Alberto Rodríguez: “Que mi escaño del Congreso siga vacío es una cuestión de dignidad”
El ex número tres de Podemos, que acaba de lanzar una plataforma de “obediencia canaria”, asegura que su salida del partido se debió a motivos políticos y se muestra crítico con la gestión migratoria del Gobierno
Alberto Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 40 años) sigue peleando por su escaño un año después de que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, decidiera retirarle el acta en una polémica interpretación de la condena impuesta por el Supremo por pegar una patada a un policía durante una manifestación en 2014. “Que siga vacío es una cuestión de dignidad”, afirma. Con dos recursos pendientes aún hoy en el Constitucional, el que fuera el últi...
Alberto Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 40 años) sigue peleando por su escaño un año después de que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, decidiera retirarle el acta en una polémica interpretación de la condena impuesta por el Supremo por pegar una patada a un policía durante una manifestación en 2014. “Que siga vacío es una cuestión de dignidad”, afirma. Con dos recursos pendientes aún hoy en el Constitucional, el que fuera el último secretario de Organización de Podemos en la dirección de Pablo Iglesias asegura, aún molesto, que su salida del partido se debió a motivaciones “políticas”.
Rodríguez recibe a EL PAÍS tan solo 24 horas después de presentar Proyecto Drago, la herramienta con la que busca concurrir a las municipales y autonómicas de mayo para combatir “la desafección” del electorado. Esboza un discurso que recuerda, en parte, al de la vicepresidenta Yolanda Díaz. La entrevista se realiza en una huerta familiar de Fasnia, municipio de unos 2.800 vecinos con vista privilegiada en el sureste de la isla de Tenerife, el pueblo al que ha vuelto en esta última etapa.
Pregunta. Ha pasado un año desde que le quitaron el acta. ¿Cómo está ahora?
Respuesta. Políticamente, sigo indignado, con todas las ganas de que se haga justicia. Voy a llegar hasta el final. El Tribunal Constitucional no se ha pronunciado, pero si se pronuncia desfavorablemente iremos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ya no sólo por las 64.000 personas a las que dejaron de un plumazo, de manera antidemocrática, sin representación, sino para que no se vuelva a repetir.
P. El escaño continúa vacío. ¿Si se lo devolviesen, regresaría al Congreso?
R. Si llegara ese momento tomaríamos la decisión, también colectivamente. Pero estoy peleando para volver al escaño, de eso que nadie tenga duda.
P. ¿Es una estrategia el hecho de que nadie haya tomado posesión?
R. No es una estrategia, es una cuestión de dignidad. Si ese escaño estuviera ocupado, el atropello democrático que cometieron contra la sociedad canaria y contra la persona que estaba en ese momento ejerciendo de representante sería algo que ocurrió y no habría posibilidades de ganar, de que se hiciera justicia. El Constitucional ahora mismo no podría estar debatiendo si me devuelven el escaño, si hay un amparo hacia mis derechos fundamentales y mi derecho constitucional, los míos y los de las 64.000 personas. Me parece una de las cosas más bonitas y más dignas que salen de todo este proceso. Que personas de la lista hayan dicho: “No, yo me planto, esto es una barbaridad democrática, me parece un insulto que hayan hecho esto y esa imagen de la vergüenza en el Congreso de los Diputados, de ese escaño vacío que fue arrebatado sin ninguna sentencia que lo mandatara va a seguir así hasta que se haga justicia”. Y esperemos que se haga pronto. Casi diría que no es ni una elección mía, es que tiene que ser así.
P. ¿Quién considera que lo inhabilita, el Supremo o la presidenta del Congreso, Meritxell Batet?
R. Manuel Marchena y el Tribunal Supremo estaban buscando la condena. No importó que no hubiera ninguna prueba, ni evidencia. Ni la de la propia testifical del inspector de policía. No importó nada de eso para ejecutar la sentencia y declararme culpable, y ellos mismos colocaron un marco en el que entró muchísima gente, no sólo en el Supremo, y arreciaron las presiones contra la presidenta del Congreso. Ella cedió, me expulsaron del escaño y robaron la representación a los canarios sin que viniera en ningún lado escrito en la sentencia. Tuvieron que darle una vuelta de tuerca a la ley y se generó una tensión entre los poderes del Estado para poder hacer la cacicada que hicieron.
La querella contra Batet nunca estuvo encima de la mesa para mí
P. ¿Renunció a querellarse contra Batet o esa opción nunca estuvo sobre la mesa?
R. Esa opción nunca estuvo encima de la mesa para mí. Son decisiones que se tomaron en otros ámbitos que no tienen nada que ver conmigo. No tengo ningún rencor hacia Meritxell Batet. Creo que se equivocó profundamente, pero ya está.
P. Ha dicho que el partido podía haber hecho mucho más para evitar que perdiera el escaño. ¿A qué se refería?
R. Más bien lo dije con bastante elegancia. Lo que hubiera sido difícil es hacer menos de lo que se hizo. No hubo nada. Bueno, sí, unos cuantos tuits, algunas declaraciones grandilocuentes, pero después se pasó sin pena ni gloria. Mucha gente aquí tiene la sensación de que si el apellido hubiera sido diferente y de que si el diputado o la diputada hubiera sido diputada por Madrid, hubiese habido muchísimas más presiones.
P. No explicitó nunca los motivos por los que salió de los espacios de dirección del partido.
R. En ese momento, incluso ahora, poner sobre la mesa muchas cosas, y muchas de las que pasaron con el escaño de las cuales tengo pruebas, haría un daño gravísimo al Gobierno de coalición. No sería responsable. ¿Eso quiere decir que yo lo olvide? No. ¿Eso quiere decir que no hubo motivaciones claras políticas? No. ¿Eso quiere decir que no viniéramos, por ejemplo, con el tema migratorio, con meses de tensiones, de debates dentro del espacio, de no escucha, de ninguneo a determinadas posiciones? Pues no, lo que pasa es que yo salí con toda la responsabilidad que desde mi punto de vista requería ese momento.
P. Hay gente que pudo no entender su salida tras el enfrentamiento de Podemos con Batet.
R. Hay muchísima gente que sí lo entendió, gente que me cruzo aquí por la calle que tiene la sensación de que nos dejaron tirados, de que los asuntos que para Canarias son importantes no cuentan en los partidos estatales, sean de derechas o de izquierdas. Hubiera sido bastante ilógico continuar.
P. ¿Opina que también se podría haber hecho mucho más por Isa Serra, que enfrentó un proceso judicial y fue condenada?
R. Eso no soy yo el encargado de analizarlo. La condena y la criminalización de la protesta es clara en ambos casos, pero después, las circunstancias y el marco en el que se produce cada uno es diferente.
P. ¿Debe la izquierda dejar a un lado sus diferencias y unirse en torno al proyecto de Yolanda Díaz?
R. Eso lo tiene que decidir cada territorio y yo lo que tiene que pasar en Canarias, lo tengo bien claro. Hay que superar el marco de los partidos, eso no ilusiona y no genera posibilidades de victoria. Hay que contar, desde el respeto, sin ninguna intención de utilización, tanto con la cultura canaria potente, autorreferenciada y orgullosa de sí misma, como con los movimientos sociales que están creciendo de manera exponencial y que tienen una fuerza terrible.
P. Con el nacimiento de Proyecto Drago, ¿no existe el riesgo de que una nueva fuerza política fragmente más el espacio a la izquierda?
R. La sociedad canaria es una sociedad madura políticamente. Cuando en Euskadi se presentan dos o tres fuerzas a la izquierda del PSOE, o en Cataluña, que pueden ser incluso más, nadie habla de división del espectro de la izquierda. Se interpreta que hay posiciones políticas e ideológicas diferentes y que todas tienen su expresión. La sociedad canaria no es más que nadie, pero tampoco menos. El vector democrático de obediencia canaria, el carácter de confederalidad, la defensa férrea del territorio y de la sostenibilidad y el carácter popular, toda esta conjunción no es fácil de encontrar en el archipiélago. De ahí que vimos la necesidad de impulsar esto.
P. ¿Se considera usted nacionalista?
R. No me considero nacionalista. Proyecto Drago es un espacio muy amplio en el que tiene cabida todo el mundo, pero yo no pondría esa etiqueta.
P. ¿Tampoco se consideran de izquierdas?
R. Es un proyecto que tiene claras dos líneas que son la defensa del territorio y la sostenibilidad. Que este modelo económico nos está asfixiando, nos deja sin futuro, que hace que las desigualdades en Canarias sean cada vez más grandes. No ha habido un cambio de rumbo [en las instituciones canarias], hay una inercia que está generando frustración de expectativas y desafección política en muchísima gente. En un territorio que genera tanta riqueza, esa contradicción es lo que hace que nosotras existamos como proyecto.
P. ¿Descarta una alianza con Podemos Canarias?
R. Eso, primero, no es algo que vaya a decidir yo, se decidirá colectivamente. Es verdad que hay fuerzas políticas que participan en el Gobierno de las instituciones canarias que han generado frustración y desafección. Veremos qué ocurre, hacia dónde nos llevan los debates. Sí partimos de cero sectarismo. Esto no va de rencores ni de heridas del pasado. Lo que creemos es que el marco de los partidos es bastante reducido y eso achica la visión y las posibilidades de un cambio en el archipiélago.
P. Coincide parte de su diagnóstico con el que hace Yolanda Díaz en Sumar. ¿Ha hablado con ella de Proyecto Drago?
R. Tenemos muchísimas conversaciones bilaterales y multilaterales y queremos ser cautos, sobre todo por respeto a nuestros interlocutores. Esto es fácilmente palpable. En cualquier lado se puede percibir la desafección gigantesca que hay con la política institucional, con las expectativas que se generaron hace pocos años, que al final se han visto limitadas.
P. Comparten a un miembro del equipo. ¿Hay un respaldo de la vicepresidenta a su proyecto?
R. Lo que hay es un respeto claro a que esto es un proyecto 100% canario, radicado en el territorio con perspectiva autocentrada.
P. ¿Y cómo ven desde Canarias Sumar?
R. Veremos, porque la sociedad canaria ha oído hablar muchas veces de plurinacionalidad, de respeto a la diversidad y a las decisiones en cada territorio, pero después, en la práctica, eso no lo hemos visto.
P. ¿Cómo valora el papel de Podemos en el debate sobre las políticas migratorias del Gobierno?
R. Las motivaciones para mí de abandonar los espacios de dirección del partido eran claramente políticas y uno de los vectores más importante fue la cuestión migratoria. La percepción de que si la situación que vivió Canarias hubiera ocurrido en Madrid o en Barcelona, o en otros territorios donde están los centros de poder, se hubiese paralizado el país y se hubiesen puesto todos los recursos disponibles. Canarias es lugar de tránsito, y en las políticas apartheid de la Unión Europea decidieron que con la connivencia del Gobierno de España y con el silencio de las fuerzas que forman el Gobierno, y no estoy hablando solo del PSOE, se convirtiera a Canarias en una cárcel a cielo abierto. Con miles de personas retenidas contra su voluntad y los recursos de atención social tensionados ante la llegada de miles de vecinos del continente. Y ante esa situación, no se estuvo a la altura porque ni siquiera se quiso estar a la altura, salvo honrosas excepciones.
P. ¿Ha merecido la pena que UP entrara en el Gobierno?
R. Con todos los déficit, dificultades y lo que no se ha hecho, en el Gobierno estatal sí. No me imagino cómo se hubiera gestionado la pandemia sin los ERTE o sin las políticas de empleo que se han desarrollado. ¿Insuficiente? Claro, estar en los gobiernos siempre tiene limitaciones. En el Gobierno de Canarias es diferente, incluso los propios espacios que están dentro del Gobierno así lo consideran. Lo que pasa es que han primado otros intereses de mantenimiento de determinados espacios de poder, de perspectivas personales frente a lo colectivo. Hay una subalternidad política muy grande a la fuerza mayoritaria, el PSOE.