquitecto y experto de la Nueva Bauhaus Europea Jorge López Conde considera que puede haber “ejemplos buenos o malos” de cebras, “el problema es la homogeneización”, entiende. “Es un fenómeno español y único, con un gran impacto sobre el entorno construido. Son edificios que no están adaptados ni vinculados al clima ni construidos con materiales del entorno”, alerta: “Han llegado hasta Teruel, donde los anuncia una promotora con sede en la plaza del Torico [centro histórico de la ciudad]”.
El arquitecto Iñigo Berasategui, del despacho bilbaíno BeAr, escribió hace años un artículo sobre los cebra para dar respuesta a su entorno cuando le preguntaban por sus críticas a la zona de Garellano. El texto, El mundo cebra, se publicó en enero en la revista Patio y habla de una “plaga”, que se propaga por las ciudades, de una “cacofonía de claroscuros”, de “un mundo que no recoge los nobles valores de la comunidad”, echa en falta “el encuentro entre arquitectura y ciudad” y equipara las franjas negras de chapas y ventanas con “antifaces”. Berasategui analiza que “en un momento en el que la toma de decisiones es polémica, la arquitectura cebra opta por no tomar decisiones, incluso en los colores, no hay colores, hay blanco y negro, no se propone estética, no hay oposición” en unas construcciones basadas en una tabla de Excel donde “se optimiza y se hace el gasto mínimo en material”: una banda que es fachada y otra que son aperturas.
El arquitecto bilbaíno acepta que estamos en un momento de emergencia, de falta de vivienda, pero alerta de que hay cebra de todas las gamas y que la optimización tendrá “una huella brutal, creando una nueva imagen de las ciudades”. “En una época que hablamos de adaptar edificios al entorno, se hacen edificios exactamente iguales, muy buenos tienen que ser si sirven igual para Bilbao que para Málaga y en cualquier orientación, en el centro o en la periferia”, reflexiona. Y ve “una vorágine absurda” de la que no salva ni el interior ni el exterior: “Estos edificios se construyen de espaldas a la calle, con nula visión de barrio; y los interiores cebra son con suelos que imitan madera o porcelana, encimeras que imitan mármol o puertas de plástico que imitan pino”.
Javier Peña, también arquitecto, alma del festival Concéntrico y responsable de la revista del Colegio de Arquitectos de La Rioja, publicará en esta publicación una serie de cuatro artículos escritos por el colectivo @bloque_cebra “para generar conversación”. “Lo que genera antipatía es la repetición, barrios que son como islas” construidos por promotoras “que replican al por mayor, buscando la máxima rentabilidad: si la gente lo compra no necesitan innovar”. Peña, con todo, alerta de que “solo los arquitectos lo ven como un problema”. “Es como si al que hace o le gustaría hacer cine de autor le parece un horror una peli comercial, pero al público que paga la entrada le gusta”, resume.
Ante la tentación de equiparar estos nuevos polígonos con los que se construyeron en los años sesenta y setenta para albergar oleadas migratorias en las periferias, las voces consultadas ven diferencias. Las cebras no están pensadas para solventar una necesidad habitacional para población migrante o vulnerable en tiempo récord, muchas se venden a precios muy altos, señalan. Berasategui apunta que incluso los polígonos de VPO (Vivienda de Protección Oficial) “los hacían arquitectos, aquí no hay nadie pilotando la máquina”. El colectivo Bloque Cebra también ve diferencias entre las cebras y los polígonos de toldos verdes: “Entonces estaban vinculadas al lugar, eran reconocibles, cuidaban el espacio público, dialogaban con los equipamientos, eran el reflejo de la sociedad. Lo de ahora es un agujero donde pensar la arquitectura se ha desplazado, y donde no se genera vida, la gente que no pertenece no puede ver el interior, que se hiperprivatiza con piscinas y pistas de pádel y no hay comercio en los bajos”.
Desde el Consejo de Colegios de Arquitectos de España, el CSCAE, su presidenta, Marta Vall-llossera, anota que “a priori parecería que estos edificios son fruto de la aplicación de criterios dominados por la rapidez” y alerta del “riesgo de deshumanización y pérdida de identidad de cada ubicación”. La presidenta defiende que los colegios tratan de “concienciar que la buena arquitectura redunda en el interés general y debe adaptarse al entorno, con criterios medioambientales”. Y recuerda que la Ley de Calidad de la Arquitectura de 2022 reconoce como bien de interés general la profesión. Aunque todavía pendiente de desarrollo normativo, ya se aplica en concursos públicos, apunta. Pero en los proyectos privados, los visados velan por los parámetros técnicos.
El presidente APCE, la patronal de los promotores, Xavier Vilajoana, rechaza el calificativo de edificios cebra y explica que si los promotores apuestan por la fórmula es “porque es un producto que funciona y tiene clientes” A propósito de la calidad arquitectónica, precisa que “los conciben arquitectos”. Vilajoana niega que se trate solo de una cuestión de costes, y asegura que al tener un porcentaje de piezas prefabricado, “la necesidad de mano de obra es menor, y esta es la principal razón de su construcción en un sector donde falta mucha mano de obra cualificada”. Sobre la sostenibilidad de los edificios, señala que la obra nueva tiene estándares muy elevados, y que la mayoría de la obra nueva tiene calificación A o B, las superiores. Y respecto a la ausencia de comercio en los bajos, alerta de que “hay centenares de edificios con plantas de calle comerciales cerradas: pensar que el comercio atrae clientes no es matemático, no llevas el comercio allí donde quieres”.
Preguntados por esta tipología de edificios, desde la mayor promotora de España, Neinor, anotan que el diseño de sus construcciones los realizan “los mejores estudios de arquitectura a nivel nacional” que contratan. “Cuentan con profesionales del diseño que incorporan las últimas tendencias en diseño y estética, ofreciendo propuestas contemporáneas (más allá de las preferencias estilísticas de cada uno)”, indican. También se refieren a las exigencias del Código Técnico de la Edificación de 2006, que impuso mayores requisitos de impermeabilización y aislamiento de las fachadas, “lo que ha tenido como una de las consecuencias un menor empleo del ladrillo, hacia otros modelos en los que priman las fachadas ventiladas de mucha mayor calidad y mayor coste de construcción”. De ahí el uso de grandes placas de hormigón polímero y GRC [hormigón reforzado con vidrio], que ofrecen posibilidades en la construcción industrializada o semindustrializada, dicen. Por último, señalan a la demanda: “Los ciudadanos buscan viviendas nuevas con terraza”. “El resultado de combinar edificios con terrazas corridas y el uso de estas grandes piezas industrializadas en las franjas horizontales define en gran medida su aspecto exterior”, un aspecto, añaden, que completan “los vidrios oscuros y la predominancia del color blanco y sus gamas, una tendencia dominante en la decoración actual”.