Barcelona o la alfombra roja del PP al independentismo

Feijóo afronta una crisis de credibilidad si da vía libre a un alcalde secesionista en la capital catalana mientras afea a Sánchez sus pactos con ERC

Los principales candidatos a la alcaldía de Barcelona en la fotografía convocada por EL PAÍS el pasado 27 de mayo.Albert Garcia

Antes de desear mucho una cosa hay que pensarlo bien porque, a veces, los deseos se hacen realidad. Que se lo pregunten si no al PP de Barcelona. Y es que mientras Alberto Núñez Feijóo hacía campaña por toda España acusando a Pedro Sánchez de venderse a “separatistas” y “terroristas”, en la capital catalana su candidato, Daniel ...

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Antes de desear mucho una cosa hay que pensarlo bien porque, a veces, los deseos se hacen realidad. Que se lo pregunten si no al PP de Barcelona. Y es que mientras Alberto Núñez Feijóo hacía campaña por toda España acusando a Pedro Sánchez de venderse a “separatistas” y “terroristas”, en la capital catalana su candidato, Daniel Sirera, imploraba apoyos para abandonar la irrelevancia y ser “decisivo” en el futuro ayuntamiento. Cosas de la vida, los deseos de Sirera se han cumplido y, con sus cuatro concejales, el PP se ha convertido en árbitro de la situación. Por acción u omisión puede permitir que gobierne un partido “separatista”, en este caso el Junts de Xavier Trias y Carles Puigdemont, o que lo hagan los socialistas con otros apoyos por la izquierda.

Como candidato del partido más votado, Trias puede alcanzar la alcaldía con sus once concejales de un total de 41 si nadie logra una mayoría alternativa que sume 21. El único en disposición de hacerlo sería el socialista Jaume Collboni en una operación que no es fácil pero que tampoco es imposible si tenemos en cuenta acuerdos del pasado en la misma institución. El acuerdo más ensayado históricamente en Barcelona ha sido el del tripartido de izquierdas con Esquerra Republicana y los comunes o sus antecesores de Iniciativa. Pero una vez ERC parece haberse decantado para volver a las andadas con un frente independentista, la única solución si alguien quiere evitar un ayuntamiento independentista en la capital catalana y segunda ciudad española es que el socialista Collboni logre apoyos para la investidura tanto de sus antiguos socios de los comunes como del PP. Ecuación complicada, sí, pero no necesariamente imposible si el PP fuera consecuente con el discurso de Alberto Núñez Feijóo.

Las conversaciones entre partidos están en plena ebullición y el PP va dando señales de que, más allá de quejarse, no quiere hacer nada para evitar un gobierno independentista. No se entiende si no la voracidad de sus peticiones. Por una parte descarta totalmente, dice, apoyar a un alcalde independentista. Pero por otra parte ha presentado un listado de 43 exigencias para llegar a cualquier acuerdo. Lo que piden es volver a dar barra libre a la construcción de hoteles en una ciudad turísticamente saturada como es Barcelona, rebajar la tasa turística, paralizar las peatonalizaciones de calles, no aplicar la regulación de los precios de los alquileres y acabar con la obligatoriedad de reservar el 30% de las nuevas promociones para vivienda social. En resumen, piden aplicar la versión barcelonesa de la tan cacareada “derogación del sanchismo”. Aquí se traduce como “derogar el colauismo”. El problema es que derogarlo implica también cargarse las medidas que los socialistas han aprobado como socios de la hasta ahora alcaldesa y, de paso, retroceder varios años en la aplicación de las medidas contra la contaminación, algo que pondría la ciudad ante el riesgo de nuevas sanciones de la Unión Europea.

Además de estas condiciones, el PP lo complica todavía más pidiendo a Collboni que no meta en su gobierno ni a Ada Colau ni a nadie de los comunes, un partido que ha logrado nueve concejales, más del doble que el Partido Popular. Y un partido, además, imprescindible para que los socialistas logren la alcaldía. A nadie debería sorprender pues que muchos electores se acaben preguntando si, en realidad, lo que busca el PP es que Barcelona vuelva a ser un refugio institucional del independentismo para volver a poner en marcha la rueda del procés. Es esto o una contradicción absoluta. Al fin y al cabo, pueden pensar muchos, los independentistas no deben ser tan peligrosos si quien les pone la alfombra roja en Barcelona es el mismísimo Partido Popular.

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