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Fabio Paleari, el fotógrafo italiano que retrató la cultura de la España de los ochenta

El fotógrafo llegó a Madrid en los ochenta, en pleno auge de la escena cultural española. Figuras como Chillida o Barceló se consolidaban entonces en el panorama internacional. Paleari logró adentrarse, con su cámara, en los estudios de los artistas del momento. Esto fue lo que capturó su mirada.

En 1987, yo tenía 24 años y llegué a España en busca de aventuras. Venía de Los Ángeles y Madrid me pareció un lugar fascinante detenido en el tiempo. El centro estaba lleno de prostitutas y traficantes. En la calle de la Montera vendían cigarrillos y papelillos de liar sueltos. Al poco tiempo de aterrizar, conocí a Marco Miele, un hombre carismático que entonces dirigía el Instituto Italiano de Cultura de Madrid, donde organizaba unas célebres cenas durante las ediciones de Arco. Le enseñé mis fotos y, rápidamente, me encargó una colección de retratos de grandes artistas españoles en sus estu...

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En 1987, yo tenía 24 años y llegué a España en busca de aventuras. Venía de Los Ángeles y Madrid me pareció un lugar fascinante detenido en el tiempo. El centro estaba lleno de prostitutas y traficantes. En la calle de la Montera vendían cigarrillos y papelillos de liar sueltos. Al poco tiempo de aterrizar, conocí a Marco Miele, un hombre carismático que entonces dirigía el Instituto Italiano de Cultura de Madrid, donde organizaba unas célebres cenas durante las ediciones de Arco. Le enseñé mis fotos y, rápidamente, me encargó una colección de retratos de grandes artistas españoles en sus estudios para exponerla en el instituto. Gracias a su patrocinio, los artistas me recibieron y me permitieron fotografiarlos. Todos adoraban a Miele y fueron muy hospitalarios conmigo (en casa de Barceló estuve viviendo un par de días).

La escena cultural española atravesaba un momento brillante. Grandes maestros, como Tàpies o Chillida, seguían activos y una nueva generación de artistas jóvenes (Sicilia, Barceló…) alcanzaba una gran repercusión mundial. El Reina Sofía acababa de abrir y pronto lo haría el Thyssen. Arco era ya apreciada internacionalmente y en la ciudad había extraordinarias galerías, como Soledad Lorenzo, Juana de Aizpuru o la Marlborough. Fue un privilegio ser testigo de aquellos años de esplendor.

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