El independentismo exige un marco de confianza con Sánchez antes de negociar

Puigdemont y el presidente en funciones carecen de un acuerdo de mínimos que PSOE y ERC sí han logrado mantener esta legislatura

El entonces líder del PSOE, Pedro Sánchez y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en una foto de 2016, durante su encuentro en el Palau de la Generalitat.Albert Garcia

“Pagar por adelantado a un tío al que no le comprarías un coche de segunda mano es un deporte de riesgo”. Así se refirió el expresident Carles Puigdemont, en julio, al aspirante a la reelección como jefe del Gobierno, Pedro Sánchez. La metáfora del mundo del motor revela una de las grandes falencias del incierto proceso de negociación para que el PSOE y Sumar repitan en La Moncloa: ...

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“Pagar por adelantado a un tío al que no le comprarías un coche de segunda mano es un deporte de riesgo”. Así se refirió el expresident Carles Puigdemont, en julio, al aspirante a la reelección como jefe del Gobierno, Pedro Sánchez. La metáfora del mundo del motor revela una de las grandes falencias del incierto proceso de negociación para que el PSOE y Sumar repitan en La Moncloa: sin generar un marco de confianza previo, los independentistas ven aún más difícil pasar al resto.

Confianza. En el entorno del expresident, en estos días bunkerizado entre la pausa estival y los llamamientos a “máxima precaución”, ven de momento el primer escollo real para negociar en serio más en el cómo que en el qué. El regreso de Jordi Turull, número dos de Junts, tras unos días en Brasil hará que cierto aire corra, pero no altera el guion: Puigdemont bajo los focos y Sánchez, al tener las fichas blancas, es quien debe mover primero. “Que empiece por poner una propuesta, no por intentar limitar a lo que aspiramos”, reflexiona una voz cercana al expresident y que responde a las quejas de “maximalismo” con las que el ministro Félix Bolaños se refería a la exigencia de la amnistía y el referéndum.

Dos noticias de la semana pasada fueron utilizadas por el líder en rebeldía en Bélgica para sostener su idea de que, al final de cuentas, al otro lado no hay en quién confiar. Por un lado, la flor de un día que ha sido la propuesta de Sumar para el uso de las lenguas cooficiales en Las Cortes y que rápidamente sepultó el PSOE. Por otro, que se intente presionar a los empresarios catalanes con inversiones anunciadas hace años para que se decanten sobre si apoyan a Sánchez.

“El proceso de reforma suele ser una estrategia para hacer perder el tiempo haciendo ver que arreglas un problema que en realidad te importa un rábano”, dijo Puigdemont respecto a cómo los socialistas, esta legislatura, han bloqueado el catalán en el Senado. Y en su entorno, donde se vive con la crítica constante a cómo ha llevado ERC el diálogo, aprovechan para recordar el rimbombante anuncio de la última mesa de diálogo, el 27 de julio del año pasado, para que se pudiera usar el catalán en la Eurocámara y por el que no se ha movido ni una hoja.

La relación entre Sánchez y Puigdemont no es nula. Incluso compartieron sofá en marzo de 2016. El socialista visitó el Palau de la Generalitat, con ánimos de “deshielo” y tuvieron tiempo para hablar de la Constitución y del Estatut y entonces ya el presidente en funciones dejó claras sus líneas rojas. En ese encuentro, el líder catalán midió el aceite a un socialista que después tuvo que probar su valía a los suyos y apoyar la aplicación del artículo 155.

El puente de Aragonès

“Yo puedo hablar por mí”, respondió Sánchez, en noviembre de 2022, cuando se le preguntó si el fundador de Junts mentía al revelar que un emisario del Gobierno le había propuesto “soluciones felices” para poner fin a su huida. El eurodiputado de Junts volvió a poner hace unos días el tema en el debate público y, pese a los respectivos desmentidos, los teléfonos siguen sonando.

En ERC les suena la película. El propio Sánchez y el president Pere Aragonès tuvieron que construir poco a poco la credibilidad mutua para garantizar cumplir los acuerdos que derivaron en la pasada investidura. Ambos construyeron un puente colgante, endeble, que el escándalo de espionaje de Pegasus o el no a la reforma laboral de los republicanos estuvieron a punto de llevarse por delante. Pero, con todo, que ha permitido hitos antes impensables como la concesión de los indultos o la reforma del Código Penal.

Quedan 10 días para la constitución de las Cortes y no hay tiempo para que haya cemento armado entre Madrid y Waterloo. En el entorno del expresident deliberadamente callan cuando se pregunta si una reunión cara a cara solucionaría algo. E insisten en las dos máximas: Puigdemont a los focos y Sánchez con la obligación de mover ficha.

Esquerra y "el café para todos"

Esquerra también cree que el precio del sí en la investidura pasa por un acuerdo sobre el conflicto político pero, a diferencia de Junts, no descarta negociar también de temas sectoriales. El más espinoso, la financiación. Su portavoz, Marta Vilalta, insiste en que Gobierno y Generalitat hablen de tú a tú, no para “eliminar la solidaridad” interterritorial, sino con el objetivo de acabar con los “agravios” que, asegura, aguantan los catalanes.

“Ya sabemos que una negociación multilateral, un café para todos, no servirá”, afirmó ayer en una entrevista a Efe. Cataluña es la tercera comunidad que más aporta pero es la décima en la liquidación.


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