Cuando la movilización de los hinchas logra frenar fichajes de jugadores en el fútbol
Las directivas se ven obligadas a cambiar la planificación de la temporada
La planificación de una temporada en los clubes de fútbol depende esencialmente del director deportivo, el cuerpo técnico y el presidente. Pero hay otro actor muy importante con el que una entidad debe contar y que en ocasiones tiene la última palabra: la afición. Los seguidores de un equipo cuentan con un gran peso en algunas decisiones de los clubes hasta el punto de truncar fichajes —que desde la directiva han aprobado— al ejercer presión social y mediática a través de manifestaciones y mensajes por redes sociales.
El pasado 5 de agosto, el Fortuna Düsseldorf, equipo de la segunda división alemana, canceló el fichaje del futbolista israelí Shon Weissman por la presión que ejercieron sus hinchas. Cuando la afición supo que su club quería hacerse con los servicios del jugador, perteneciente al Granada, se movilizó para detener la operación. Weissman, a través de sus redes sociales, había mostrado su apoyo a la ofensiva de Israel sobre la Franja de Gaza compartiendo mensajes como: “Hay que lanzar 200 toneladas de bombas”. Los aficionados empezaron a movilizarse en change.org —una plataforma no gubernamental de recogida de firmas— para posicionarse contra el traspaso. El club cedió y se desestimó la contratación del israelí.
Una semana después, el Nàstic de Tarragona anunció la llegada de José Manuel Calderón, procedente del Córdoba. Sin embargo, a la afición no se le olvidan unos comentarios del jugador hace poco más de un año, cuando Nàstic y Córdoba disputaron un playoff de ascenso a Segunda División. El conjunto andaluz eliminó al equipo catalán en la final y consumaron su ascenso. En las celebraciones posteriores, Calderón, en un directo en redes sociales, expresó: “Me cago en los muertos de los catalanes”. Enseguida pidió perdón y retiró su frase, pero quedó grabada en la memoria de los aficionados tarraconenses, que reaccionaron con uñas y dientes cuando se anunció el fichaje. La presión ejercida a través de redes hizo recular al club, que en menos de cuatro horas anunció la anulación del traspaso.
Se trata de dos casos recientes, pero hace años los aficionados ya tumbaban traspasos. En 2017 el Rayo Vallecano hacía oficial la cesión de Roman Zozulya, futbolista ucranio que llegaba procedente del Betis. La afición rayista mostró su oposición total por su vinculación con grupos ultras como los Dnipro White Boys o la Brigada Azov —una milicia impulsada por voluntarios ultranacionalistas ucranios, algunos de ideología nazi, que combate contra las fuerzas rusas desde 2014—. Además, los seguidores vallecanos lo calificaban como “nazi” al hacerse pública una foto en la que el jugador aparecía en una pista de baloncesto señalando el marcador que reflejaba 14-88, números que se relacionan con el neonazismo. En el estadio aparecieron pintadas en contra del futbolista. “Zozulya fuera de Vallekas” o “Fuera nazis de Vallekas”, se leía en algunas de ellas. Como consecuencia, Rayo y Betis llegaron a un acuerdo para cancelar el traspaso y el ucranio regresó a Sevilla.
Estos episodios son algunos ejemplos de cómo la opinión pública que proviene de parte de una afición puede influir en la estrategia deportiva de un club. En décadas anteriores se producían manifestaciones contra los clubes, pero no tenían tanta visibilidad y empuje como en la actualidad, especialmente desde el bum de las redes sociales. Pese a que la relación cercana de la directiva y los futbolistas con los hinchas cada vez se pierde más, la ideología y la memoria de los seguidores han cobrado una gran influencia y se han convertido en parte del juego. Un juego en el que la pasión y el sentimiento de un aficionado a sus colores también influye en los fichajes.