Vox acude en auxilio del Gobierno
El Ejecutivo logra sacar adelante el plan para los fondos europeos con una carambola inverosímil: el apoyo de EH Bildu y la abstención de la extrema derecha
Esta vez no fue geometría variable, sino pura acrobacia circense. El Gobierno estaba acorralado, sin apoyos ante una votación trascendental en el Congreso, la del plan para la ejecución del multimillonario fondo europeo en el que están depositadas todas las esperanzas de recuperación económica. Con las elecciones catalanas a dos semanas vista y el ambiente a...
Esta vez no fue geometría variable, sino pura acrobacia circense. El Gobierno estaba acorralado, sin apoyos ante una votación trascendental en el Congreso, la del plan para la ejecución del multimillonario fondo europeo en el que están depositadas todas las esperanzas de recuperación económica. Con las elecciones catalanas a dos semanas vista y el ambiente agitado por la candidatura del exministro Salvador Illa, ERC sacó la artillería y anunció su voto negativo en el pleno convocado para este jueves. El asidero de Ciudadanos, que en su día permitió al Gobierno compensar los rechazos de Esquerra a las prórrogas del estado de alarma, tampoco estaría disponible esta vez. Los de Inés Arrimadas se habían pasado al no, del que resultaba inamovible el PP. Ni siquiera el sí arrancado a EH Bildu y Más País parecía suficiente. El Ejecutivo se encaminaba a una segura derrota parlamentaria y al consiguiente bochorno ante Bruselas. La acrobacia salvadora llegó entonces de donde menos se podía esperar: de Vox, que con su abstención permitió al Gobierno salvar un trance crucial.
El partido de Santiago Abascal siguió al pie de la letra el manual básico de las venganzas: lo mejor es servirlas frías. Tres meses después de que el PP destrozase la moción de censura de Vox con un ataque brutal de Pablo Casado, llegó la hora de la revancha para el partido de extrema derecha. Y como entonces, el emboscado cayó por sorpresa, aunque ahora con los papeles cambiados. La abstención de Vox, que la justificó por responsabilidad con los posibles beneficiarios del dinero europeo, dejaba al PP con la imagen de un partido más obstruccionista aún que la extrema derecha. Un golpe en vísperas de la campaña a las elecciones catalanas, en las que algunas encuestas sitúan a Vox con posibilidades de sobrepasar al PP.
Todo se ha trastocado en el Congreso de los Diputados desde la convocatoria de los comicios en Cataluña. El Gobierno, que había acabado 2020 con lo que parecía una sólida mayoría, ya recibió un aviso el pasado lunes en la Diputación Permanente de la Cámara. Ese día, el Ejecutivo perdió cuatro votaciones, tres de ellas destinadas a exigir cuentas a Illa antes de abandonar Sanidad. Y ya entonces PP y ERC coincidieron en sus tácticas contra el Gobierno.
El verdadero alcance del efecto Illa se conocerá el 14-F, aunque de momento ya hay una consecuencia tangible: ha soliviantado a ERC y, en menor medida, a Ciudadanos. Esquerra siguió calentando motores el miércoles y anunció, con un tuit de su portavoz en Madrid, Gabriel Rufián, que votaría contra el plan de los fondos europeos en el pleno extraordinario del Congreso que este jueves debía convalidar cinco decretos aprobados por el Gobierno en diciembre. “Su autor real es la CEOE y entrega todo el dinero al Ibex”, escribió Rufián. El vértigo se instaló en el Gobierno, que abrió negociaciones a toda prisa con otros partidos menores.
El Ejecutivo llegó al pleno tras haber cerrado acuerdos con EH Bildu y Más País. El decreto sobre los fondos se tramitaría como proyecto de ley, lo que permitiría a los grupos enmendarlo. Pero el PP no estaba dispuesto a dar aire al Gobierno. Y en esta ocasión tampoco Ciudadanos, que ni siquiera iba a quedarse en una simple abstención. Las cuentas no salían para la encargada de las negociaciones, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo: más de la mitad de la Cámara parecía estar en contra.
Nadie, por supuesto, pensaba en Vox, con su sistemática oposición a todo lo que venga del “Gobierno socialcomunista”. Ni mucho menos tras escuchar a su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, intervenir en el pleno. Espinosa de los Monteros es uno de los diputados menos estridentes de Vox y arrancó su intervención subrayando que la gestión de estos fondos resulta “decisiva” para que España logre remontar la crisis. Pero, a continuación, arreó con dureza al Gobierno, al que acusó de idear un sistema de gestión que creará la “mayor red clientelar de la historia”.
Minutos después, en el hervidero de los pasillos de la Cámara, Espinosa de los Monteros dejó boquiabiertos a los periodistas al anunciar cuál sería el voto de su grupo: “Abstenernos es lo más sensato. Cada día que pasa hay un comerciante que está cerrando. Queremos que las ayudas lleguen lo antes posible”. El decreto finalmente iba a salir adelante con una carambola inverosímil: el sí de EH Bildu y la abstención de Vox, los “proetarras” y los “neofascistas” (así se llaman mutuamente) juntos para salvar al Gobierno. Tan asombroso como escuchar luego a Carmen Calvo agradecer a los que contribuyeron a la aprobación “de forma indirecta”, en clara alusión a la extrema derecha. La votación que pendía de un hilo acabó siendo bastante holgada: 170 a favor, 126 en contra y 52 abstenciones, las de Vox. A los dos partidos del Gobierno se sumaron PNV, EH Bildu, Más País, Compromís, Coalición Canaria, Nueva Canarias, Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe. El resto de los decretos también fue aprobado, entre ellos el que frena temporalmente los desahucios, duramente descalificado por la derecha como “un ataque a la propiedad privada”.
El triunfo, con todo, estuvo acompañado de una catarata de reproches. La mayoría de los grupos, empezando por el PP, acusó Gobierno de actuar con opacidad, de pretender gestionar los fondos sin rendir cuentas al Congreso y de crear inseguridad jurídica por su propuesta de relajar trámites administrativos y ambientales para actuar con más agilidad. La izquierda, aun la que apoyó el decreto, dejó caer sus sospechas de que el plan favorece a las grandes empresas, lo que anuncia nuevas y arduas negociaciones cuando se tramite como proyecto de ley.
Pero la batalla de verdad estaba en la derecha. El PP se lanzó en Twitter a la yugular de Vox. Su secretario general, Teodoro García Egea, distribuyó un montaje fotográfico con la imagen de Abascal en un cartel del PSC. En el hemiciclo, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, recuperó la etiqueta un tanto olvidada de “derechita cobarde” para atacar al PP. “Después de lo que han hecho hoy, ¿quién es la derechita cobarde?”, le replicó el popular Carlos Rojas. Divertido con el espectáculo, Joan Baldoví, el diputado de Compromís, dijo entre risas: “Huelo a napalm en las filas de la derecha”. Igual que en octubre, tras la moción de censura de Vox, aquella de la que Casado salió a hombros por plantar cara a la extrema derecha.
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