María Jesús Montero se convierte en la número dos del Gobierno con más poder en 20 años
La designación de la vicesecretaria general del PSOE como nueva mano derecha de Sánchez en el Ejecutivo refuerza el peso del partido en el Gabinete
Pedro Sánchez ha retomado con la minicrisis de Gobierno de este fin de año —prevista desde hace semanas para sustituir la vacante que deja Nadia Calviño, nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI)—, una antigua tradición que solo se produjo en los años dorados del bipartidismo. Por primera vez en más de 20 años, el número dos del Ejecutivo será al mismo tiempo el número dos...
Pedro Sánchez ha retomado con la minicrisis de Gobierno de este fin de año —prevista desde hace semanas para sustituir la vacante que deja Nadia Calviño, nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI)—, una antigua tradición que solo se produjo en los años dorados del bipartidismo. Por primera vez en más de 20 años, el número dos del Ejecutivo será al mismo tiempo el número dos del partido que ostenta la presidencia del Gobierno. Porque a Calviño la sustituye en la cartera Carlos Cuerpo, pero ese cambio viene acompañado del ascenso de María Jesús Montero, vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda, a la vicepresidencia primera del Gobierno. Montero será así la mano izquierda y derecha de Sánchez.
Una acumulación de poder excepcional con la que el líder socialista refuerza aún más el perfil político y de partido del Ejecutivo y de la que solo había dos precedentes en la política española: Alfonso Guerra con Felipe González en los años ochenta y Francisco Álvarez-Cascos con José María Aznar a finales de los noventa. “Nuestros logros económicos y el refuerzo del Estado del bienestar no habrían sido posibles sin el intenso y brillante trabajo de Montero desde junio de 2018″, la ensalzó Sánchez tras comunicar la remodelación gubernamental exprés a Felipe VI. Alberto Núñez Feijóo le criticó por “confundir Gobierno y partido”, y el PP sentenció que esa elección demuestra que Sánchez ha apostado por un Gobierno “de trinchera” en el que el objetivo principal es ir al choque con la oposición.
Félix Bolaños fue el miembro que salió más reforzado de la composición del gabinete que Sánchez armó el 20 de noviembre, cuatro días después de su investidura. Su condición de superministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes le convertía en la práctica en una suerte de vicepresidente en la sombra. Pero el presidente ya reconoció entonces a Montero, añadiendo a sus galones los de vicepresidenta cuarta; y también a Pilar Alegría, a cuya responsabilidad como ministra de Educación incorporó Deportes y la portavocía del Gobierno. Sánchez dejó entrever entonces sus planes: la prueba de la mirada larga con que esperaba la designación de Calviño para el BEI fue la creación instrumental de una vicepresidencia cuarta cuya duración no ha llegado a los 40 días y que ha servido a Montero de trampolín para ascender a vicepresidenta primera.
“Es un regalo que nadie nunca espera recibir y que hay que interpretar como una motivación y como un estímulo, como un aliento para seguir trabajando por este proyecto de país que venimos construyendo desde hace cinco años”, agradeció Montero. La vicesecretaria general del PSOE será, entre sus múltiples facetas, quien presida el Consejo de Ministros cuando el presidente esté de gira exterior, algo muy habitual. Otorgar semejante poder a Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y líder de Sumar, no era una opción para Ferraz y La Moncloa. No obstante, en el Gobierno nadie duda de que la relación de Montero con el socio minoritario de la coalición será mejor que la que Calviño tuvo con la ministra de Trabajo, con la que ha mantenido sonados desencuentros. Díaz felicitó a Montero y Cuerpo “por sus nuevas responsabilidades” y se mostró “convencida” de que el PSOE y Sumar seguirán “trabajando a conciencia para alcanzar la justicia social” y “seguir defendiendo a los trabajadores”.
La renuncia de Adriana Lastra en julio de 2022 como vicesecretaria general del PSOE por motivos personales aceleró la subida en el escalafón socialista de Montero, que hasta ese momento volcaba su energía en el Ministerio de Hacienda. Montero forma parte del selecto grupo de seis ministros veteranos del primer Gobierno de Sánchez en 2018: la saliente Calviño (Economía), Teresa Ribera (Transición Ecológica), Margarita Robles (Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior) y Luis Planas (Agricultura). Las dos primeras ascendieron al rango de vicepresidentas en la coalición con Unidas Podemos. El turno le ha llegado a Montero en la reedición del Gobierno progresista del PSOE con Sumar. Calviño celebró como “un gran acierto” la promoción de Montero, a la que entregó la cartera de la vicepresidencia primera. Su aval fue incontestable: “Es mi melliza, mi hermana, y juntas hemos hecho una gestión de la política económica que quedará para los libros de historia”.
Montero no solo incrementa sus funciones y pasará a coordinar la política económica del Gobierno. La “vice doble”, como la llaman algunos, se ha destacado por su estilo dialogante, pero tampoco rehúye el choque cuando la ocasión lo requiere. La última vez que sacó el colmillo fue hace 10 días, cuando un senador del PP llamó groupies a las vicepresidentas. La Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP) le dio al día siguiente el galardón de Azote de la Oposición. Su habilidad la ha puesto a prueba en las distancias cortas con la prensa y en la relación con la constelación de socios del Gobierno. Fue parte del equipo negociador del Ejecutivo con los grupos parlamentarios para la investidura de Sánchez, pero no apareció en las fotografías más delicadas —con las portavoces de Junts y EH Bildu— y sí en la firma de los pactos con Ana Pontón (BNG) y Cristina Valido (Coalición Canaria).
La vicepresidenta tendrá su primera gran prueba de fuego en la aprobación de los Presupuestos de 2024, que ya van con demora. Montero confía en sacarlos adelante en el primer trimestre, lo que daría un balón de oxígeno al Gobierno que vale, al menos, media legislatura. La consolidación fiscal es otro de los mantras del Ejecutivo justo cuando decae la flexibilidad de Bruselas: el objetivo del 3% de déficit está al alcance de la mano, pero otro cantar es la deuda pública, que aunque se rebaje al 106% del PIB sigue a años luz de los objetivos que dicta Europa (60%).
La reforma del sistema de financiación autonómica, pendiente desde 2014, se antoja mucho más complicada. Para empezar, porque el PP preside 11 comunidades y Feijóo prefiere delegar en sus barones territoriales, que mantienen posiciones muy diferentes, en vez de buscar una posición común. “Parece que este Gobierno esté diseñado exclusivamente para los votantes de un partido”, censuró este viernes el líder del PP en una entrevista en Servimedia. “El Gobierno ha de ser el Gobierno de todos. Cuando uno confunde el Gobierno y el partido, el partido y el Gobierno, está mandando un mensaje a la sociedad: aquí va a haber mucho partidismo, pocos intereses generales y mucho planteamiento ideológico”, apostilló.