Unidas Podemos, una transición borrascosa

Las tensiones internas y la incertidumbre sacuden a la coalición un año después de la retirada de Iglesias

La líder de Podemos, Ione Belarra, y su exsecretario general, Pablo Iglesias, el pasado octubre en un acto en Rivas (Madrid).Chema Moya (EFE)

Un año después, todo es incertidumbre en Unidas Podemos. A punto de cumplirse 12 meses desde que Pablo Iglesias se retiró y señaló con el dedo a Yolanda Díaz como sucesora, la comunicación entre ambos es casi nula. Iglesias no se ha reprimido en lanzar críticas veladas a la vicepresidenta segunda que han dolido mucho en el entorno de esta. Los dos se han rehuido en público, mientras, por el contrario, Díaz se mostraba muy calurosa en un...

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Un año después, todo es incertidumbre en Unidas Podemos. A punto de cumplirse 12 meses desde que Pablo Iglesias se retiró y señaló con el dedo a Yolanda Díaz como sucesora, la comunicación entre ambos es casi nula. Iglesias no se ha reprimido en lanzar críticas veladas a la vicepresidenta segunda que han dolido mucho en el entorno de esta. Los dos se han rehuido en público, mientras, por el contrario, Díaz se mostraba muy calurosa en un reciente acto con Íñigo Errejón, viejo compañero devenido en rival.

Sobre Díaz giran buena parte de las expectativas electorales de UP y en ella se concentran las incógnitas de un proyecto político sin concretar. Una es especialmente conflictiva: el papel que tendrá Podemos, el origen de todo, en la plataforma ideada por la también ministra de Trabajo para ensanchar su base electoral. Con Díaz cada vez más alejada de la formación que ahora dirige Ione Belarra, las tensiones se han sucedido en los últimos meses, agravadas por las diferentes posiciones sobre la guerra de Ucrania. Y, en medio, la voz constante de Iglesias sonando a todas horas en radio, prensa y televisión.

¿Ha dejado Pablo Iglesias de hacer política?

-No, claro que no. He dejado de hacer política institucional.

Iglesias sostiene en conversación con este periódico que los medios de comunicación —e incluye expresamente a EL PAÍS— también hacen política. Y a eso se ha entregado ahora con plena dedicación. Es raro el día que no se escuche o lea algún análisis suyo sobre cuestiones de actualidad. Tratándose de Iglesias, la controversia está garantizada.

La última estalló esta semana, durante la presentación de sus memorias, Verdades a la cara, un acto en el que mostró que sigue moviendo voluntades: decenas de militantes y curiosos se quedaron sin poder entrar. Iglesias tuvo a bien recordar que el liderazgo actual de Díaz “existe” gracias a los dirigentes de Podemos que pelearon por convertirlo en un partido de Gobierno. “Los liderazgos los decide, afortunadamente, la gente”, le respondió al día siguiente la política gallega. Ni la vicepresidenta estuvo en aquel acto ni Iglesias dos días después en la presentación de una biografía de Díaz, a la que sí asistió una nutrida representación de Podemos. Hasta que este viernes coincidieron en un acto del diario La Vanguardia en Barcelona, no se habían hablado desde noviembre, después de la crisis por la retirada del escaño a Alberto Rodríguez, cuando el anuncio de Podemos —luego rectificado— de una querella contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, enfureció a la ministra de Trabajo. En estos meses, Iglesias no ha dudado en criticar que Díaz apoyara el envío de armas a Ucrania o deslizar la idea, tras el batacazo electoral en Castilla y León —una campaña en la que ella apenas participó— de que “no basta” con un liderazgo fuerte y reivindicar el papel de los partidos, justo lo que la vicepresidenta pone en segundo plano.

Iglesias concede que su espacio político se tiene que abrir: “Podemos es condición de posibilidad de que la izquierda pueda avanzar posiciones de Gobierno, en el ámbito de lo social y en la lucha cultural, pero caminando con otros sujetos y seguramente con un rol que no puede ser igual al que tuvo”. Y a continuación dispara: “Hay una voluntad inequívoca de la progresía mediática de que Podemos desaparezca y para eso se va a escribir un relato de que hay un enfrentamiento entre Podemos y Yolanda”. Frente a eso, promete que el partido que él fundó “va a ser enormemente leal con la candidata y con el conjunto del espacio”.

Hay algunas voces que aseguran que el exvicepresidente sigue influyendo en Podemos e incluso marca la línea argumental. Cuando en plena polémica por el envío de armas a la resistencia ucrania, Belarra atacó a los “partidos de la guerra”, muchos interpretaron que aludía al PSOE con la misma expresión que había utilizado antes Iglesias en sus comentarios. Aquella crisis hizo patente la división interna. Por un lado, Díaz y los titulares de Consumo, Alberto Garzón, y Universidades, Joan Subirats, apoyaron la decisión de Pedro Sánchez. Irene Montero y Belarra, las dos ministras de Podemos, la rechazaron. Garzón, también coordinador general de IU, que en los últimos meses se ha acercado a la vicepresidenta enterrando disensiones pasadas, llegó a escribir un artículo en el que advertía del peligro de que Díaz decidiese apartarse, sometida a una “asfixia por parte de las fuerzas políticas” de UP.

El núcleo central de Podemos desmiente que Iglesias siga teniendo ningún mando e incluso tilda esos comentarios de un tanto machistas. El portavoz del grupo parlamentario, Pablo Echenique, defiende el trabajo del equipo de Belarra que, según él, ha logrado una “revitalización de la militancia perceptible”. Pero reconoce que la figura del ex secretario general es “difícil de sustituir”.

Iglesias repite que no volvería a la política institucional “ni en la peor pesadilla”. En su entorno cuentan que disfruta de la vuelta a una vida de normalidad, que le dedica todo el tiempo que puede a sus hijos, ha retomado la lectura y ha vuelto a practicar deporte. Pero su gran dedicación son los medios. De lunes a jueves conduce La Base, un podcast de una hora de duración, y además participa en varias tertulias —Rac1 y Cadena SER, entre otras—, y escribe artículos en Ctxt, Gara y Ara.

“Podemos antes era un partido sometido a su hiperliderazgo y ahora es un partido sometido a la sombra de su hiperliderazgo”, considera el profesor de Políticas de la Universidad de Santiago Antón Losada. “Todavía hay muchísima gente que para conocer la posición de Podemos sobre algo consulta lo que diga Iglesias y no los actuales responsables”. En su opinión, es muy difícil que así pueda asentarse la nueva dirección, porque “para que un liderazgo se consolide, el otro tiene que retirarse”. Lo mismo cree la analista política Estefanía Molina, para quien el mayor cambio dentro del partido se produjo antes ya de la marcha del exvicepresidente y fue su conversión de una fuerza transversal a otra “mucho más cercana a la base electoral y a los postulados de IU”. La autora de El berrinche político considera que la pérdida progresiva de muchas de las confluencias territoriales (las mareas en Galicia, los anticapitalistas de Teresa Rodríguez en Andalucía o Compromís en Valencia) es otro de los cambios que culmina con la salida de Iglesias. Su retirada es el colofón a una etapa con otro punto de inflexión, la entrada en el Gobierno, que “hace que Podemos acabe de perder aquel toque subversivo que cuesta mantener después de tantos años”, señala Molina, para quien la formación “está muy deshecha” desde el punto de vista orgánico.

Una de las voces más críticas dentro de Podemos, la de la vicepresidenta tercera del Congreso, Gloria Elizo, ahonda: “El pequeño núcleo orgánico que agota el ámbito de decisión en UP aún sigue absorto en que Iglesias supere el duelo y deje de arrastrar a todo el mundo en la búsqueda de culpables. Sin analizar las causas de ese fracaso, sin comprender el auténtico peso de los problemas internos en su deriva política, sin expectativas de articular Podemos como espacio político de futuro es imposible estar a la altura de los tiempos”. Frente a eso, Elizo reivindica “liderazgos inclusivos, en un espacio abierto de izquierda, progresista, generoso e inteligente” que identifica con el proyecto de Díaz.

Queda por delante un complicado proceso para concretar hasta dónde llegará la plataforma de Díaz, un proyecto por ahora en pausa y que genera no pocas incertidumbres. “Estamos en ese compás de espera”, reconoce Echenique. “Soy incapaz de predecir cómo va a ser esa nueva configuración en términos de protagonismo, más allá de que creo que las fuerzas políticas van a tener un papel importante”, vaticina preguntado por el peso de la suya. “La hoja de ruta está por construir y la primera parada será Andalucía”, advierte otra fuente. “Allí nos jugamos mucho”, añade. Los partidos negocian una candidatura conjunta para las autonómicas que podría incluir a Más País, aunque, de momento, el acuerdo parece lejano.

¿Debe estar Errejón en ese proyecto con la vista puesta en las generales? “Sí, sería saludable un espacio de encuentro con Más País y que eso eventualmente pudiera traducirse en colaboración también en el ámbito de lo electoral”, responde Iglesias. “Y quién esté por Más País lo decidirá Más País”. Será una definición costosa, que mantiene expectante a todas las partes implicadas. Hasta la fecha, la vicepresidenta ha dejado claro que desea conferir el protagonismo del proyecto a los ciudadanos. Una premisa que puede alterar los equilibrios actuales y anticipar nuevas fricciones.

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