Dennis Gross, el dermatólogo de las famosas: “Nos hemos pasado con el bótox”
A su consulta acuden ricos y celebridades, pero él es la verdadera estrella. Uno de los doctores más famosos de Nueva York nos recibe para desmontar los mitos y leyendas del ‘skincare’.
El doctor Dennis Gross no hace afirmaciones rotundas y tampoco tiene respuesta para todo. Ante cada pregunta piensa un buen rato. Después vuelve a examinar la piel en profundidad, en silencio, y, finalmente, cuando empieza a hablar, termina sus frases con un “es posible”, o un “puede ser”, o un incierto “tendríamos que ir despacio”.
Es el ritmo de un dermatólogo acostumbrado a los tiempos de la ciencia, curtido en la soledad de los laboratorios del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, prestigioso centro de investigación de Nueva York donde investigó durante más de 20 años el melanoma. En los primeros años de la década de 2000 fundó junto a su esposa, Carrie Gross, una marca con su nombre que se ha convertido en una de las más reconocidas del mundo. Se vende en Sephora y Nordstrom y acaba de ser adquirida por el gigante de la belleza japonés Shiseido. Gross se podría retirar mañana si quisiera, pero sigue pasando consulta cada día, y en sus oficinas del Upper East Side y Los Hamptons hay lista de espera con ilustres nombres incluidos.
La historia de Dr. Dennis Gross —la marca— empieza a finales de los noventa. Una década donde se llevaba exfoliarse con peelings químicos abrasivos. Tras someterse a uno de estos tratamientos la piel terminaba enrojecida e irritada, soltaba las células muertas y hasta las vivas. La gente tenía que quedarse en casa 72 horas antes de volver a presentarse en público. Aquel drama dérmico era la base de las rutinas del skincare en el Manhattan de los noventa y la primera década de 2000. Para hacer el procedimiento menos traumático, el doctor Gross experimentó con nuevos ácidos, redujo dosis y probó varias mezclas hasta conseguir un peeling igual de eficaz pero menos agresivo que no requería las 72 horas de baja social.
Carrie recuerda que en 2002, poco después del lanzamiento de la marca en Sephora, se emitió el capítulo de Sexo en Nueva York donde el personaje de Samantha Jones (interpretado por Kim Cattrall) aparece en una fiesta con un velo que cubre su cara abrasada por un peeling. “Estamos acabados’, me dijo Dennis”. Pero ella, curtida en el mundo del marketing, pensó lo contrario: “Perfect timing! En Manhattan no se hablaba de otra cosa. Los peelings estaban en el centro de la conversación”, cuenta desde la consulta de su marido en el Upper East Side, cerca del Museo Metropolitano. Una clínica minimalista, sin lujos, donde puede aparecer por la puerta Penélope Cruz o Emily Ratajkowski.
El éxito de su Peel Professional Alpha Beta fue inmediato y su consulta empezó a llenarse, tanto que Carrie, entonces embarazada de gemelos, empezó a quedarse sin hora y sin peeling. Entonces, el doctor creó una versión más suave y segura para aplicar en casa. Los nuevos peelings a domicilio, presentados en sobres monodosis de dos fases, democratizaron un procedimiento que entonces estaba limitado a las élites.
Uno de sus últimos inventos, que llegará a España en 2025, es una máscara de luces led llamada DRx SpectraLite FaceWare Pro. No es la única del mercado, pero sí la primera que ha conseguido la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos, la FDA, el organismo estadounidense que regula el uso de fármacos y dispositivos médicos. La máscara se pone sobre la cara y a los tres minutos se apaga automáticamente. Si se usa a diario desaparecen las imperfecciones causadas por el acné y mejoran las arrugas y otros signos de envejecimiento.
Cuando habla, Dennis Gross destierra de su discurso los excesos de entusiasmo. El tiempo, los ingredientes y la consistencia en los cuidados tienen la última palabra en su clínica. También la genética, claro.
¿Cuál es la gran mentira del cuidado de la piel?
Beber colágeno. Es una molécula muy pesada. Cuando entra a las vías digestivas, las enzimas lo descomponen y no llega a la piel, se elimina prácticamente todo. Es tirar el dinero.
¿Y los sueros de vitaminas?
Si las vitaminas son bioidénticas y seguras, el aspecto de la piel va a mejorar, pero una persona con una dieta equilibrada y una absorción normal de nutrientes no los necesita. Mucha gente se siente mejor cuando se pone vitaminas por vía intravenosa. Mi esposa las adora, por ejemplo. Pero yo prefiero hacerme una analítica para medir niveles de vitaminas, hierro y proteínas, y si está todo bien no se necesita poner nada más.
¿Qué piensa del tratamiento conocido como “facial vampire”?
No me gusta. Básicamente consiste en utilizar el plasma de una persona para rellenar la piel y el resultado es muy efímero. A veces duran más los hematomas. Hay alternativas.
¿Por ejemplo?
Bueno, no tiene sentido beber colágeno, pero sí estimular la piel para que regenere el suyo propio. En esto sí creo. A medida que envejecemos suceden tres cosas en nuestra piel: el colágeno se degrada, las enzimas de la piel que lo descomponen aumentan y las células que producían colágeno se vuelven perezosas y hay que estimularlas. Puede conseguirse con vitamina C, con alfahidroxiácidos y con tecnologías como Thermage o Ultherapy, que han demostrado la capacidad de estimular los fibroblastos para que vuelvan a producir colágeno.
¿Cuál es su ingrediente fetiche?
Amo la vitamina C. Regenera el colágeno, ayuda con la hiperpigmentación y es un poderoso antioxidante contra los radicales libres que produce la exposición solar sin protección. También me gusta el retinol, que no es un antioxidante, pero combina muy bien con la vitamina C en una rutina de cuidado de la piel.
¿Qué opina del bótox y los rellenos?
Me gusta mucho si se consiguen resultados naturales. Mi objetivo es que las personas sigan siendo ellas mismas en su versión más fresca. No pretendo que tengan una boca que nunca tuvieron. En este país [Estados Unidos] nos hemos pasado y ahora estamos en el otro lado del péndulo. Todo el mundo está quitándose volumen.
¿Qué pasa con las caras de los que adelgazan muy rápido con Ozempic?
Es un problema. A veces hay que aprender a vivir con dos o tres kilos de más porque son los kilos que evitan las caras demacradas. Tengo aquí varios pacientes, actores y actrices, poniéndose rellenos para intentar recuperar su cara anterior a Ozempic. No lo consiguen, porque aunque recuperen el peso esa grasa no vuelve al lugar exacto donde estaba. Se coloca en el abdomen, en las piernas, en el glúteo, y no regresa a la cara.
Parafraseando a Nora Ephron, no me gusta mi cuello.
Hay trucos, pero es luchar contra la gravedad. Casi siempre la solución definitiva es un lifting facial.
Si hay que elegir, ¿en qué procedimiento merece la pena invertir?
En los procedimientos que regeneran el colágeno propio. Yo recomiendo mirarse al espejo con honestidad y preguntarse: “¿Qué es lo que más me disgusta?”. La mejor inversión siempre será mejorar eso.
¿Todavía vienen a su consulta con fotos de, digamos, Angelina Jolie, o ahora somos más realistas?
Ahora vienen con una foto suya 10 o 15 años más jóvenes, y eso es mucho mejor. Da mucha información y con buenos ingredientes puedo decirles: vamos a intentarlo.