La emancipación de Esquerra Republicana
La ruptura con Junts y la incierta aventura del Govern en solitario dibujan la apuesta de futuro del partido
El tira y afloja para asegurar el trámite de los Presupuestos Generales del Estado ha dado pábulo a la principal crítica que los socialistas hacen de los republicanos: nunca es posible fiarse completamente de ellos. En las filas de Esquerra contraponen esa idea a “su compromiso con la ciudadanía” en un momento de crisis, evitando el adelanto electoral en Cataluña...
El tira y afloja para asegurar el trámite de los Presupuestos Generales del Estado ha dado pábulo a la principal crítica que los socialistas hacen de los republicanos: nunca es posible fiarse completamente de ellos. En las filas de Esquerra contraponen esa idea a “su compromiso con la ciudadanía” en un momento de crisis, evitando el adelanto electoral en Cataluña tras la ruptura, hace tres semanas, con Junts. ERC degusta cómo sería ocupar la centralidad política, pero con el vértigo de hacerlo en precariedad. Sin explicar aún cómo avanzará con solo 33 de 135 diputados en el Parlament, camina sobre hielo y se juega la credibilidad para llegar en forma a las elecciones municipales.
Hace un par de años, nadie habría apostado su dinero al escenario resultante de la enésima pelea entre los exsocios secesionistas: ERC gobierna en solitario y en minoría en la Generalitat, después de que un president republicano fulminara a su número dos, de Junts, y se enviara a la papelera al binomio político que ha guiado el Govern en la última década. En Madrid, por su parte, se evita el histrionismo que en su día fue marca de la casa para reforzar la confianza y así “mantener vivas las negociaciones en marcha”.
Una manera de asumir la política muy alejada de la época en que las siglas de ERC eran sinónimo de cainismo y bronca. Y de partido muleta, primero para los 23 años de pujolismo y después, en la suma con el PSC e Iniciativa, para el tripartito. El responsable de la poca o mucha solvencia que ahora cada quien le dé a ERC es Oriol Junqueras. En 2011, el historiador llegó a la presidencia del partido en medio del río revuelto que dejó el no en el referéndum sobre el Estatut en 2006 —una campaña que lideró un joven llamado Pere Aragonès— ; la lucha fratricida entre el aparato y los cargos del Govern y la pérdida de la mitad de los votos y escaños en los comicios catalanes de 2010.
El también eurodiputado no solo organizó la casa, donde antes del procés convivían el alma más esencialista y la que, dentro del espacio más amplio del soberanismo, privilegia el proyecto de centroizquierda. Sin su hiperliderazgo habría sido imposible que ERC saliera viva del contorsionismo entre la unilateralidad defendida en 2017 y la búsqueda de la vía pactada, incluso con su líder y exconsejeros en prisión o a la espera de la resolución de causas judiciales por el 1-O.
“Independencia visual”
Dentro de dos semanas, gracias a una reforma en los estatutos del partido, el tándem Junqueras-Marta Rovira podrá superar el límite de 12 años al frente de la formación. Justamente fueron ellos dos quienes le dieron a Aragonès las riendas del partido tras la huida de la secretaria general a Suiza. En este momento, sin embargo, ambos le hacen sombra pese a esfuerzos de calado como el de esta semana a reunirse con Comisarios Europeos en Bruselas y “su liderazgo no le permite [a Aragonès] tener la independencia visual y consolidar su estilo propio”, opina el politólogo y exdirector del Centre de Estudis d’Opinió de la Generalitat, Gabriel Colomé. Los datos del barómetro que esa entidad hizo en marzo pasado sustentan la tesis del también exportavoz del PSC en Barcelona de que el jefe del Govern sigue sin coger vuelo: la mitad de catalanes no sabe quién es su president.
“El sueño de ERC es reproducir lo que en los años 80 y 90 fue el pujolismo”, explica el periodista e historiador Manel Lucas, autor de Breve Historia de ERC. Esa idea se presta a muchas caricaturas si se limita a explicar que se busca volver a negociar en Madrid con el estilo peix al cove (apoyar el Gobierno central a cambio de competencias) pero va más allá. “Quieren imponer su marco mental, el eje que sostenga el entramado político en Cataluña y abarcar desde el centro hasta la izquierda, con la independencia como objetivo”, agrega Lucas.
Una música muy similar a la que se usó para justificar la nueva composición de su Govern en minoría, con independientes de filiación clara a los espacios socialista, convergente y de los comunes. De ahí el ahínco en cerrar en solo cinco días el agujero que dejó Junts: siete consejeros y 250 cargos eventuales. Había que mostrar que se tiene músculo para sostener esa posición central a la que aspira.
Toni Aira, profesor de comunicación política UPF-BSM, cree que ERC tiene aún pendiente probarse como formación solvente y creíble. Algo que chirría con que, por ejemplo, los republicanos han estado seis años al frente del Departamento de Economía. “Internamente, siguen sin acabarse de creer que son el principal partido dentro del bloque independentista y actuar en consecuencia. Sienten que no les es reconocida”, opina. ERC, efectivamente, mostró que está capacitado para cumplir remodelando el Govern, pero llenar los cargos medios está implicando un ejercicio de vaciado de puestos claves en el partido o en el Parlament. Algunos nombres de la cantera saltan a la primera línea, como es el caso de Natàlia Mas, titular de Economía.
Aira, también autor de La otra guerra de sucesión, sobre el contencioso entre Junts y ERC tras 2017, señala cómo ese discurso de falta de cumplimiento de los acuerdos se repite tanto en Madrid como en Barcelona y no solo por Junts. PSC, comunes y CUP se lo recuerdan día tras día en el Parlament. ERC lo ve distinto y cree que es con él con quien nadie cumple. “Si tienes un problema de fondo con la credibilidad, ¿qué talento atraerás?”, se pregunta Aira.
La ruptura con Junts ha dejado en ERC una sensación de liberación. Los exsocios, curiosamente, piensan lo mismo. “Ahora podemos ser nosotros mismos”, recordó ayer Jordi Turull en el Consejo Nacional de la formación en Vic. Un vaso que terminó por derramarse y que antes también incluyó episodios bastante extremos: Roger Torrent, por ejemplo, bloqueó la investidura de Carles Puigdemont en 2018. En los incidentes de hace tres meses, ERC jugó mejor sus cartas y ganó la que puede ser la partida más importante hasta ahora. El tiempo dirá si es más por haber ganado cintura política o por la debilidad actual de Junts.
En ERC esgrimen el historial de triunfos electorales. Las próximas municipales serán una prueba de fuego. Primero, porque dos victorias en esa cita ya afianzan la tendencia en contra de Junts pero también del PSC. En la Cataluña interior, la ruptura del bloque independentista se interpreta muy diferente que en las zonas urbanas. ¿ERC logra de verdad ampliar la base, como asegura? En 2016, la formación tenía 8.244 afiliados. El año pasado, 9.331. “ERC en las encuestas no consigue romper el techo de cristal de los 40 diputados”, explica Colomé.
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