Análisis

Primeras fricciones

Las tensiones en el Gobierno de coalición son cada vez más visibles en asuntos como la ley de libertad sexual, la sentencia de Estrasburgo acerca de las devoluciones en caliente o el caso José Couso

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y con el vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso.Chema Moya (EFE)

Las primeras semanas de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos se caracterizaron por una sensación de unidad que casi nadie esperaba. El partido que lidera Pablo Iglesias llegaba al poder en coalición con los socialistas apenas cinco años después de su nacimiento. Durante esos cinco años hubo de todo. Desde apelaciones a una casta a la que había que expulsar del poder hasta reivindicaciones constantes de la Constitución española durante los últimos debates electorales. Por el otro lado, la dirección del PSOE también h...

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Las primeras semanas de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos se caracterizaron por una sensación de unidad que casi nadie esperaba. El partido que lidera Pablo Iglesias llegaba al poder en coalición con los socialistas apenas cinco años después de su nacimiento. Durante esos cinco años hubo de todo. Desde apelaciones a una casta a la que había que expulsar del poder hasta reivindicaciones constantes de la Constitución española durante los últimos debates electorales. Por el otro lado, la dirección del PSOE también ha cambiado de opinión —en numerosas ocasiones— en relación con Podemos. Una vez se confirmó la coalición, existía una gran incertidumbre sobre cómo se desarrollaría la legislatura, no solo por la debilidad parlamentaria del Gobierno, sino también por la relación entre los dos socios: en España no había noticias de coaliciones desde los años treinta.

A pesar de que existieron tensiones desde el principio —distintas visiones sobre la derogación de la reforma laboral, por ejemplo—, las primeras semanas fueron más apacibles de lo que cabía esperar. Sin embargo, las fricciones son cada vez más visibles en asuntos como la ley de libertad sexual, la sentencia de Estrasburgo acerca de las devoluciones en caliente —y sobre la política migratoria en general— o el caso José Couso. Puede que nos encontremos ante lo que va a ser la tónica general de la legislatura. O que, por el contrario, se trate simplemente de una sucesión de asuntos particularmente divisivos que han coincidido el tiempo. Aún es pronto para saber exactamente la dinámica de la legislatura, para saber si la química va a funcionar. Pero conviene resaltar por qué son estos temas los que más disenso generan.

Los conflictos aparecen en cuestiones que tienen que ver con la dimensión cultural —posmaterialista— de la competición política, como la igualdad de género o la cuestión migratoria. En el caso de la igualdad, por ejemplo, se trata de un asunto que forma parte del ADN de ambos partidos. Es lo que los politólogos conocen como issue ownership: tanto el PSOE como Podemos consideran que la igualdad es crucial para su electorado. En general, los partidos son percibidos como más competentes y creíbles para gestionar algunas materias por encima de otras: en EE UU, los demócratas son percibidos como más competentes en sanidad; los republicanos, en defensa. Los dirigentes de Podemos son conscientes de que su entrada en el Gobierno trae consigo importantes riesgos. Así lo han explicitado desde el primer día. La literatura académica muestra que, en términos generales, los socios minoritarios en un Gobierno de coalición son penalizados en las siguientes elecciones: algo así hemos visto en Alemania, por ejemplo, durante la era Merkel. Esto se debe principalmente a la capacidad del socio mayoritario —el PSOE en este caso— para imponer la agenda, ya sea a través del Consejo de Ministros o los medios de comunicación, a través de los asuntos que le son más beneficiosos electoralmente.

En este contexto, los dirigentes de Podemos son conscientes de que tienen que distinguirse del PSOE y de mantener vivo su espíritu anti-establishment, que conecta con los sectores más desencantados de su electorado. Y es probable que el PSOE perciba que tiene las de ganar en propuestas de carácter más económico, como la reforma de las pensiones o una modificación de la reforma laboral menos ambiciosa de la que promueve Podemos. Esas medidas no son —de momento— las que han generado más desacuerdo. Son en cambio asuntos como la igualdad de género, donde ambos partidos tienen posiciones muy similares, donde se están produciendo los primeros choques. De momento la competición por fijar la agenda continúa, pero el PSOE tiene las de ganar cuando se trata de las cuestiones económicas y Podemos no querrá ser un obstáculo para la agenda social del Gobierno. Veremos por cuánto tiempo.

Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS.

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