No fue un ‘todos contra Colau’
Los candidatos del PSC, ERC y Junts insisten en el desánimo de Barcelona en el debate de la SER y EL PAÍS
Los candidatos han presumido, en general, de haber llegado al estudio andando o en transporte público. “El zapato es el principal medio de movilidad de la ciudad”, ha proclamado Jaume Collboni, y Xavier Trias ha marcado territorio asegurando que había venido a pie para poder “ver este hotel nuevo que hay aquí delante” (el hotel ME de la calle Casp, delante de ...
Los candidatos han presumido, en general, de haber llegado al estudio andando o en transporte público. “El zapato es el principal medio de movilidad de la ciudad”, ha proclamado Jaume Collboni, y Xavier Trias ha marcado territorio asegurando que había venido a pie para poder “ver este hotel nuevo que hay aquí delante” (el hotel ME de la calle Casp, delante de la sede de la SER y El País en Barcelona); detalle pro-turístico por si alguien saltaba y se enzarzaban ya a confrontar modelos (por alguien entiéndase Ada Colau).
El primer debate electoral de Barcelona, con los big four, despertaba mucha expectativa: unas cuarenta personas dentro del estudio, entre prensa, asesores y un lector elegido como invitado especial. Más de uno y más de dos llegaban con la convicción de que asistirían a un remedo de Kill Bill, aquella película en la que Uma Thurman, en solitario, se enfrenta catana en mano a una legión de oponentes agresivos: no hace falta que les diga quién habría sido Thurman. Pero lo cierto es que, tras el planteamiento general en que Collboni, Trias y Ernest Maragall han insistido en el desánimo, tristeza o falta de autoestima que, supuestamente, sufre la ciudad, no hemos asistido a un todos contra Colau.
Al socialista Collboni le ha resultado complicado el equilibrismo entre la defensa de la acción de un Gobierno municipal del que ha formado parte y las propuestas de cambio de rumbo. Ernest Maragall ha tratado de introducir el asunto de Rodalies, obediente a la línea marcada por la dirección nacional de Esquerra Republicana, pero no ha tenido demasiado éxito, y en general ha tratado de dar una imagen de sensatez, llegando a aceptar incluso alguna idea de los rivales. Muy al contrario, Xavier Trias disparaba a bocajarro y sin freno, a degüello contra la alcaldesa a la que ha acusado en dos ocasiones de inventarse datos, mientras utilizaba términos como “colapso” o “desastre”, y se atribuía la representación de “la gent”, concepto tan vago como omnicomprehensivo. Que el alcaldable de Junts, perdón, de Trias per Barcelona, defiende una candidatura férreamente personalista se ha evidenciado al asegurar que no hay que “leer los papeles” del programa de JxC sino escucharle a él.
En cambio, Jaume Collboni cita las siglas del PSC a poco que le pregunten. Colau ha intentado un abrazo del oso a los otros candidatos de izquierdas con una defensa de la coalición que ha incomodado a Ernest Maragall. El cabeza de lista de ERC se ha presentado en el minuto final con una leve pausa entre su nombre y su apellido, dándole solemnidad a ese “Maragall” que aún hoy despierta admiración transversal y del que todos quieren apropiarse.
Terminado el debate, y mientras todos y todas se saludaban con cordialidad -si por dentro deseaban morderse la yugular han sabido fingir con estilo-, se me ha ocurrido que prácticamente nadie ha comentado nada sobre suciedad o inseguridad: la rueda de los asuntos mediáticos urgentes no se detiene jamás.
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