El penúltimo set de Juan Carlos Ferrero
Puede que algunos no se acuerden, pero Juan Carlos Ferrero fue número uno del mundo, ganó un Roland Garros (2003) y conquistó tres Copas Davis con el equipo de España (2000, 2004 y 2009). Él, aunque la sombra de Rafa Nadal es alargada y ha podido restar relevancia pública a carreras como la suya, mira atrás sin nostalgia ninguna. Y se centra en su actual cometido como entrenador de Carlos Alcaraz: hacer de él un gigante de las pistas.
Hola, soy Antonio, entrenador de Juan Carlos”. A sus 66 años, Antonio Martínez Cascales es una de las figuras más reconocidas del tenis español. El hombre que acogió a Juan Carlos Ferrero (Ontinyent, 44 años) cuando apenas era un adolescente y lo llevó a ser número uno del tenis mundial, ganar cuatro Masters 1000, tres veces la Copa Davis y el Roland Garros de 2003, año en que el tenista valenciano también alcanzó la final del US Open. Hoy, Ferrero es el...
Hola, soy Antonio, entrenador de Juan Carlos”. A sus 66 años, Antonio Martínez Cascales es una de las figuras más reconocidas del tenis español. El hombre que acogió a Juan Carlos Ferrero (Ontinyent, 44 años) cuando apenas era un adolescente y lo llevó a ser número uno del tenis mundial, ganar cuatro Masters 1000, tres veces la Copa Davis y el Roland Garros de 2003, año en que el tenista valenciano también alcanzó la final del US Open. Hoy, Ferrero es el entrenador de Carlos Alcaraz, actual número tres del mundo y una de las más sonadas irrupciones en el circuito profesional de los últimos años, un soplo de aire fresco en las pistas y un alivio para el tenis español en la era pos-Rafa Nadal. Cascales camina por las instalaciones del Club de Tenis La Moraleja observando cómo se desenvuelve Ferrero. No se fija tanto en cómo posa con las prendas de Pedro del Hierro, marca con la que colabora el extenista para esta temporada de primavera, sino en la forma en que anda. “La rodilla, tiene el cartílago de la rodilla fastidiado… Sí, aún soy entrenador de Juan Carlos, claro. Treinta años ya. Lo voy a ser siempre”. Ferrero se retiró del tenis profesional en el torneo de Valencia de 2012 a los 32 años, tras perder en cuartos de final contra Nico Almagro. Han pasado más de 10 años y Cascales aún le entrena. Siempre le va a entrenar, ya lo ha dicho. Media hora más tarde, en un sofá de la cafetería del club, y tras firmar autógrafos a empleados e incluso a una niña a quien su madre le ha permitido hoy no ir a clase y pasar la mañana en estas instalaciones peloteando y esperando por una foto y un autógrafo del valenciano, Ferrero medita un segundo su respuesta a la pregunta de qué vendrá para él como entrenador cuando termine su relación con Alcaraz… ¿O será su Cascales? “Creo que la retirada”, afirma tajante. ¿La suya o la de Carlos? “La mía, la mía. Llevo viajando desde los 15. Espero estar, no sé, 10 años con Carlos y después dedicarme a la academia”. La Ferrero Tennis Academy, ubicada en la localidad de Villena, la montó Cascales cuando se decidió que su pupilo, un delgaducho tenista que prometía (luego le apodarían el Mosquito), no iba a trasladarse a Barcelona o a EE UU para convertirse en profesional de este deporte, sino que se iba a quedar en su región. “Construimos una pista, luego dos, más tarde un gimnasio… Ahora tenemos unas instalaciones de nivel mundial”, afirma orgulloso Ferrero sobre el lugar del que ya salen promesas de este deporte, como Darwin Blanch, el tenista estadounidense de 16 años que se enfrentó a Rafa Nadal en el último Mutua Masters 1000 de Madrid.
Su intención tras la retirada era centrarse en la academia, pero al cabo de un tiempo llegó la oportunidad de entrenar a Sasha Zverev, tenista alemán de origen ruso asentado en el top 10 del ranking de la ATP. Una grave pelea entre ambos tras el Open de Australia de 2018 propició el fin convulso de su relación profesional, con varios cruces de declaraciones poco amigables. Hoy, ese conflicto es agua pasada. Ferrero había intentado hacer las cosas de la forma tradicional, aquella que con 14 años le decía que el siguiente paso era mudarse a una ciudad grande a entrenar en instalaciones de primer orden y bajo la batuta de algún reputado preparador. De alguna manera recordó que su éxito se cimentó en quedarse cerca de casa, con su gente y en su ambiente. El tenis es un deporte individual en el que es imposible ganar sin un buen equipo. Y así, en vez de ponerse a entrenar a otro top 10 de la ATP, se centró en un chaval murciano de 15 años al que vio un enorme potencial. “Pasé de viajar en aviones privados a ir en coche. En Brasil nos pegamos unas buenas panzadas. Ir a torneos júnior, prescindir de muchas comodidades. No se me cayeron los anillos”, recuerda el valenciano. Iba a moldear a aquel chaval que había nacido y vivía a apenas 100 kilómetros de donde lo había hecho él, que entrenaría en su academia, lejos del mundanal ruido, como había hecho él, bueno, entonces no había Instagram, pero lo demás es casi calcado.
“Un jugador de tenis está en construcción continua. Si estuviera todo hecho, no tendría gracia, no habría motivación”
Aquel chaval rematadamente dinámico, algo desordenado, que no sabía muy bien aún cuándo “lanzar un torpedo o lanzar una granada”, aunque sea hoy ya una de las mayores estrellas del deporte mundial, está, casi como entonces, por construir. “Tiene 20 años. Posee muchísimas virtudes. Técnicamente es muy bueno. Con el saque estamos en pequeños cambios que la gente no nota, pero es muy complicado. También trabajamos el tema de la atención, la volea, hacer las dejadas cuando toca, porque ya todos se las conocen. Un jugador de tenis está en construcción continua. Mira, si estuviera todo hecho, no tendría gracia, no habría motivación”.
Insiste el extenista en este aspecto, porque el final de la pasada temporada de Alcaraz despertó unas dudas que él cree absolutamente injustas. Entre su victoria en Wimbledon y la siguiente vez que levantó un trofeo, el Masters 1000 de Indian Wells (su segunda victoria allí), pasaron más de seis meses de lesiones, derrotas y malos augurios. “Mira, yo que he jugado mucho tiempo sé que ganar es muy difícil. Tras Wimbledon tuvo match point contra Djokovic en Cincinnati, hizo semis en el US Open… Son resultados que cualquiera firma, pero una vez que ganas un Grand Slam se te exige más. La idea es centrarse en el día a día y no pensar en si ganas o no. El tenis es un deporte con muchos jugadores que no ganan nunca, que pierden cada semana. Carlos ganó seis torneos el año pasado. El resto, los perdió. Y listo”, zanja Juan Carlos Ferrero esta mañana de abril, unos días después de que su pupilo caiga en cuartos de final en el Masters 1000 de Miami (“me ha hecho sentir como si tuviera 13 años”, dijo en la rueda de prensa tras ser eliminado por Dimitrov, de 33 años) y antes de caer otra vez en cuartos de final en Madrid y cancelar su participación en Roma con el fin de poder afrontar Roland Garros con garantías. “¿Malas rachas? Yo qué sé, yo las llevaba como podía. Lo importante es no llegar a cogerle manía a este deporte, que es de verdad muy complicado, pase lo que pase”.
Estamos hablando de una práctica en la que el llamado big three, los tres mejores jugadores de la historia (Federer, Nadal y Djokovic), que dominaron las pistas durante al menos tres lustros, solo ganaron el 56% de los puntos que jugaron. Por eso a Ferrero hay cosas que le duelen, como que el extenista y sacador bárbaro Andy Roddick criticara hace unos meses el saque del murciano. “Puede decir lo que quiera, pero decirle esto a un jugador como Carlos, que el saque es lo que más le ha costado en la vida, no sé, está feo”, zanja el entrenador, quien en cambio sí prefiere explayarse en aspectos de mejora que ha visto en Alcaraz y que le han dejado, a él y a todo el equipo, sorprendidos. En especial, su mejora sobre hierba. “Yo veía que tenía un juego ideal para hacerlo bien en hierba. Se trataba de adaptar un poco más el tema físico y el de la movilidad. Al jugar en hierba debes entender el tipo de golpe que necesitas en cada momento. Ya de cara a las últimas rondas del Wimbledon pasado él entendió cómo moverse mejor, pero en las semis aún no resbalaba sobre esa superficie como debe hacerse. Fue justo en la final cuando aprendió a hacerlo. En la final que ganó, imagínate”. Se le ilumina la cara.
La exigencia de estar a la altura del big three a la que se está sometiendo a Alcaraz la vivió la generación de Ferrero más en retrospectiva. Los 22 Grand Slam de Rafa Nadal parecen haber opacado los logros de gente como Ferrero o Feliciano López. En el tenis, si no entras en el top 100 no logras vivir de este deporte. “Creo que, por ejemplo, Feliciano ha tenido una carrera brillantísima. No ganó un Grand Slam, pero sí cosas importantes. Si me comparo con Rafa, mi carrera parece poco, pero he sido número uno, he ganado un Grand Slam, la Copa Davis… ¿Carlos va a lograr algo como lo de Rafa? Me encantaría, pero es complicado”, comenta.
“Los problemas de salud mental han estado siempre ahí; la ventaja es que ahora se habla de ellos”
“Nadal nos ha malacostumbrado”, aporta José Morón, director del medio especializado en tenis Punto de Break. “Parece que si no llegas a todas las finales, fracasas. Y creo que este es un mal muy de la sociedad actual: que si no ganas todo, eres un fracaso. Es una barbaridad. Hace 25 años, España no tenía apenas jugadores que se metieran en la segunda semana de un Grand Slam. Realmente creo que deberíamos valorar más lo que hizo gente como Ferrero. No solo por los éxitos que logró, sino porque fue un jugador español, que en muchos aspectos no parecía español, y eso es muy bueno. Le gustaba mucho la superficie dura, por ejemplo, cuando los nuestros han sido siempre muy de tierra batida. Abrió muchas puertas y, sin duda, podía haber ganado más”. Morón recuerda haber hablado con el valenciano un par de años después de su retirada y que este le admitiera que tal vez podía haber ganado más, pero que llegó un momento en que perdió las ganas. Al escuchar esto, Ferrero asiente, pero sin ningún tipo de nostalgia. En vez de pensar en qué podría haber logrado en su tiempo, prefiere fabular sobre cómo sería hoy en el circuito. “Mentalmente tal vez sería algo distinto, me tomaría de otro modo las derrotas. Es que los problemas de salud mental han estado siempre, la ventaja es que ahora sí se habla. Así, hoy yo sería más consciente de los momentos importantes dentro de las temporadas. Iba a tope cada día y hay veces en que hay que temporizar. Mi tenis sería muy agresivo, creo que disfrutaría incluso más jugar en pista rápida. Pero, bueno, al final las características de un jugador son las que son”, afirma el extenista, para quien existe un año fatídico en su carrera: 2004. Tras tocar el cielo el curso anterior, en ese ejercicio las cosas se torcieron para él y ya fue complicado enderezarlas. “Fue muy duro. Estaba en lo alto, tuve la varicela, que me dejó seco. Ahí perdí todo el ranking, tuve problemas de costillas, bajé del puesto 3 al 100 de golpe. Poco a poco me puse el mono de trabajo. El año siguiente fue bueno y acabé el 15 o 16… Y bueno, luego ya no conseguí otra vez estar del todo arriba”.
—Cuando Carlos debe jugarse un punto decisivo parece que usted desde el box, en vez de pedirle mesura, le pide que arriesgue más.
—No sé si es eso, es simplemente que Carlos se debe divertir. Y si veo que no se divierte, mi obligación es recordarle que lo haga.
—¿Si no se divierte no rinde?
—No es eso totalmente, pero sí es superimportante que disfrute. Necesita ese flow de buen rollo en el equipo. Se le nota mucho cuando goza y cuando no.
Para la historia queda la imagen de Alcaraz sonriente en su banquillo tras ganarle un juego a Rafa Nadal en el Mutua de Madrid de 2022 y, desde el box, su padre le reprende: “¿De qué te ríes?”. Alcaraz se gira, se encoge de hombros y responde: “Es que estoy muy nervioso”. Acabaría ganando el partido y el torneo.
Afirma Ferrero que en el circuito actual no hay manzanas podridas, que el ambiente es sano y que Carlos, por ejemplo, se lleva especialmente bien con Jannik Sinner. No se ha planteado nunca entrenar a una chica, pero cree que podría hacerlo, porque el trabajo de un entrenador, dice, es pura adaptación y motivación. “Si me llama Badosa…”, bromea. Sobre la irrupción de Arabia Saudí en este deporte con maletines llenos de dólares como ya ha hecho en el golf o el fútbol, asume las dudas al respecto de los derechos humanos en aquel país, pero reconoce que está a favor de “todo lo que sea ayudar al deporte. En mis tiempos el tema era China y, bueno, seguimos jugando. He jugado en la India en medio de una pobreza extrema”, recuerda.
En cuanto a los Juegos Olímpicos de París —Ferrero fue olímpico en 2000 y 2004—, dice que ese dobles soñado con Nadal y Alcaraz como pareja “dependerá de cómo se encuentre Rafa físicamente. Los dos tienen la ilusión de jugar juntos, pero todavía no está hablado”. Lo que sí preocupa un poco más al valenciano es cierta homogeneidad en el tenis actual. Hoy, cuando los tipos de 1,90 metros se mueven con inusitada agilidad y los palos que empezaron a dar los Kuerten y Agassi a finales de los noventa ya son norma, Ferrero, aunque celebra que se cuide más la nutrición, el físico, el pospartido y demás, no puede evitar explicar: “Tal vez es que todo el mundo juega sin esquema. Se juega mucho a destruir y poco a construir, te viene la bola y le pegas fuerte. No se arma un punto de 10 o 12 bolas. Toni Nadal dice que deberían ralentizarse bolas. Al final, la vida evoluciona y hoy todo va muy rápido y casi no da tiempo de pensar. Eso mismo se plasma en el tenis. Vamos a ver hasta dónde se llega, pero no se debe ir mucho más lejos, o el tenis terminará pareciendo pimpón”.