Una mañana en el restaurante de las nuevas oportunidades: “Aquí me siento cuidado”
La Fundación El Llindar abre ‘La Pau’, un negocio de restauración en el centro de Barcelona donde trabajan (ex) alumnos excluidos del sistema educativo
La vida de Cheikhou Balde, el jefe de sala del restaurante La Pau, cambió un día a principios de 2016 cuando cayó en un parque de Barcelona víctima de un ataque de asma. Llevaba un tiempo sin techo ni comida, y arrastraba el problema respiratorio que lo llevó a salir de Senegal unos meses antes, con ayuda de sus padres, cuando tenía 17 años. En el parque, la gente pasaba, hasta que alguien llamó a una ambulancia. Le dieron oxígeno, comida y tres inhaladores. Y le recomendaron que fuera a Cáritas, donde le proporcionaron una habitación durante tres meses. Fue entonces cuando le hablaron por pri...
La vida de Cheikhou Balde, el jefe de sala del restaurante La Pau, cambió un día a principios de 2016 cuando cayó en un parque de Barcelona víctima de un ataque de asma. Llevaba un tiempo sin techo ni comida, y arrastraba el problema respiratorio que lo llevó a salir de Senegal unos meses antes, con ayuda de sus padres, cuando tenía 17 años. En el parque, la gente pasaba, hasta que alguien llamó a una ambulancia. Le dieron oxígeno, comida y tres inhaladores. Y le recomendaron que fuera a Cáritas, donde le proporcionaron una habitación durante tres meses. Fue entonces cuando le hablaron por primera vez de la fundación El Llindar, un centro de los conocidos como escuela de nuevas oportunidades que marcó su camino.
“Cuando llegué a las pruebas de acceso nos dijeron que solo podían entrar 34 personas”, recuerda Cheikhou, de 24 años, en referencia a la fundación que ha acogido a más de 3.500 adolescentes y jóvenes desde 2004 en la sede que tiene en El Baix Llobregat (Barcelona). Sentía que era su “última oportunidad”. En Senegal, Cheikhou había tenido que abandonar los estudios tras una crisis cardíaca: la escuela le argumentó a sus padres que no podían hacerse responsables de su situación. “El médico dijo que si me quedaba en Senegal podía morir”, recuerda Cheikhou, que finalmente pasó las pruebas de la fundación y logró retomar sus estudios, esta vez enfocados a la hostelería, un sector que “siempre” le ha gustado.
En un mes volverá a su país de vacaciones. Quiere visitar a sus padres, a los que no ve desde que llegó a Barcelona, hace ya siete años. Sentado en una esquina del La Pau, el restaurante que se ha inaugurado recientemente en la calle Josep Anselm Clavé 19 de Barcelona, Cheikhou piensa en el futuro: “En mi país quiero abrir una escuela como El Llindar”.
Esta escuela fue concebida como un espacio alternativo donde acoger y educar a aquellos jóvenes que por diferentes motivos han sido excluidos del sistema educativo reglado. Es una de las ocho Escuelas de Segunda Oportunidad de Cataluña. En España son 43 los centros acreditados, donde más de 900 profesionales trabajan junto a casi 8.000 jóvenes en un proyecto que los ayuda a reincorporarse al sistema educativo, ya sea terminando la secundaria, estudiando un Programa de Formación e Inserción (PFI) o cursando asignaturas que les permita entrar en un ciclo formativo.
— ¿Cuál es el cocktail que mejor preparas?
— El mojito.
Es la voz de Eloin Lucas, un joven de 18 años que llegó en 2015 desde República Dominicana. Trabaja en la barra del La Pau, y también como camarero. “Yo soy de esos chicos que solo puede estar sentado los primeros 15 minutos: después necesito hacer cosas manuales”, explica, mientras recuerda que la diferencia de trato en el instituto respecto a El Llindar, donde se adaptan más a él, fue determinante: “Se preocupan más por ti, es más familiar”, agrega el joven. Después de dejar cuarto de la ESO empezó a estudiar en esta escuela, que con el tiempo le permitió trabajar en El Repartidor, el restaurante que la fundación tiene junto con la cadena del grupo Tragaluz.
Este es un ejemplo de las alianzas que ha establecido El Llindar para darle una experiencia profesional a sus estudiantes, a los que ofrece ciclos formativos gratuitos. Además de la restauración, la escuela también da clases de fabricación digital, automoción o imagen personal, en conexión con empresas como La Fundación Orange, L´Oreal o Raffel Pages.
Con ello se busca dar respuesta al abandono escolar (el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que deja los estudios y no ha conseguido un título de Bachillerato o FP), que en España se redujo al 13,3% en 2021, la cifra más baja desde que hay registros, según números del Ministerio de Educación. Cataluña se encuentra por encima de la media española, con un 14,8% de abandono. Según el Instituto de Estadística catalán, este fenómeno afecta al 19,4% de los hombres, respecto al 9,9% de mujeres. Los jóvenes también representan la mayor parte de los que acuden a El Llindar, según su fundadora y directora general, Begonya Gasch.
“Los chicos nos llegan con muchas etiquetas, que es lo que se hace cuando no se sabe qué hacer con ellos”, reflexiona Begonya Gasch, directora de la fundación. Y agrega: “Nosotros trabajamos con la hipótesis de que todos los que vienen cargan con un profundo malestar, muchas veces con fragilidades importantes. Esto no les permite seguir el proceso de aprendizaje en el sistema educativo, que los centrifuga porque no reconoce las necesidades particulares de cada uno”. La directora considera que los profesores de secundaria, el ámbito donde tiene más incidencia la fundación, “se dejan la piel” de acuerdo con las posibilidades que tiene la enseñanza reglada. Es el sistema educativo, “que busca evaluar su propia mejora y no las competencias académicas de los jóvenes” lo que critica.
El diseño del restaurante La Pau, elaborado por el propietario del local, que también lo ha cedido a la fundación, responde a la vocación de El Llindar por crear espacios “dignos” y “acogedores”, tanto para los estudiantes como, en este caso, para los clientes. Entre otros aspectos, el establecimiento expone cuadros con trabajadoras de las cuatro salidas profesionales de la escuela; y la barra está marcada por frases de los jóvenes que han pasado por el centro, según describe el director de la empresa de inserción de El Llindar, Ignasi Valeriano.
Una de estas frases la escribió Dídac Ruiz, un barcelonés de 23 años que, según reconoce, no se sentía cómodo en el instituto. “Yo era un poco el liante de la clase. Me costaba estudiar y pasaban un poco de mí”. Pero todo cambió cuando llegó al Llindar. “Me escuchaban más”, admite. Allí realizó diferentes talleres como mecánica o cocina, que es lo que le “apasiona”. En el futuro sueña con abrir su propio restaurante. Por lo pronto, en La Pau se dedica a elaborar, sobre todo, cocina catalana.
— ¿Has escrito alguno de lo mensajes que aparecen en la barra?
— Sí, ese que está ahí, el que dice “me siento cuidado”.
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