El agridulce aniversario de Casado
El líder del PP cumple dos años al frente del partido. El ala moderada cuestiona su estrategia y sus fichajes y reclama cambios para recuperar al electorado de centro
Pablo Casado cumple el próximo martes dos años al frente del PP. Fue elegido por el 57% de los compromisarios frente a Soraya Sáenz de Santamaría en un congreso en el que no estuvo presente José María Aznar. El expresidente que eligió a dedo a Mariano Rajoy como sucesor y había pasado los últimos años escenificando su arrepentimiento no estaba invitado aquel día por el “desdén” con el que había ...
Pablo Casado cumple el próximo martes dos años al frente del PP. Fue elegido por el 57% de los compromisarios frente a Soraya Sáenz de Santamaría en un congreso en el que no estuvo presente José María Aznar. El expresidente que eligió a dedo a Mariano Rajoy como sucesor y había pasado los últimos años escenificando su arrepentimiento no estaba invitado aquel día por el “desdén” con el que había tratado a las siglas, según explicó el comité organizador del cónclave. La primera decisión de Casado fue volver a abrirle la sede de Génova, que llevaba casi tres años sin pisar. Su influencia es ahora determinante. Este es el balance del ecuador de la legislatura del líder del PP.
El regreso de Aznar. Durante las primarias, esa cercanía al expresidente había sido utilizada contra Casado por otra de las aspirantes al puesto, María Dolores de Cospedal. Pero la secretaria general cayó en la primera vuelta de las votaciones y cedió al entonces vicesecretario de comunicación sus apoyos para evitar que ganase su eterna rival, Sáenz de Santamaría, lo que molestó mucho a Rajoy. El nuevo líder del PP nombró como jefe de gabinete a Javier Fernández-Lasquetty, patrono de la fundación de Aznar, FAES, para quien Rajoy era “un mal recuerdo”. El expresidente empezaba a colocar piezas en Génova. “El PP lo dirigen FAES, el aguirrismo, todos los que intentaron moverle la silla a Rajoy”, lamentaba entonces un veterano dirigente.
Altas y bajas. Sáenz de Santamaría abandonó la política mes y medio después de la victoria de Casado. Empezaba el goteo de salidas: Íñigo Méndez de Vigo, Íñigo de la Serna, José Luis Ayllón, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, Celia Villalobos, Borja Sémper… y nacía, en el partido tradicionalmente más disciplinado —al menos en términos relativos— un sector crítico compuesto en su mayoría por ex altos cargos de la era Rajoy. La elaboración de las listas para las elecciones generales de abril de 2019 confirmó los temores de los marianistas. Solo 10 de los 52 cabezas de lista repetían. El marianismo fue depurado y dirigentes como Fernando Martínez-Maillo, que había sido coordinador general (número tres) del partido, fueron enviados al Senado, mientras Casado recurría a toreros, tertulianos y otros polémicos fichajes para el Congreso: Juan José Cortés, [padre de Mariluz, la niña de cinco años asesinada en 2008] sustituía a la exministra de Empleo, Fátima Báñez. Adolfo Suárez Illana — “Los neandertales también practicaban el aborto pero esperaban a que naciera y le cortaban la cabeza”, llegó a afirmar—, a Sáenz de Santamaría. Fuentes del sector crítico advirtieron de la “descapitalización” del partido y la pérdida de una de sus ventajas competitivas, la experiencia de gestión, sobre el que era entonces su principal rival, Ciudadanos.
Ignorando también los congresos regionales, Casado impuso en Asturias a la expresidenta de Hunosa Teresa Mallada; en Cantabria, a la atleta Ruth Beitia —que renunció tras comparar el maltrato animal y la violencia de género— y a Carlos Iturgaiz en lugar de Alfonso Alonso como candidato del PP vasco.
Álvarez de Toledo y la derecha “sin complejos”. Casado colocó de número uno por Barcelona a Cayetana Álvarez de Toledo, que había abandonado el PP tras airear sus discrepancias con Rajoy. Representaba, como otra de sus elecciones más polémicas, la de Isabel Díaz Ayuso para presidir la Comunidad de Madrid, lo que Casado bautizó como la derecha “sin complejos”, y ha sido una fuente constante de problemas en el partido. Los dirigentes que trataron de frenar su nombramiento como portavoz en el Congreso la señalan ahora como principal obstáculo para un discurso moderado que permita recuperar el centro. La tensión ha alcanzado al secretario general, Teodoro García Egea, mano derecha de Casado.
Acercamiento a Vox. El primer programa electoral de Casado incluía numerosos guiños al votante de Vox, como derogar la ley de memoria histórica, defender “las tradiciones taurinas” o extender licencias de caza. Posteriormente, en contra de dirigentes de su partido, el líder del PP abrazó el llamado pin parental, una de las banderas del partido de Santiago Abascal, que considera que a los niños les enseñan “zoofilia” en los colegios. También el lenguaje de Casado subió varios decibelios para competir con el mensaje hiperbólico de Vox. ETA, disuelta en 2018, volvió a estar muy presente —”la agenda de Cataluña es la agenda de ETA”, afirmó— y revolvió a Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, concejal del PP asesinado por la banda en 1995: “Deje de utilizar a las víctimas del terrorismo para hacer campaña”.
En el sector moderado se encendieron las alarmas: “El votante elegirá al original [Vox] y perderemos el centro”, advertía un veterano dirigente ante los comicios de abril. Casado cerró la campaña ofreciendo ministerios a Vox y obtuvo los peores resultados del PP: 66 diputados. Rajoy tenía 137.
“Zidanes y Pavones”. Tras el descalabro electoral, Casado ofreció un cambio de cara para calmar a sus barones, una operación que repetiría más veces. Llamó “extrema derecha” a Vox y presentó el lema para las autonómicas: “Centrados en tu futuro”. El líder del PP corrigió errores en las listas para incluir a “Zidanes y Pavones”: Cortés se quedó fuera y Ana Pastor sustituyó a Suárez Illana. El partido subió a 89 diputados.
Tensión permanente. Tanto los fieles como el sector crítico alaban de Casado haber desvinculado al PP de la corrupción —dejó caer a Cospedal tras las grabaciones de Villarejo y apartó al exministro Jorge Fernández Díaz—. Pero el líder del PP no ha logrado cerrar filas y cicatrizar la herida de las primarias. Ha dedicado sucesivos comités ejecutivos a intentar convencer a sus barones de que no ha escorado al partido a la derecha y de que no hay “un PP duro y uno blando; halcones y palomas”, sino “un PP verdadero”. Casado fía su futuro al desgaste del Gobierno por la crisis y a la alianza con Cs, que le ha permitido mantener poder autonómico y quiere llevar a Cataluña. Pero el otro PP insta a aprovechar la debilidad de Cs y desmarcarse de Vox señalando el ejemplo de Alberto Núñez Feijóo.