El ‘sweet moment’ de la traducción de la literatura catalana

El Institut Ramon Llull se despliega en la London Book Fair para consolidar lo que ya es un cambio de paradigma del sistema literario catalán

Irene Solà en la Feria del Libro de Londres. Foto: IRLL/ Marian AlonsoMarian Alonso (EL PAÍS)

A las siete de la tarde del martes, el salón de actos de la librería Foyles está prácticamente lleno. En unos minutos empieza el diálogo sobre Canto jo i la muntanya balla que mantendrá la autora Irene Solà y el escritor Max Porter. En un extremo de la primera fila, de pie, conversan la editora Isabel Obiols y Izaskun Arretxe -directora de la Institució de les Lletres Catalanes-. Se fijan en la chica que está sentada a su lado, leyendo la versión inglesa de la novela de Solà. En la tercera fila dos jóvenes de rasgos orientales ya han pasado varias páginas de su ejemplar. “Hemos venido p...

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A las siete de la tarde del martes, el salón de actos de la librería Foyles está prácticamente lleno. En unos minutos empieza el diálogo sobre Canto jo i la muntanya balla que mantendrá la autora Irene Solà y el escritor Max Porter. En un extremo de la primera fila, de pie, conversan la editora Isabel Obiols y Izaskun Arretxe -directora de la Institució de les Lletres Catalanes-. Se fijan en la chica que está sentada a su lado, leyendo la versión inglesa de la novela de Solà. En la tercera fila dos jóvenes de rasgos orientales ya han pasado varias páginas de su ejemplar. “Hemos venido para conseguir esto”, me comenta Arretxe. Conseguirlo significa que aumenten las traducciones de la literatura catalana al inglés. El Institut Ramon Llull se ha desplegado en la London Book Fair para consolidar lo que ya es un cambio de paradigma del sistema literario catalán.

Después de dos años de paréntesis virtual, el martes se inauguró la feria que es el principal punto de encuentro de la edición global que orbita entorno a la lengua inglesa. El recorrido entre los centenares de estands y mesas en el Olympia Exhibition Centre -una nave industrial en el corazón de Hammersmith- impresiona. Pilar Beltran, directora de Edicions 62 y que acaba de contratar las dos nuevas novelas de Cormac McCarthy, me cuela en el espacio donde durante media hora se reúnen agentes y editores. Conversaciones que se retoman, resúmenes de argumentos, venta de derechos. Aquí se escucha el latido de la industria del libro. Aquí la literatura catalana es una literatura más.

Vinculada a la Feria se celebra un festival literario -Spotlight- y, recuperando lo acordado antes de la pandemia, este año lo protagoniza la cultura catalana. El desembarco organizado por el Llull -coloquios con escritores británicos, conciertos, exposiciones- tiene un propósito fundamental: reforzar la incipiente normalización de esta política de traducciones al inglés, despertar el interés de editores británicos y norteamericanos. La fecundidad de esta labor de diplomacia cultural la ha reconocido la misma Feria otorgando al Llull uno de sus premios a la excelencia; el galardón se lo entregó su director Andy Ventris a Pere Almeda, director del Institut, durante un acto informal e institucional al mismo tiempo en el que también intervino Miquel Curanta como responsable de l’Institut Català d’Empreses Culturals.

El reto de aumentar las traducciones al inglés nunca ha sido fácil porque son sistemas editoriales que se han sentido autosuficientes. Joan de Sola -director del área de literatura del Llull- sabe qué se ha traducido ya del catalán y, sobre todo, piensa qué títulos -clásicos, contemporáneos- pueden interesar a tal o cual editorial en función de su catálogo. Es un trabajo de orfebre. Un editor tan prestigioso como Christopher MacLehose -Mountain Leopard Press, especializada en traducciones- publicó a Moncada o Sales y está valorando nuevas traducciones. “Institut Ramon Llull makes everything possible”, comenta durante uno de los debates que se celebran en la Feria. Lo escucha Raül Garrigasait que, con tranquila seguridad y con su The others sobre la mesilla, afirma que la presencia internacional de la literatura catalana vive un “sweet moment”. Al cabo de pocos minutos Marta Orriols llena otra sala para debatir sobre su Aprendre a parlar amb les plantes (lo tradujo en 2020 Pushkin Press) y unas horas después Pol Guasch se reúne con scouts para propulsar la traducción de Napalm al cor. En la revista que cada día se reparte en la entrada de la Feria se destaca Sola de Carlota Gurt.

La versión inglesa de las novelas de Stieg Larsson, Elena Ferrante o Roberto Bolaño abrió una grieta en el sistema editorial norteamericano, explica Arretxe. La traducción podía convertirse en un fenómeno comercial y de calidad al mismo tiempo y las editoriales empezaron a predisponerse más a incorporar literatura de otras lenguas. Este cambio coincide con ese momento dulce. Nada lo ejemplifica mejor que Canto jo i la muntanya balla, tal vez ya la obra catalana traducida a más lenguas. La recepción primera de la novela de Solà en el Reino Unido ha sido excepcional: grandes elogios tanto en The Guardian como en el Times Litterary Supplement, donde Ella Fox-Martens subtitulaba su crítica “A polyphonic homage to Catalonia”. Es la misma fascinación de esos nuevos lectores que hojeaban su ejemplar en la última planta de Foyles, fascinados por esa oda a la naturaleza que, como dijo la escritora, invita a explicar el mundo y quienes somos.

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