La Barcelona invadida por las terrazas: “En el comedor de mi casa es imposible mantener una conversación”
Ciudadanos y restauradores enfrentados por el número de negocios en los ejes principales de la ciudad discuten entre la necesidad de mantener la actividad económica o garantizar el descanso
“Los vecinos de la ciudad nos unimos para defender nuestros derechos fundamentales: el descanso, la salud y la vida digna”. Así de contundente sonaba una de las proclamas que reivindicaron un grupo de vecinos el pasado 16 de junio frente al Consistorio de Barcelona. Fue la primera manifestación en la que se imploraba reducir el ruido que miles de ciudadanos soportan a diario dentro de sus casas. Un exceso de decibelios que los manifestantes atribuye...
“Los vecinos de la ciudad nos unimos para defender nuestros derechos fundamentales: el descanso, la salud y la vida digna”. Así de contundente sonaba una de las proclamas que reivindicaron un grupo de vecinos el pasado 16 de junio frente al Consistorio de Barcelona. Fue la primera manifestación en la que se imploraba reducir el ruido que miles de ciudadanos soportan a diario dentro de sus casas. Un exceso de decibelios que los manifestantes atribuyen, principalmente, a las terrazas de bares y restaurantes. La Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona (FAVB) exige al Ayuntamiento que sancione y aplique la ordenanza para controlarlas. Para ello, ha elaborado un mapa de saturación, con algunas calles en rojo, como Enric Granados, paseo de Sant Joan, Blai, rambla del Poble Nou o avenida de Gaudí.
Los vecinos han desatado una guerra contra los restauradores y en la coalición de gobierno municipal —Bcomú y PSC— hay, de nuevo, diferencias de opinión en cómo afrontar un problema de equilibrios entre economía, turismo e imagen de la ciudad, por una parte, y descanso y salud de los vecinos, por otra. “Hasta 2019 en Barcelona había más de 6.000 licencias de terrazas que suponían 25.000 mesas. Con la covid se incrementó, temporalmente, con 3.600 licencias más y 10.000 mesas. Es una cifra excesiva. Tenemos el número más grande de terrazas por metro cuadrado de toda Europa y, está claro que genera problemas”, señala Pere Mariné, vocal de la FAVB.
La Federación ha recopilado 800 fotos e interpuesto más de 200 denuncias por incumplimientos en decenas de terrazas de la ciudad y ha presentado en el Consistorio un documento donde alerta de que en varias calles —Enric Granados, paseo de Sant Joan, Blai, rambla del Poble Nou, avenida de Gaudí…— la “saturación” de terrazas entra en conflicto con el descanso de los vecinos. “El problema es la concentración excesiva. En lugares como Enric Granados la masificación acaba creando una dinámica de ruido y gente que crea unos problemas que acaba pagándolos la salud de los vecinos”, indica Mariné. También señala los “conflictos relacionados con la seguridad y la ocupación del espacio público” que conlleva la acumulación de gente. “Sabemos que si se cumpliera la normativa vigente se reducirían el 90%” de ellos, denuncia, en lugares donde “la mayoría de los clientes de las terrazas son turistas y las víctimas son los vecinos”.
EL PAÍS ha recopilado los datos de terrazas en algunas de las zonas. Solo en la calle de Enric Granados hay 82 terrazas con 331 mesas en las cuales hay permiso para instalar 1.324 sillas. Los registros contrastan con el número de vecinos empadronados: 1.695 personas. Jordi Badia pertenece a la asociación SOS Enric Granados: “Cada día es un sin vivir”. Badia reconoce que hasta hace pocos días estos restaurantes tenían que cerrar a las 00.00 de domingo a jueves y a la 1.00 los viernes y sábados y que el Ayuntamiento ha reducido en una hora el horario de apertura de estos establecimientos. Aun así, para Badia no es suficiente: “En mi comedor es imposible mantener una conversación con la ventana abierta de la cantidad de ruido que entra. En nuestra calle se ha acabado con el pequeño comercio, han aumentado mucho los precios de los alquileres de locales y el grado de saturación de restaurantes es tan exagerado que para combatir con este malestar solo es posible la sanción y la no renovación o retirada de licencias”. En Enric Granados están acostumbrados a dormir gracias a pastillas. “Las terrazas supuestamente se cierran pero los bares siguen hasta las 3.00 y la gente gritando en las calles hasta las 4.00 o las 5.00 de la madrugada”, lamenta.
El primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), cree en las soluciones quirúrgicas: “En Barcelona no hay un problema con las terrazas. Sí que es verdad que hay algunas zonas tensionadas a nivel acústico, pero no podemos meter a todas las terrazas en el mismo saco. Las terrazas generan seguridad, movimiento económico, es cultura mediterránea… En las calles tensionadas ponemos en marcha los planes de uso para que la economía sea diversa y no haya un monocultivo comercial. También aplicamos allí las limitaciones de horarios”. Collboni ha negociado en los próximos Presupuestos que se mantenga una bonificación del 75% en la tasa de terrazas. “Es un sector muy afectado por la crisis y muy endeudado. Con la ampliación de terrazas covid les ayudamos y, gracias a ello, salvamos 2.000 puestos de trabajo. Ahora estamos en otra etapa y es obvio que donde haya concentración hay que poner un límite en favor de la convivencia”.
Enric Granados es, sin duda, la calle más saturada del Eixample pero no es la única. En la calle de Aribau hay empadronados 5.464 vecinos, hay 65 terrazas con 194 mesas y 670 sillas. En el paseo de Sant Joan hay 4.954 empadronados y 45 terrazas, 333 mesas y 1.332 sillas. El concejal del Eixample, Pau Gonzàlez (BComú), mantiene que el número de terrazas no puede incrementarse sino lo contrario. “Hemos analizado varios puntos de la ciudad y en siete calles del Eixample —Aribau, Enric Granados, Muntaner, Parlament, Rambla Catalunya, avenida Gaudí y paseo de Sant Joan— hemos comprobado que hay una especial saturación, por lo que no podemos mantener las terrazas covid, que en estas calles son 144″, mantiene Gonzàlez. Los restauradores que consiguieron terraza covid —la mayoría eran ampliaciones de terrazas ya existentes— siguen presentando recursos para conservar el privilegio que se les concedió durante la pandemia. Los vecinos mantienen que aunque se eliminaran todas las terrazas covid el número seguiría siendo incompatible con el descanso. “Apoyaremos a la restauración pero seremos muy exigentes en garantizar el derecho de los vecinos. Optaremos por fomentar la inspección y sancionar a aquellos empresarios que no estén cumpliendo horarios, que tengan más mesas de las permitidas y que hagan imposible la vida en nuestras calles”, defiende Gonzàlez.
En Poble-sec hay una vía que se caracteriza por la presencia continua de terrazas: la calle de Blai. En ella viven 1.128 vecinos y hay 38 terrazas con 152 mesas y 608 sillas. El Concejal de Sant-Montjuïc, Marc Serra (BComú), admite que hay un problema: “Durante muchos años hubo barra libre y se instaló en la calle un monocultivo basado en la restauración y el ocio nocturno que en una calle tan corta crea un impacto en los vecinos”. En el primer mandato de Colau se aprobó un plan de usos que no permite abrir nuevos bares en Blai y se redujo en una hora el horario de terrazas (un plan que luego se ha replicado en otros puntos de la ciudad, como en Enric Granados). “Ahora también hemos dado la posibilidad a los vecinos para que puedan pedir subvenciones para insonorizar sus viviendas”, anuncia Serra. “Son medidas de microcirugía para hacer compatible la restauración con el descanso vecinal”, concluye el concejal.
En la rambla de Poblenou sucede algo muy similar. Allí hay empadronados 4.354 vecinos y hay 57 terrazas con 289 mesas y 1.156 sillas. El concejal de Sant Martí, David Escudé (PSC), mantiene que “a la espera de los informes de sonometría” no existe un gran conflicto en la zona. “En la rambla de Poblenou no había un problema de ruido sino de ocupación del espacio público, pero vecinos y restauradores llegaron a un acuerdo y desde hace años vivimos con tranquilidad en este eje”, mantiene Escudé.
“El único problema que ha habido con las terrazas es cuando han faltado por la covid”, sostiene el director del Gremio de Restauración de Barcelona, Roger Pallarols. “En esta ciudad hay 40 personas que la única posición que tienen es el ‘no’ a todo. Su modelo es el del toque de queda y tienen una verdadera obsesión con la hostelería. El problema es que el gobierno de la ciudad ha dado cabida a ese discurso y ha roto el pacto de horarios impuestos a la restauración”. Hoy la mayoría de terrazas se puede cerrar a las 00.00 de domingo a jueves y a la 1.00 los viernes y sábados. Estos horarios se han reducido una hora en zonas como Blai, Enric Granados, plazas de Gràcia… “Ya teníamos uno de los horarios más restrictivos de España y ahora nos lo reducen todavía más”, lamenta Pallarols. Además, considera que el Ayuntamiento utiliza a los restauradores como cabeza de turco. “Las terrazas no son el problema. Lo son la inseguridad, los botellones, el incivismo… asuntos que el Ayuntamiento no quiere solucionar y prefiere echarnos la culpa a nosotros”, lamenta. El director del gremio acusa al Consistorio de desleal con los empresarios de la restauración. “Durante la covid se permitieron 3.600 licencias extraordinarias de las que 2.800 pidieron su consolidación. El Consistorio aseguró que la mayoría lo conseguiría pero hemos comprobado que el 70% se han denegado”, lamenta.
Las terrazas en cifras
En Barcelona hay 6.115 licencias de terrazas a las que deben sumarse las 3.600 extraordinarias que se concedieron durante la pandemia. La mayoría de licencias extraordinarias, 2.800, han pedido consolidarse.
La tasa actual de terrazas es, según el Gremio de Restauración de Barcelona, una de las más caras de España. En 2019 una mesa en paseo de Gràcia costaba 1,05 euros al día y el equipo de gobierno propuso una subida de precio para 2020 de 3,51 euros día. Esta cifra fue con la pandemia bonificada y reducida un 75%. La bonificación sigue vigente por lo que una mesa de una terraza en paseo de Gràcia cuesta ahora 0,87 céntimos al día. En Enric Granado costaba 0,55 euros una mesa al día en 2019. En 2020 debía costar 2,34 pero con la bonificación están pagando 0,58 euros por mesa al día.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal