Un año después del 23-J: máxima incertidumbre tras el maratón electoral
La evolución de liderazgos y estrategias en cada partido deja un tablero político endiablado en el primer aniversario de las generales
A punto de cumplirse un año de las elecciones generales, parece que es ahora cuando la legislatura echa andar tras una concatenación de campañas electorales y a la espera de saber si habrá o no fumata blanca para constituir el Gobierno catalán, clave para el futuro del Ejecutivo central. Hasta ahora ha habido más crispación que gestión, con las comisiones de investigación y el duro intercambio de reproches en las sesiones de control acaparando la actividad en las Cort...
A punto de cumplirse un año de las elecciones generales, parece que es ahora cuando la legislatura echa andar tras una concatenación de campañas electorales y a la espera de saber si habrá o no fumata blanca para constituir el Gobierno catalán, clave para el futuro del Ejecutivo central. Hasta ahora ha habido más crispación que gestión, con las comisiones de investigación y el duro intercambio de reproches en las sesiones de control acaparando la actividad en las Cortes y el grueso de la conversación política. Pedro Sánchez insiste en su intención de agotar la legislatura, pero el tablero se ha complicado desde el 23-J, sobre todo en los extremos de los dos principales bloques: Sumar, junto a Podemos, y Vox.
PSOE. Resistencia en las urnas y derrotas en el Parlamento
Contra casi todo pronóstico (casi todas las encuestas anticipaban una victoria aplastante de la derecha) y con el PP vendiendo prematuramente la piel del oso en 168 escaños, el 23 de julio de 2023 el PSOE resistió: obtuvo un diputado y un millón de votos más que en 2019 y los populares, que ganaron los comicios, dejaron a deber los 31 asientos en el Congreso que separaron sus expectativas de los resultados. El último barómetro del instituto 40dB. para EL PAÍS y la SER (a partir de entrevistas realizadas del 21 al 24 de junio) señala una estimación de voto para los socialistas medio punto más baja que en julio del año pasado y dos puntos por debajo de la del PP tras un maratón electoral en el que Sánchez ha seguido conjugando el verbo “resistir” porque Alberto Núñez Feijóo planteó todas las citas electorales, independientemente de la circunscripción, en clave plebiscitaria contra “el sanchismo”. “En las gallegas”, recuerda la politóloga Cristina Monge, “les fue mucho peor de lo previsto [el PSOE pasó de 14 a 9 escaños, 31 menos que el PP]; en Euskadi, según lo previsto [sumaron dos y pudieron reeditar el pacto de Gobierno con el PNV]; en Cataluña, muy bien [el PSC ganó con holgura] y en Europa obtuvieron una derrota dulce [cuatro puntos por debajo del PP]”. El calendario jugó a su favor. “Tras el 23-J”, apunta Pablo Simón, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid, “los comicios se celebraron en territorios donde la ley de amnistía tenía un retorno más positivo. Si en lugar de en Euskadi o Cataluña, hubiera habido elecciones en Andalucía o Castilla-La Mancha, seguramente les habría ido peor”.
El contexto en el que se han celebrado las europeas, coinciden ambos politólogos, también ha ayudado a que la conversación gire en torno al relato en el que Sánchez se siente más cómodo: el miedo a la ultraderecha, aunque paralelamente, la amnistía ha agitado la oposición interna, fundamentalmente del presidente castellanomanchego, Emiliano García-Page, y del expresidente del Gobierno Felipe González, además de enrarecer la relación con el poder judicial. Aparte de la amnistía, apenas han logrado sacar adelante leyes de calado, por lo que la izquierda en el Gobierno, más allá de cuestiones como la ampliación de las prestaciones por desempleo, tampoco ha podido compensar con políticas sociales al sector más molesto por la medida de gracia a los condenados del procés. Varias derrotas parlamentarias reflejan su mayor debilidad respecto a la legislatura anterior, cuando, como recuerda Monge, hubo una “vigorexia legislativa”. Simón recuerda que hay dos vías para adoptar esas medidas “compensatorias”: los reales decretos, que dependen del Gobierno, y los que han de ser convalidados en las Cortes, donde lo tienen mucho más difícil. “Como la economía va bien [de un centenar de preguntas del PP a los miembros del Gobierno entre la investidura y el pasado junio, ninguna fue para el ministro de Economía, Carlos Cuerpo], pueden estabilizar déficit, subir la paga de los funcionarios... pero también hay que pensar que los fondos europeos Next Generation se acabarán algún día”.
Tanto Monge como Simón coinciden en que la intrigante carta del presidente anunciando a la ciudadanía que meditaría durante cinco días si seguía o no después de que un juzgado admitiese una denuncia contra su esposa también ha hecho daño al partido, afectando a su “credibilidad” y poniendo de manifiesto que una pregunta trascendental no tiene respuesta: “Si se fuera Pedro, ¿qué haríamos?”. Ambos politólogos destacan que el PSOE se ha reforzado dentro de su bloque, al hacerse con varias banderas del espacio a su izquierda, recuperando la cartera de Igualdad en el Gobierno o reconociendo a Palestina. Pero esa estrategia, advierten, tiene contrapartidas. “Sánchez juega hace tiempo a achicarles el espacio, pero lo que está haciendo es muy arriesgado”, señala Monge. “Hay una parte del progresismo que jamás les va a votar, los mayores desde la OTAN, los más jóvenes porque consideran que es demasiado descafeinado, y el PSOE necesita que ese espacio mantenga una masa crítica suficiente para poder pactar”. Simón recuerda que los socialistas no tendrían posibilidad de gobernar si Sumar no aguanta: “Los nacionalistas tendrían que ensancharse mucho para compensar esa pérdida, pero el sistema electoral tiene una proyección logarítmica: si Sumar cae por debajo del 10% o 12%, la pérdida de escaños es más grande que la ganancia que obtiene el socio grande de ese bloque. Es lo que le pasó al PP en las generales: que no recuperó tantos escaños como perdía Vox”.
Sumar: el reto de evitar la pinza entre el PSOE y Podemos
El último barómetro de 40dB. muestra que ,casi un año después, Sumar solo retiene a la mitad de sus votantes del 23-J. Integrantes de las distintas marcas de la plataforma calificaron de “milagro” haber logrado un 12% de los votos tras haber llegado a un acuerdo in extremis para concurrir juntos a las elecciones adelantadas por Sánchez, previstas inicialmente para diciembre. El transcurso del tiempo evidenció deficiencias de forma y de fondo en la configuración de ese nuevo actor político. Apenas cinco meses después de acudir juntos a las urnas, Podemos decidía probar suerte en solitario y prepararse para la candidatura europea, y la líder del espacio, Yolanda Díaz, renunciaba el pasado junio a seguir coordinando Sumar tras concatenar fracasos en las urnas. Se quedaron fuera del Parlamento en Galicia, se salvaron por la mínima en Euskadi, pasaron de ocho a seis diputados en Cataluña, el peor resultado de los Comuns en unas autonómicas desde su creación en 2015, y obtuvieron un mal resultado también en las europeas, donde IU se quedó sin representación por primera vez en el Parlamento Europeo, como volvió a lamentar este sábado su nuevo coordinador federal, Antonio Maíllo.
“No fue solo un problema de candidaturas”, apunta Simón, “sino de organización y estructura. Son 18 formaciones, cada una con su propia agenda y liderazgo, y Díaz no puede ejercer el mando como si fuera Pablo Iglesias porque no dirige una organización que ha hecho ella, no tiene feudo, es el punto de engarce”. El espacio sufre una especie de tormenta perfecta. “El socio júnior de un Gobierno de coalición siempre lo tiene más difícil para hacerse visible”, añade el politólogo, “pero a eso hay que sumarle que entre ellos están divididos y que cuando el marco es parar a la ultraderecha, el foco se va al voto útil, al PSOE”. Monge recuerda que, tras las generales, Díaz se fue a negociar con Carles Puigdemont, y Podemos se centró en la negociación para conformar el Gobierno, “pero nadie hizo el esfuerzo de diseñar un modelo para armonizar intereses en un espacio con una cultura política muy cainita”. “Lo que estaban haciendo”, añade, “era nuevo y muy complicado. Los partidos movimiento no han funcionado en ningún sitio. El peligro de Sumar ahora es que se desintegre entre los que se vayan al PSOE por el voto útil y los que recoja Podemos”.
El PP amortiza a Ciudadanos y se arrima a Vox
La desaparición de Ciudadanos ha permitido crecer electoralmente a los populares, sobre todo en Cataluña, donde pasaron de 3 a 15 escaños, pero el liderazgo de Feijóo arrastra los problemas de su predecesor, Pablo Casado, esto es, el independentismo estratégico de Isabel Díaz Ayuso y la relación con la extrema derecha. Prueba de ello es que el pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial tras cinco años y medio de bloqueo ha sido interpretado como un golpe de autoridad frente a las presiones del sector duro del PP y de su socio y competidor, Vox. Para Simón, sin el colchón de los buenos resultados electorales y “la metedura de pata de Ayuso con Milei”, quizá el líder del PP no se habría atrevido.
Tras el acuerdo con el PSOE para renovar el órgano de gobierno de los jueces, los populares tratan de aplacar cualquier percepción de cesión comparando a España con regímenes como Venezuela o Cuba, y arrimándose, de nuevo, al discurso del partido de Santiago Abascal. “El PP no tiene una estrategia definida y ahí”, apunta Monge, “siempre gana la ultraderecha porque si te copian el discurso ya has ganado y el PP está haciendo un claro seguidismo de Vox”. El mejor ejemplo de esos “bandazos” ha sido la reacción al pacto entre el Gobierno central y el canario (del que forman parte los populares) para el reparto de menores migrantes. La dirección del PP pasó en apenas unas horas de garantizar “la solidaridad” de las comunidades donde gobierna, incluso aquellas donde lo hace con Vox (que amenazó por ello con romper los bipartitos), a pedir el despliegue de la Armada en las costas africanas. Esta semana, Feijóo participó en un pódcast orientado a jóvenes de ideología ultra. La semana del Orgullo también ha dejado muestras de la influencia de la extrema derecha sobre la derecha tradicional al ser mucho más fácil ver ondear las banderas LGTBi en las localidades donde el PP gobierna en solitario que en las administraciones donde comparte el poder con Vox.
Fueron los pactos autonómicos con el partido de Abascal los que les costaron una victoria mucho más aplastante el 23-J, y las encuestas señalan que el botín del electorado huérfano de Ciudadanos empieza a estar amortizado. Los barómetros de 40dB. muestran una tendencia a la baja, con tres meses consecutivos de caída después de haber estado 5,5 puntos por encima del PSOE el pasado abril.
Vox y Alvise. La escisión de la escisión
Pese a las dudas que generó la irrupción de Podemos y Ciudadanos respecto a los fundamentos de la batalla política: vieja contra nueva, los de arriba contra los de abajo... el eje sigue siendo el de siempre: izquierda-derecha. “Los partidos se reproducen, se dividen y se arrejuntan. Ahora hay tres en la izquierda y otros tres en la derecha”, señala Monge. “Vox era una escisión del PP, y Alvise es una escisión de Vox, al cual le puede pasar lo mismo que a Sumar en la izquierda: quedarse en el medio viendo cómo unos votos se le van al PP y otros a Se Acabó la Fiesta”.
El partido de Santiago Abascal siguió a cero en Galicia tras las autonómicas de febrero; mantuvo el mismo resultado que tenía en País Vasco (un diputado); aguantó en Cataluña (11 escaños) y mejoró ligeramente en las europeas (seis, dos más de los que tenía). Simón destaca que Se Acabó la Fiesta, la marca del agitador ultra, “crece de una manera distinta” a Vox, captando a gente que normalmente no vota. Además, el último barómetro de 40dB. señala que se llevan al 12% de los votantes de Abascal. Eso hace que el bloque de la derecha se ensanche, mientras en el de la izquierda aumenta la indecisión.
Junts y ERC. ¿Vuelve el ‘procés’?
Las elecciones catalanas enterraron el procés, al no sumar los partidos independentistas por primera vez para poder gobernar. ERC perdió 13 escaños y Junts ganó 3. Descartado el apoyo del partido de Puigdemont a la investidura del socialista Salvador Illa, la llave la tiene Esquerra, pero, como advierte Monge, “hay un sector del partido que cree que ese castigo en las urnas obedece a un excesivo seguidismo del PSOE y que necesitan recuperar puntos del carné de catalanidad. Lo que tienen que decidir es qué pesa más, si la E de Esquerra o la C de catalana. De momento, está pesando más la C”.
Durante los últimos meses, como recuerda Simón, ambos partidos “han jugado a ver quién es más fuerte a la hora de negociar con Sánchez, uno presume de haber logrado la amnistía, el otro del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso...”. De las cartas que se jueguen finalmente en Cataluña dependen otras muchas partidas, pero de momento sigue la incertidumbre. “Hasta que no se aclare quién manda en Junts y en ERC”, señala Simón, “es muy difícil saber dónde están los incentivos. Dentro de ERC se puede imponer el sector más pragmático o el contrario, y ya han tenido escisiones, como ocurrió después del tripartito. El problema es que girar un transatlántico en llamas sin capitán es muy difícil. Y tampoco sabemos cuál será finalmente el destino de Puigdemont”.
Si se repitiesen los comicios, ambos politólogos coinciden en que Junts tentaría a ERC con una lista conjunta, lo que a juicio de Monge sería “intentar reinaugurar el procés”. Y eso, añade Simón, “retrasaría la aprobación de los Presupuestos Generales, que es donde se ha puesto el umbral de la supervivencia política”. Ambos coinciden, en todo caso, en que los actores principales de esa partida disponen de cartas para jugar a varias bandas y contrarrestar el recelo a la investidura de Illa, como acuerdos para la Diputación, el Ayuntamiento de Barcelona o incluso en la Generalitat, manteniendo a cargos de Esquerra.