Xavier Albertí, ocho años de TNC y un millón de espectadores
El director cierra su etapa al frente del centro con logros como la paridad, la inclusividad y la revalorización del patrimonio teatral
Hace ya ocho años que Xavier Albertí llegaba a la dirección artística del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) sucediendo en el cargo a Sergi Belbel y bajo la égida del entonces consejero de Cultura Ferran Mascarell (sí, se diría que hace una eternidad). Pareció entonces una opción arriesgada: meter en el tenido por el templo del teatro catalán a un heterodoxo amante de la cultura popular y la farándula, reivindicador de los géneros considerados menos nobles, de la experimentación y el mestizaje esc...
Hace ya ocho años que Xavier Albertí llegaba a la dirección artística del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) sucediendo en el cargo a Sergi Belbel y bajo la égida del entonces consejero de Cultura Ferran Mascarell (sí, se diría que hace una eternidad). Pareció entonces una opción arriesgada: meter en el tenido por el templo del teatro catalán a un heterodoxo amante de la cultura popular y la farándula, reivindicador de los géneros considerados menos nobles, de la experimentación y el mestizaje escénico, un hombre de izquierdas, de mentalidad progresista y capaz de sonadas travesuras —hay que recordar que Albertí es el único director del TNC, hasta ahora, que se ha travestido (en público): en su identidad artística de la directora de orquesta polaca Wanda Pitrowska, su alter ego— , y que además (de director, actor y dramaturgo), es músico (y gran pianista).
Es cierto que, por otro lado, le acreditaban haber sido director del festival Grec, buenos espectáculos, cargos de responsabilidad institucional (director del área de creación del Llull), contactos internacionales, catalanismo apasionado y razonado, y ser un pensador de un rigor intelectual excepcional (incluso demasiado excepcional).
Han pasado ocho años y Xavier Albertí (Lloret de Mar, 58 años) ya ha acabado su mandato y deja el cargo en manos de la que fue una de las candidatas a dirigir el TNC cuando ganó él el concurso: Carme Portaceli, de la que es buen amigo y que le ha invitado a montar un espectáculo ya la temporada que viene.
Este lunes Albertí convocó para despedirse y hacer balance de una etapa en la que la historia se ha acelerado hasta casi descarrilar con fenómenos impensables cuando llegó como el procés y la pandemia. Hay que decir de entrada que el director saliente ha conseguido llevar el timón de semejante portaviones a través de esas galernas y escollos sin naufragar y haciendo que la nave navegara.
Ha tenido sus momentos polémicos, desde luego, como colaborar en el alucinante “desagravio de país” a Josep Maria Flotats (2013), con Jordi Pujol, o meter en el TNC a Àngel Llàcer haciendo Shakespeare (2015).
El acto de despedida fue entrañable, como el propio Albertí, al que le caracterizan su humor irónico y su humanidad (además del amor al oficio). Hubo en su despedida cifras, buenas cifras y hubo una lección de teatro (eso que parece ya una costumbre después de Peter Brook). Y hubo —no podían faltar porque son una de sus pasiones— libros. Se rodeó de ellos Albertí como una forma además de amurallarse ante las emociones, y señaló como una de las cosas de que está orgulloso la influencia que ha tenido el TNC en la normalización de la lectura de teatro en Cataluña, en conseguir que se lea y se publique más teatro en el país. Lo ha hecho publicando obras, estimulando la edición y la lectura y de la mano de la Red de bibliotecas públicas, hasta lograr “12.000 lectores únicos de teatro”, según cuantificó.
En total, durante su mandato de 2013 a 2021, el TNC ha tenido 1.042.642 espectadores, ha ofrecido 189 espectáculos en 2.747 funciones y ha organizado más de dos mil actividades paralelas. Albertí está especialmente satisfecho de que bajo su dirección el TNC ha logrado la paridad y ha dado grandes pasos en el terreno de la inclusividad de personas y colectivos.
Por supuesto, Albertí destacó el énfasis que ha puesto en recuperar la tradición teatral catalana y las “tradiciones de recepción” de esa tradición, maltrecha por el franquismo. En ese sentido señaló los “epicentros”, ciclos dedicados a Pitarra, a Guimerà, a Rusiñol, y a las dramaturgas del XIX, o a los dramaturgos de los años cuarenta y cincuenta, que permitieron la eclosión luego del teatro de Benet i Jornet; los epicentros también dedicados a Brossa, a Cunillé... Defendió su reivindicación del Paralelo, y citó en este contexto (quién si no él podría hacerlo) a Walter Benjamin.
En todo caso, Albertí recalcó que en lo que más ha insistido el TNC bajo su mandato ha sido en el teatro contemporáneo catalán, y lo argumentó con números: 43 espectáculos frente a los 35 de teatro patrimonial catalán, o los 30 de clásicos universales.
El recuerdo del adiós a Carles Santos
En el capítulo de lo que se podría haber hecho mejor, Albertí reconoció que “quisiéramos haber tenido más presencia internacional”, aunque recordó grandes momentos con Baryshnikov, Sasha Waltz o Jan Lauwers.
En su memoria personal, la despedida a Carles Santos, Se’ns n’ha anat el Santos al cel (2019), que condujo como Pitrowska. Albertí cree que el TNC “ha sabido ser sensible a los mometnos convulsos que ha atravesado”, aunque, matiza, “el teatro no es lugar para hablar ex catedra de nada”.