Lujosos menús, ‘spa’ a bordo y, sobre todo, privacidad: cómo las aerolíneas apuestan por el ‘premium’

Mientras la experiencia de vuelo en clase turista es cada vez menos satisfactoria, las aerolíneas apuestan por aumentar y sofisticar sus ofertas ‘premium’. Nos embarcamos en un vuelo entre Madrid y Dubái para conocer cómo viajan los pasajeros más exclusivos de Emirates

Mesa puesta en una cabina de primera clase de Emirates en un vuelo Madrid-Dubái el pasado mes de octubre.James Rajotte

En los últimos años, prácticamente todas las grandes aerolíneas del globo han ganado espacio en sus aviones para las clases nobles. En los asientos más caros se vive una batalla por ofrecer cada vez más comodidad, menús firmados por chefs de renombre, bodegas con solera o neceseres repletos de cremas de marcas de lujo para bajar del avión como si salieras del spa y no de un transoceánico de nueve horas. De hecho, si vuelas en first class en ciertas aerolíneas puedes aterrizar recién...

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En los últimos años, prácticamente todas las grandes aerolíneas del globo han ganado espacio en sus aviones para las clases nobles. En los asientos más caros se vive una batalla por ofrecer cada vez más comodidad, menús firmados por chefs de renombre, bodegas con solera o neceseres repletos de cremas de marcas de lujo para bajar del avión como si salieras del spa y no de un transoceánico de nueve horas. De hecho, si vuelas en first class en ciertas aerolíneas puedes aterrizar recién salido literalmente de un spa. Mientras, en los aeropuertos, los lounges para los viajeros premium también han crecido y se han sofisticado todavía más, incidiendo especialmente en la exclusividad y la privacidad. En medio de este nuevo paradigma, han sido las compañías con sede en Oriente Próximo (y algunas de Asia Oriental) las que han redefinido lo que significa viajar en primera clase. Albert Hsieh, experto en programas de fidelización de compañías aéreas, fundador de JetAlbert y exdirector de marketing, explica cómo las cabinas de primera clase “evolucionan hacia suites privadas con puertas cerradas, iluminación personalizada y capacidad para cenas de dos o tres personas a bordo”. Hsieh, que creó JetAlbert para ayudar a los viajeros a aprovechar el valor de sus millas y programas de fidelización, añade: “Estas cabinas no solo ofrecen mayor privacidad, sino que también integran tecnología avanzada con pantallas personales de gran formato, ajustes personalizados de iluminación y asientos que se convierten en camas completamente planas”.

Una azafata recibe a los viajeros de primera clase en un A380 de Emirates.James Rajotte
De Madrid a Dubái como un jeque.

De la mano de Emirates volamos en una de sus aeronaves para conocer sus premiadas cabinas de primera clase. En el Airbus A380 (con el que hacemos el vuelo de ida a Dubái) y el Boeing 777 son verdaderos remansos de paz. Cada pasajero tiene a su disposición una suite privada, que le permite alejarse —de verdad— del mundanal ruido. En el A380, las suites ofrecen puertas correderas del suelo al techo, diseñadas para preservar la privacidad de cada viajero. En los trayectos de largo recorrido, la aerolínea incluye duchas privadas, un servicio que representa la cúspide del lujo en el aire. En la llamada zona de spa hay camas para relajarse y servicio de toallas. Cada viajero puede pasar 25 minutos allí y tiene garantizados otros cinco de agua. Según la ruta, el neceser puede estar lleno de productos de Byredo, de Bulgari o de la marca exclusiva de amenities que posee la propia aerolínea. Los auriculares, de Bowers & Wilkins. El pijama que se proporciona al viajero de first class es de una tela infusionada con aceite de oliva y vitamina E que favorece el descanso. Por su parte, la oferta gastronómica incluye menús diseñados por nombres de prestigio como el chef francés Michel Roth o el australiano Neil Perry. La atención al ¡detalle se refleja incluso en la selección de ingredientes, con platos creados para satisfacer tanto el gusto como las necesidades de los pasajeros en vuelo, donde la percepción del sabor puede alterarse. En nuestro vuelo fluye el caviar, la cocina tiene aires árabes —cada aerolínea tiende a mostrar el ADN gastronómico de su territorio de origen en estos menús— y la bodega incluye una amplia selección de vinos franceses. Hay incluso una barra de cócteles en la zona de primera. La bienvenida se da con una copa de champán francés. Durante noviembre y diciembre será Dom Pérignon Plénitude 2 de 2004.

Ducha para uso del pasajero de 'first class'. James Rajotte

En tierra, el aeropuerto internacional de Dubái, sede de tres lounges de Emirates, lleva el lujo a otro nivel. Son las joyas de la corona de los 30 lounges de los que dispone la compañía repartidos por aeropuertos de todo el mundo. En ellos, los viajeros premium disfrutan de áreas de descanso en las que predominan las maderas nobles y los amplios sillones de cuero que garantizan comodidad y privacidad, spas con tratamientos diseñados para aliviar el estrés, duchas privadas equipadas con productos de alta gama y restaurantes que ofrecen una experiencia gastronómica a la carta comparable a la de los mejores locales de alta cocina. Estos restaurantes, ideados por chefs de renombre como Georges Blanc o Alfred Portale, añaden alma a la experiencia de viaje, con una apuesta por el producto local y de temporada y un esfuerzo por salir de los estándares de aeropuerto.

El lounge incluye, además, una cigar room con su propia cava de puros, una enoteca con cientos de referencias y acceso directo a las puertas de embarque, eliminando cualquier molestia innecesaria del cada vez más tedioso proceso aeroportuario. El diseño de los espacios favorece la privacidad y la distancia. Así, los tres lounges de primera clase tienen capacidad para acoger cómodamente entre 1.000 y 1.500 visitantes, pero su media de ocupación se sitúa entre los 250 y los 500 viajeros.

Interior de la sala de silencio en el aeropuerto de Dubái.James Rajotte
Privacidad, gastronomía y personalización.

La pandemia ha acelerado la búsqueda de privacidad y exclusividad en el sector de las aerolíneas. Oriol Balmany tour operator sales manager en Tandem Luxury Travel, señala que esto y la gastronomía “son las prioridades para quienes eligen primera clase”. Según Balmanya, los pasajeros valoran las cabinas cerradas, áreas privadas en los lounges y procesos personalizados que eliminan la tediosa experiencia de las largas filas o los controles masificados. Además, las aerolíneas comienzan a explorar propuestas como cabinas tipo apartamento con baños privados, un modelo que ya tiene ejemplos en Etihad o Singapore Airlines. Otra tendencia en auge, señala Balmanya, es la evolución de los premium en experiencias integrales. Emirates, Lufthansa y Air France los han invertido en espacios que integran gastronomía de alta gama, zonas de descanso y accesos exclusivos.

Restaurante de la sala First Class Emirates en el aeropuerto de Dubái. James Rajotte
Y mientras, en la puerta E67.

Todo este despliegue de medios para hacer más personal la experiencia de los más exclusivos viajeros contrasta con unos aeropuertos cada vez más masificados y hasta hostiles para el común de los pasajeros, así como unos aviones incómodos a los que es vital no subir con hambre. Jesús Terrés, periodista especializado en viajes y gastronomía, no duda en calificar la vivencia del vuelo promedio en Europa como “un desastre”. Solo salva a Swiss Air: “Es la aerolínea que mejor lo hace para mi gusto, lo cuidan todo mucho”. También rescata a KLM, que “no lo hace mal del todo, no se come mal, aunque siempre hay mucho carbohidrato y poquísima verdura y proteína en su menú”. “Gastronómicamente, casi todos los aeropuertos europeos son deprimentes. Ofrecen lo mismo: sándwiches envasados, un café horroroso y bollería industrial, da igual que estés en Ámsterdam, Verona o Múnich”, continúa, ya en tierra, el experto. Como excepciones, destaca el espacio gastronómico de Dabiz Muñoz en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, una de las pocas apuestas serias por elevar la gastronomía de los viajeros en tránsito, o algunos locales de comida japonesa en el aeropuerto de Zúrich. Para Terrés, la saturación de infraestructuras y el aumento del tráfico convierten a muchas terminales en espacios masificados: “Viajamos todo el rato porque sí, y los aeropuertos se han convertido en plazas masificadas, no están dimensionados para el volumen de tráfico. Parecen Disneylandia sin Disney. Creo que hay una oportunidad para que se conviertan en espacios más apetecibles”. Mientras eso sucede o no, los viajeros con más recursos seguirán pagando lo que haga falta —el precio medio de un billete de ida y vuelta en primera en Emirates es de 20.000 euros— por volar sin pisar apenas la terminal. En eso se halla el verdadero lujo, y no solo en comer caviar a 15.000 metros de altura

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