La polarización se dispara y embarra la política

La crispación provoca desconfianza en las instituciones y aparca la solución de los problemas. El rechazo al que piensa diferente crece también en la sociedad

Foto: EUGENIA MORAGO | Vídeo: epv
Madrid -

La polémica votación de la reforma laboral el jueves en el Congreso, en la que dos diputados de UPN violaron la disciplina de voto y uno del PP se confundió, fue “un auténtico pucherazo a la soberanía nacional”, según los populares, y un “caso de transfuguismo político, de compra de voluntades”, según el PSOE.

Según qué partido hable, España vive “las horas más oscuras” (Pablo Casado) o experimenta “el mayor crecimiento económico e...

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La polémica votación de la reforma laboral el jueves en el Congreso, en la que dos diputados de UPN violaron la disciplina de voto y uno del PP se confundió, fue “un auténtico pucherazo a la soberanía nacional”, según los populares, y un “caso de transfuguismo político, de compra de voluntades”, según el PSOE.

Según qué partido hable, España vive “las horas más oscuras” (Pablo Casado) o experimenta “el mayor crecimiento económico en 20 años” (Pedro Sánchez). El Gobierno es “una estructura de saqueo y expolio de las clases medias y trabajadoras”, según Vox, y ha “mejorado la vida de la gente”, según el Ejecutivo.

Un estudio publicado en 2019 por expertos la Universidad de Princeton y de Jerusalén situó a España como el país más polarizado de los 20 analizados (entre ellos, EE UU, Reino Unido, Alemania, Grecia, Francia y Portugal) entre 1996 y 2015, y desde entonces el fenómeno que alimenta la crispación no ha hecho más que crecer, es decir, empeorar. En un entorno más competitivo tras la irrupción de nuevas marcas políticas, los partidos tratan de marcar al máximo las diferencias con sus rivales para evitar fugas de votos a otras formaciones. Esa actitud polarizadora, advierten los politólogos consultados, ha calado en la sociedad, impide llegar a grandes acuerdos de Estado, aparca el debate y la solución de los problemas y provoca desconfianza en las instituciones. Lo que sigue son los ejemplos de otra semana de ruido y furia en el ruedo político, el análisis de sus causas y de sus consecuencias.

La reforma laboral. Oponerse según quién está a favor y viceversa

El Gobierno llegó al Congreso el jueves con los votos justos para sacar adelante la reforma laboral pese a la oposición de sus socios de investidura. Durante el debate, la presidenta de Cs, Inés Arrimadas, argumentó así el apoyo de su grupo al decreto: “Hoy, gracias a Ciudadanos, pierde Bildu y ERC”. El portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, justificó en términos similares el voto contrario de la formación independentista: “Es exactamente la reforma laboral que hubiera negociado, firmado y votado Albert Rivera de haber sido vicepresidente”.

Por la tarde, en la votación, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, los dos diputados de UPN, que no habían intervenido en el debate, desobedecieron a su partido y votaron en contra del decreto y un diputado del PP, Alberto Casero, se equivocó y votó a favor. No era el primero.

Les ha ocurrido en el Congreso y en los parlamentos autonómicos a diputados de distintos partidos y no se les ha permitido corregir su error, pero en el clima actual de polarización y crispación absoluta, eso se convirtió inmediatamente en palabras del PP en un “pucherazo”, una “cacicada”, el “secuestro de nuestra democracia”. La reforma laboral, añadió Vox, “tenía que convalidarse por lo civil o por lo criminal”. Ambos partidos anunciaron que recurrirán a la Justicia. La polarización también ha cargado de trabajo a los tribunales.

Por su parte, la socialista Adriana Lastra aseguró, sin aportar prueba alguna, que el PP había “comprado” la voluntad de los dos diputados de UPN que votaron en contra.

Asalto al Ayuntamiento de Lorca. “Condenamos la violencia, pero...”

La bronca política arrancó el lunes en alto con el asalto al Ayuntamiento de Lorca (Murcia, 96.000 habitantes), que refleja tanto la escalada de la polarización en España como sus riesgos. Ese día se iba a aprobar en el pleno municipal una modificación del plan general de ordenación urbana para alejar del casco urbano cualquier nueva granja de cerdos —no afectaba a las ya existentes—, en virtud de un acuerdo suscrito en junio de 2020 por los grupos municipales y ganaderos. Pero el pleno no pudo celebrarse porque unas 30 personas irrumpieron por la fuerza en el Consistorio, tirando al suelo a los policías que custodiaban el edificio y gritando a los concejales “¡Os vamos a matar, gandules!”.

Momento en el que un grupo de personas supera la barrera policial en Lorca.

¿Qué había pasado antes? Ya en clima de campaña electoral en Castilla y León, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, criticó en el diario británico The Guardian el método y la calidad de los productos de macrogranjas. La oposición pidió su dimisión o cese y Casado ofreció durante varios días ruedas de prensa con vacas, ovejas y jamones de fondo con el lema “más ganadería y menos comunismo”. En el pasado, no obstante, el PP había apoyado iniciativas contra las macrogranjas.

¿Y qué pasó inmediatamente después? A las 13.48 del lunes, es decir, posteriormente al asalto, la cuenta de Twitter del PP de Lorca difundió un vídeo en el que Fulgencio Gil, portavoz de los populares en la localidad, de la que fue alcalde, resumía así lo sucedido: “Es evidente que el campo ha estallado. Ya no aguanta más. Cuando se juega con el pan de muchísimas familias y con su desesperación se generan situaciones como esta y el campo está reaccionando”. El tuit fue eliminado el martes. El día anterior, el PSOE había pedido su dimisión por no condenar el ataque.

Vox Murcia también difundió en sus redes sociales un vídeo en el que mostraba parte de la manifestación pacífica previa al asalto y parte, también, del enfrentamiento con los concejales del Ayuntamiento. Lejos de condenar los hechos, el partido exponía: “Hoy Vox ha apoyado a los ganaderos en sus reivindicaciones. Están criminalizando, persiguiendo y mintiendo a todas aquellas personas que se dedican a trabajar de sol a sol para llevar el pan a su casa. Esta es la imagen del hartazgo de cientos de personas que solo piden poder trabajar y a las que no se les deja de mentir y manipular”.

El asalto en el Ayuntamiento de Lorca provocó un nuevo enfrentamiento entre las fuerzas políticas, que a través, fundamentalmente, de las redes sociales, herramienta fundamental en el aumento de la polarización, se echaron en cara las distintas reacciones —más o menos contundentes— ante otros episodios que consideraban parecidos y entre los que incluían desde el asalto al Capitolio de EE UU, el asedio al Parlament, el rodea el Congreso o los escraches.

“Todos los demócratas tenemos que condenar este tipo de actuciones”, declaró solemnemente Casado tras el asalto al Capitolio. “No entiendo que haya partidos que critican este asalto pero lo justificaban cuando en Cataluña se intentó asaltar el Parlament, cuando se rodeó el Congreso... El populismo tiene efectos tremendamente nocivos para las sociedades libres. Los extremismos acaban costando caro”, añadió.

Pablo Iglesias, por su parte, apoyó la protesta en las inmediaciones del hemiciclo en 2016 y calificó en el pasado el acoso a representantes públicos en sus viviendas -que él y su familia terminaron sufriendo también tras incorporarse al Gobierno - como “el jarabe democrático de los de abajo”.

Cualquier tema sirve: de ETA a Eurovisión

En ese afán de polarización, es decir, de diferenciarse al máximo del rival político, cualquier asunto sirve. ETA, que anunció el cese definitivo de la violencia hace más de 10 años, sigue muy presente en la agenda de algunos partidos y si el país se divide con un concurso musical —casi tres millones de espectadores, el 21% de la cuota de pantalla, siguieron la final del Benidorm Fest— las formaciones políticas incorporan la polémica extraparlamentaria a sus discursos.

Todo eso (terrorismo y Rigoberta Bandini) cupo en una reciente intervención ante los medios de Pablo Casado. “¿Por qué los pensionistas del País Vasco o los que reciben el ingreso mínimo vital tienen que verlo gestionado por el Gobierno autonómico en lugar de por el Estado? ¿Tendrá que ver con que Sánchez, a la orden de Bildu, va a excarcelar a los asesinos de ETA a los que ya ha acercado a las cárceles del País Vasco? Por unos votos para la reforma laboral va a humillar a las víctimas del terrorismo. Lo vamos a denunciar”, dijo.

En un correo electrónico a las asociaciones de víctimas del terrorismo, el Ministerio del Interior desmintió que reclusos de la banda vayan a salir antes a la calle porque se les vayan a descontar los años de condena que hayan cumplido en otros países, como Francia y explicó que lo que sí está previsto es modificar la ley sobre intercambio de información de antecedentes penales para transponer una directiva europea.

En esa misma intervención en la que acusó al Gobierno de disponerse a “excarcelar a asesinos”, Casado replicó a la ministra de Igualdad, Irene Montero, quien previamente había planteado la canción Ay mamá como una reivindicación política. “Rigoberta Bandini nos ha regalado un hermoso lema feminista”, señaló Montero. “Ella se pregunta por qué les dan tanto miedo nuestras tetas, por qué les dan tanto miedo nuestros derechos, que tengamos reconocido nuestro derecho a la interrupción voluntaria del embarazo...”. Para el líder del PP eran “unas declaraciones un poco pasadas de vueltas”. “Dicen que sobre una canción, pero vamos, hablando del cuerpo de las mujeres. Les diría que se ocuparan de las mujeres del entorno rural y menos soflamas feministas”.


El popular Vicente Azpitarte, delegado de la Junta de Andalucía en Madrid, celebró, por su parte, la derrota en el certamen musical de las favoritas del público, el grupo Tanxugueiras, que canta en gallego, y Bandini: “España dijo sí a la lengua vehicular que nos une a todos. España dijo sí a la igualdad entre hombres y mujeres. Ni lenguas que nos separan ni feminismo rancio”. El gallego es una de las lenguas cooficiales que la Constitución española señala como “patrimonio cultural objeto de especial respeto y protección”. La letra de la canción ganadora, SloMo, de Chanel, tiene un 61,4% de palabras en español, un 28,7% en inglés y un 9,9% de onomatopeyas, según tuvo que aclarar TVE. La cantante, por cierto, cerró su cuenta de Twitter tras recibir un aluvión de insultos.

El concurso musical para elegir al candidato de España a Eurovisión llegó al Consejo de Ministros —Ione Belarra, de Podemos, dejó caer con un “me voy callar lo que pienso” que no le gustaba la ganadora del certámen—; a la Asamblea de Madrid — Carolina Alonso, del mismo partido, pidió a Isabel Díaz Ayuso, hablando de la ley de Infancia: “no robe a la ciudadanía poder tener esta normativa, como ha hecho el jurado con las Tanxugueiras”— y al Congreso —varias formaciones registraron preguntas parlamentarias pidiendo investigar la votación del Benidorm Fest—.

El origen. ¿Quién polariza a quién?

Los expertos señalan dos tipos de polarización, la “ideológica”, entendida como la distancia en las posiciones programáticas de los partidos, y la “afectiva”, es decir el rechazo a quienes tienen otras ideas políticas. El politólogo Lluís Orriols, autor de un estudio para ESADE sobre la polarización en España, explica que ha crecido en ambas categorías. “La ideológica aumenta muchísimo con la aparición de Vox y de Podemos. La afectiva, la que genera más crispación, empezó a aumentar en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando se llega a negar al rival la legitimidad de la victoria por el 11-M”.

Víctor Lapuente, catedrático de Ciencia Política y coautor de un estudio sobre polarización, populismo y mortalidad en la pandemia, coincide: “España es uno de los países más polarizados”. En “el lado positivo”, apunta que, a diferencia de otros sitios, “aquí, la vacunación no ha sido tan utilizada políticamente. Somos un país de Nadales, no de Djokovics”. Pero advierte: “Somos el país de las dos Españas, tradicionalmente abonado al cainismo. Parte de la responsabilidad de esta escalada la tiene la oferta, es decir, los políticos y medios de comunicación que en un entorno mucho más segmentado ven incentivos para apelar a los muy de izquierdas o a los muy de derechas. Hay entretenimiento político las 24 horas con tertulias y programas en los que los políticos, en un entorno pluripartidista, más competitivo, buscan hacer ruido, lanzar el titular de impacto o el tuit que les asegure estar en la primera línea. Pero también hay una responsabilidad ciudadana, de la demanda, del individualismo que provoca un ambiente de menos racionalidad en el que es más fácil ser cautivo de las manifestaciones simplonas de la polarización”.

En 2019, el CSIC difundió un informe sobre una investigación realizada junto al Instituto de Estudios Sociales Avanzados y el instituto IMOP que concluía que la mayoría de españoles prefería no relacionarse con quien tenía ideas políticas distintas. Entre los más de 1.000 participantes, un 71,4% declaró que le disgustaría que el profesor de sus hijos fuera “simpatizante” de otro partido. Más de un 20% consideró “mala persona” a quien apoyaba a otra formación. “Confirmamos que ese nivel de rechazo, de caricaturización y absolutismo moral”, afirma el investigador Hugo Viciana, “no se circunscribía a las élites políticas”. “Y ese estudio se hizo antes del auge de Vox, por lo que todo indica que ese sentimiento ha ido más”.

Los expertos consultados coinciden en que todos los partidos participan de la polarización. Se retroalimentan. “No es un problema exclusivo de la derecha radical”, señala Lapuente. “Los extremos la explotan más porque intentan menoscabar el trabajo de las tradicionales familias políticas, pero todos piensan en algún momento que no pueden dejar pasar la oportunidad. Echo de menos a esos políticos aburridos de antaño”, añade.

Las consecuencias: desconfianza y empobrecimiento del discurso

Esta escalada de la polarización tiene consecuencias. El CIS muestra desde hace años un incremento de la desconfianza de los ciudadanos en los partidos, y los políticos, es decir, los encargados de aportar soluciones, son señalados como uno de los principales problemas. “La polarización tiene efectos perversos, genera desconfianza en las instituciones y empobrece el discurso político”, explica Orriols, “porque aparca muchas veces las propuestas programáticas. Se destaca más de qué tribu eres que el proyecto político que defiendes y eso dificulta los acuerdos porque ya no se trata tanto de buscar puntos intermedios, en común, como de marcar las diferencias con el rival”.

Para Lapuente, esa escalada puede derivar en una crisis de la democracia. “La polarización ha provocado dos tendencias: la populista, que trata de sustituir directamente a los partidos por la participación ciudadana, que todo se decida por referéndum, como el Brexit, y la tecnócrata, que quiere reemplazarlos por expertos. Es pronto para saber a dónde nos lleva todo esto, pero es preocupante porque todo ese ruido artificial ya produce cierta parálisis para atajar los problemas importantes y porque todo esto va a más, no a menos”.

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