El otoño del ‘reset’

Si el acuerdo de financiación llega a buen puerto, puede llevar al punto de partida: el proyecto de Estatut promovido por Pasqual Maragall y pactado en el Parlament en 2005

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, junto a los 16 consejeros de su gobierno en Poblet.Quique Garcia (EFE)

Este otoño puede traer el reset que la política española necesita para tratar de superar el conflicto que la ha condicionado en los últimos 15 años. El nuevo Gobierno catalán presidido por Salvador Illa ha elegido Poblet para echar a andar. No es ninguna casualidad: con esta elección enmarca la idea de un nuevo comienzo, inspirado en el momento refundacional protagonizado por Josep Tarradellas con la restitución...

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Este otoño puede traer el reset que la política española necesita para tratar de superar el conflicto que la ha condicionado en los últimos 15 años. El nuevo Gobierno catalán presidido por Salvador Illa ha elegido Poblet para echar a andar. No es ninguna casualidad: con esta elección enmarca la idea de un nuevo comienzo, inspirado en el momento refundacional protagonizado por Josep Tarradellas con la restitución de la Generalitat tras el franquismo. Tanto ERC como Junts tienen convocados congresos en los que deberán revisar la estrategia seguida hasta ahora. Y el PSOE ha adelantado el suyo para refrendar el giro estratégico que Pedro Sánchez promueve para superar la crisis constitucional que se inició en 2010, con la sentencia que desnaturalizó el Estatut aprobado en Cataluña por una amplísima mayoría.

El acuerdo entre el PSC y ERC para la investidura de Salvador Illa es mucho más que un pacto para formar gobierno en Cataluña, que ahora mismo es la mayor reserva electoral del PSOE en España. El nuevo modelo de financiación para Cataluña es el nudo gordiano del que ha de salir un nuevo equilibrio territorial y una fórmula que permita superar el conflicto. Las fuertes resistencias que suscita indican la trascendencia que tiene.

Este pacto desbarata la posición de quienes, a uno y otro lado, solo contemplan como aceptable la derrota total del otro. Por eso unos interpretan que el procés ha muerto asesinado por los traidores de la causa independentista que han sucumbido al poder del Estado, y otros que el procés ha triunfado, porque la Generalitat sigue teniendo en Salvador Illa un presidente independentista. Pura hipérbole, tanto de los irreductibles del independentismo como de los irreductibles del “a por ellos”, incluidas algunas voces que se presumían moderadas y que han pasado el Rubicón del integrismo antiindependentista. Ambos se resisten a aceptar la realidad: que España no puede vivir contra Cataluña ni Cataluña salir de España porque ninguno de los dos nacionalismos que abanderan la pugna tiene la fuerza suficiente para aniquilar al otro. Lo quieran o no, eso es así. Quienes, cuando pudieron, no quisieron evitar el conflicto porque les daba réditos electorales, tampoco quieren ahora la solución. Ninguna solución.

Si el acuerdo de financiación aún pendiente de concretar llega a buen puerto, puede ser el reset que lleve al punto de partida: el proyecto de Estatut promovido por Pasqual Maragall y pactado en el Parlamento catalán en 2005. Aquel texto ya preveía una fórmula de corresponsabilidad fiscal en la que la agencia tributaria catalana recaudaba y gestionaba los impuestos, fijaba la aportación por los servicios del Estado en Cataluña y establecía una contribución a la solidaridad territorial.

El pacto fiscal que ahora se promueve puede ser, como sostiene el exconsejero de Economía Antoni Castells, el embrión de un modelo de financiación de corte federal como el que rige sin mayores problemas en Alemania. En el marco constitucional español eso significa delegar la capacidad fiscal que corresponde al Estado a la nueva agencia tributaria catalana, un camino que por cierto abrió José Maria Aznar en 1996 para conseguir los votos de CiU a su investidura como presidente del Gobierno de España, después de haber jurado y perjurado que nunca pactaría con los nacionalistas.

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