El PP busca la brújula perdida
Altos cargos advierten a Casado del peligro de sucumbir a la presión de Aznar y Álvarez de Toledo para derechizar al partido y alejarse del centro
Hay dos asuntos que provocan un encendido debate en el seno del Partido Popular. Uno es interesante —las diatribas de Cayetana Álvarez de Toledo—, pero el otro es más profundo y puede resumirse en una pregunta: ¿qué debe hacer Pablo Casado para recuperar el sitio del PP en la política española y volver a convertirse en una alternativa al PSOE?
Antes de expedir las recetas con las soluciones, todos los políticos consultados —dirigentes del partido en activo o en la reserva que piden preservar ...
Hay dos asuntos que provocan un encendido debate en el seno del Partido Popular. Uno es interesante —las diatribas de Cayetana Álvarez de Toledo—, pero el otro es más profundo y puede resumirse en una pregunta: ¿qué debe hacer Pablo Casado para recuperar el sitio del PP en la política española y volver a convertirse en una alternativa al PSOE?
Antes de expedir las recetas con las soluciones, todos los políticos consultados —dirigentes del partido en activo o en la reserva que piden preservar su identidad— coinciden en que Pablo Casado tiene tres dificultades que sus predecesores al frente del PP no tuvieron. La primera a la izquierda, la segunda a la derecha y la tercera en el interior de su propia formación política. “A la izquierda”, explica un político que ha ocupado cargos de gran relevancia, “porque es fundamental que el PP ponga en marcha una estrategia para robar los votos colindantes con el PSOE, pero Pedro Sánchez se lo está poniendo muy difícil. El mejor ejemplo es el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado o el intento de modificar el Código Penal para beneficiar a los independentistas. Es muy difícil pactar políticas de Estado o llegar a acuerdos puntuales con un presidente del Gobierno que hace todo lo posible, y de forma ostensible, por evitarlo. No hay que olvidar tampoco que a Pedro Sánchez le interesa estratégicamente que Vox siga estando a la derecha del PP, como en su momento a Mariano Rajoy le vino bien el desgaste del PSOE que suponía Podemos”·
El segundo inconveniente es la fragmentación de la derecha. En el PP dan por descontado que antes o después, de una forma u otra, se llegará a un acuerdo con Ciudadanos, pero que Vox es una pesadilla a largo plazo. “Auque en un principio”, reflexiona otro alto cargo popular, “se consideró que Vox era una escisión del PP, ¡si Santi Abascal era más del partido que yo!, pero luego se ha visto que parte de su voto viene también de barrios obreros donde el PP nunca había rascado nada. Y en temas como Europa, las mujeres o los inmigrantes están muy radicalizados. Su discurso emite a unos decibelios muy por encima de lo que el PP, un partido de centroderecha europeo, se puede permitir. Por tanto, y aunque algunos soñemos con la reunificación de la derecha, una fusión con Vox sería muy complicada”.
La tercera cuestión previa que preocupa a los dirigentes o exdirigentes consultados no atañe a factores exógenos, sino al sanctasanctórum del PP. Lo explica con la mayor crudeza un exalto cargo: “El PP está ahora bajo la influencia de José María Aznar. No hay más que fijarse en el comité de dirección de Pablo Casado: no tiene un número dos potente, propio, ningún referente económico, ha subcontratado a FAES. Aznar ha vuelto para reivindicarse, es su forma de vengarse de la indiferencia con que lo trató Rajoy”. Otro de los referentes del PP consultados insiste en la cuestión: “Esto que voy a decir es muy duro, y por eso le he pedido que oculte mi nombre. Pablo tiene que quitarse de encima el peso de Aznar. Rajoy está siendo muy respetuoso con su sucesor, ni incomoda ni intenta meter a su gente, pero Aznar es distinto. Fue un buen presidente, pero nunca asumió la derrota y se ha convertido, junto a Zapatero, en el peor expresidente de la democracia”.
Una vez fijadas las dimensiones del campo con que cuenta Pablo Casado, los políticos consultados aceptan responder a la pregunta planteada: ¿qué puede hacer el PP para recuperar la hegemonía del centro derecha? Uno de ellos lo explica de manera muy gráfica: “Estamos ante dos procesos electorales inmediatos, Galicia y el País Vasco, y tienen mucha importancia porque son dos territorios en los que el PP va a presentar campañas distintas. Desde hace muchos años, en el PP hemos acusado al PSOE de hacer discursos distintos dependiendo de donde colocaran el atril. Bueno, pues ahora nosotros vamos a hacer discursos distintos en Galicia y en el País Vasco. En Galicia tenemos un candidato que es muy transversal, que se declara galleguista, un tipo que aparte de llevar ya tres mayorías absolutas y de sentirse muy orgulloso de ser del PP, no desprecia ni ningunea a nadie que piense distinto. A Alberto Núñez Feijóo le vota gente que no está ideológicamente cerca del PP, pueden votarlo incluso nacionalistas o gente de izquierda. Pues bien, en Galicia no va a haber mítines ni con José María Aznar ni con Cayetana Álvarez de Toledo. Sí van a estar en cambio en el País Vasco, donde el PP ha quitado a una persona fiable, que no despertaba rechazo. Pues al País Vasco sí irán Aznar y Cayetana, que sí buscan un discurso de batalla, una confrontación que no tiene nada que ver con la gestión, con solucionar los problemas de la gente”.
Los altos cargos del PP consultados coinciden en que, a pesar de las circunstancias adversas y del ritmo vertiginoso que ha tomado la política, Casado tendrá que definir una estrategia propia de “un partido clásico de centroderecha, liberal conservador, un proyecto basado en los principios fundamentales y no en elementos tácticos, sin estar pendiente de lo que convenga en cada momento”. Una diputada reconoce, no obstante, que corren malos tiempos para el sosiego: “Quienes más mandan en la política actual, también en nuestro partido, son jóvenes caníbales que buscan resultados rápidos, y yo creo que lo que necesitamos ahora son herbívoros experimentados que tracen un plan para recoger los frutos a medio o largo plazo”.
Más allá de cuestiones también importantes como si Pablo Casado sobreviviría a otro fracaso electoral —“yo creo que ya solo le queda una bala en la recámara”, advierte uno de los entrevistados—, en lo que sí coinciden todos es en la necesidad de no apartarse del centro. “La mayoría de los españoles”, explica uno de los altos cargos, “se consideran de centro. Yo estoy en desacuerdo con los que en mi partido tienen miedo de centrarse por perder votos por la derecha. Pienso justo lo contrario. El complejo de Vox es lo primero que el PP se tiene que quitar de encima, porque ha habido momentos que nos han situado muy a la derecha, casi compitiendo con Vox. Y eso es un error. Mucha gente de mi partido, entre ellos yo, piensa que la mejor forma de competir con Vox es alejarnos de ellos”.