El Último de la Fila regresa 25 años después
En 1998, una de las bandas señeras del pop-rock español de los ochenta y los noventa anunciaba su separación. Desde entonces, su legión de seguidores esperaba el reencuentro de Manolo García y Quimi Portet. Ahora se hace realidad: el disco ‘Desbarajuste piramidal’ reúne 24 nuevas versiones de sus clásicos
Interrogados de forma directa y de forma oblicua, Manolo García y Quimi Portet insistirán durante todo el día en que Desbarajuste piramidal, su regreso juntos a un estudio de grabación —nuevas versiones de 24 de sus temas clásicos—, ha supuesto sobre todo “unas vacaciones”. Y en que, no se olvide, cada uno lleva su propia carrera en solitario. Lo que es fácilmente comprobable solo con echar un vis...
Interrogados de forma directa y de forma oblicua, Manolo García y Quimi Portet insistirán durante todo el día en que Desbarajuste piramidal, su regreso juntos a un estudio de grabación —nuevas versiones de 24 de sus temas clásicos—, ha supuesto sobre todo “unas vacaciones”. Y en que, no se olvide, cada uno lleva su propia carrera en solitario. Lo que es fácilmente comprobable solo con echar un vistazo a su agenda de conciertos en curso. Esas dos carreras transitan por carreteras separadas desde hace 25 años, cuando El Último de la Fila anunció en un comunicado que se separaban “por razones de higiene artística”, dejando huérfana a la legión de seguidores de una de las formaciones capitales en el pop-rock español de los ochenta y los noventa, autora de canciones difíciles de olvidar como Insurrección, Querida Milagros, Aviones plateados, Son cuatro días… El dúo dejaba un legado de siete discos, varios números uno y cientos de conciertos, incluido aquel histórico de Amnistía Internacional en 1988 en el Nou Camp ante 120.000 personas y en compañía de Bruce Springsteen, Sting, Peter Gabriel y Tracy Chapman.
Su historia fue, como la de tantas parejas y bandas triunfadoras en el mundo de la música popular, la historia de un éxito desembocando en el cansancio, la repetición y el hartazgo. En una entrevista radiofónica concedida a Los 40 Barcelona al poco de aquella separación, Manolo García comparaba la vieja complicidad artística de El Último con una partida de ping-pong para, al final, concluir: “Pero cada vez íbamos menos a la mesa de pìng-pong, las palas se quedaron solas. Otro día se perdió la pelota y al final, ¿oye, dónde está la pelota?, oye, ¿y la mesa?, se han llevado la mesa... ya no estábamos jugando al ping-pong”.
Ahora solo falta por ver si la partida se reanuda y si, acabadas las “vacaciones”, Manolo García (Barcelona, 68 años) y Quimi Portet (Vic, 66 años) deciden volver a viajar por separado o si por el contrario acaban haciendo realidad el sueño de sus seguidores con giras juntos con estas actuales versiones y, quién sabe, grabando un día nuevas canciones. Para tratar de saber algo al respecto y de conocer cómo fue el proceso de gestación, desarrollo y culminación de este proyecto, pasamos un día con ellos. Primero, escuchando junto al dúo algunos temas del nuevo disco y charlando en los estudios Music Lan en Avinyonet de Puigventós y después almorzando un pollastre amb rovellons y una botella de cava en el bar L’ Ateneu de Borrassà (ambas localidades en el Alt Empordà de Girona).
El seguidor histórico del dúo, que ya andará mínimo por los 55, y, quién sabe, el aficionado que lo descubra ahora se van a topar con un trabajo en el que desde luego están el espíritu y el sonido de aquel Último de los ochenta y noventa. Incluso, de antes. Manolo García y Quimi Portet se conocieron en 1981, durante un pequeño festival en Els Hostalets de Balenyà (Barcelona), donde cada uno actuaba con su banda, Los Rápidos en el caso del primero y Kul de Mandril en el del segundo. Finalmente Portet se incorporaría a Los Rápidos. Más adelante, ambos fundarían otra banda, Los Burros, antes de acabar creando El Último de la Fila y publicando en 1985 su primer LP, Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. El último, La rebelión de los hombres rana, data de 1995, además de un álbum en directo en 2016.
Algunas de estas nuevas versiones de su regreso son discretas y otras son radicales, algunas funcionan a las mil maravillas y otras funcionan regular o no funcionan, aunque esto, como es sabido, es pura cuestión de gustos. Por ejemplo, ya hay por ahí gente lamentando la versión de ahora de ‘Insurrección’, uno de los himnos generacionales de aquellos años en bares y garitos varios e incluso de estos años en bodas, karaokes y similares. Y, sin embargo, a otros les parece genial su nuevo toque intimista.
Lo que ocurre con esta nueva Insurrección o con otros temas como Aviones plateados o Llanto de pasión puede actuar, de hecho, como metáfora de lo que ha ocurrido con este regreso discográfico: en general, El Último de la Fila ha restado épica a sus canciones y les ha puesto emotividad, les ha quitado trepidación y les ha puesto intimismo. Esto no quiere decir que hayan desaparecido los fondos guitarreros marca de la casa, que en algunos casos, como en las versiones de Mar antiguo y de Ya no danzo al son de los tambores, llegan incluso mucho más acentuados que en los viejos temas. Lo que no se puede negar cuando se escucha este disco varias veces, y esto no es cuestión de gustos e interpretaciones sino de evidencia empírica, es el barrido casi generalizado de dos de los rasgos musicales que marcaron aquellos discos de los ochenta: los aires arabizantes y el espíritu rumbero y aflamencado. Los primeros se han volatilizado de, por ejemplo, Mi patria en mis zapatos, y lo segundo ha desaparecido de una de las canciones icónicas de la banda, Como un burro amarrado en la puerta del baile.
En algunos momentos, pocos, de Desbarajuste piramidal (Warner Music, a la venta el 1 de diciembre en doble versión: doble CD o doble CD más tres LP), Manolo García y Quimi Portet se han tomado también la licencia de cambiar la letra. Unas pocas letras. Eso ocurre, por ejemplo, en la nueva versión de la canción Aviones plateados, donde la pareja escribe ahora “leo libros de pintura que compré” en lugar de “miro libros de pintura que robé”. “¡Bueno, bueno, es que tampoco es cuestión de hacer apología del hurto a estas alturas!”, zanjará a carcajada limpia y de un plumazo Manolo García.
Quizá una de las claves de estas nuevas grabaciones sea la siguiente: entre el no nos confundamos, el sonido de El Último de la Fila tiene que ser reconocible y el hay que reinventarse y buscar nuevos caminos, si no, para qué este regreso, debía de haber un amplio abanico de posibilidades creativas. “A pesar de lo que pueda parecer, en este disco hay muy poca premeditación”, avanza Quimi Portet, “surgió como algo lúdico, en cuanto a gozar de estar juntos y recuperar aquel espíritu de trabajo sobre todo de nuestra primera época, cuando estábamos los dos solos, sin músicos, sin ingenieros, sin nadie. Porque lo que suena aquí somos nosotros dos, nada más, nadie más”.
Desbarajuste piramidal fue grabado por la pareja en casa de Quimi Portet en lo que hoy se conoce como home studio, y que podría traducirse en román paladino como “grabaciones caseras”, con buenos medios técnicos, pero caseras. “Así que muy poca premeditación”, repite Portet, “pero lo que sí ha habido es un poco de posmeditación al escuchar el material grabado, por ejemplo, en Soy un accidente, la versión original tenía como una rigidez en el ritmo de batería muy típica de los ochenta que no nos apetecía, nos apetecía relajarla un poco”.
Escuchamos en el estudio la versión nueva de este tema imprescindible de El Último de la Fila —”no pretendo conseguir perdurar, porque sé que solo soy un accidente”: una de las mejores frases escritas en el pop-rock español— y, cuando aún suenan los últimos acordes, la pareja, interrumpiéndose y riéndose, aclara cómo lo escribieron hará cosa de 36 años. Casi por accidente, y nunca mejor dicho:
Quimi Portet: Es una letra hecha mano a mano en la que hay frases suyas y frases mías…
Manolo García: ¡Ja, ja, ja!, en la lechería de debajo de casa la hicimos, ¿te acuerdas?
Q. P.: Sí, sí, en la lechería aquella de Barcelona…
M. G.: Joder, que bajábamos allí a tomarnos un café y nos poníamos a escribir notas en papeles, y así salió. Trabajábamos en una nave industrial del Poblenou de Barcelona. Al lado teníamos varios talleres y un tornero, y veíamos y oíamos su máquina. ¡Crrronc, crrronc! Hacía más ruido que nosotros ensayando. Así que para estar un poco tranquilos bajábamos a tomar un café con leche y una ensaimada a la lechería. Había una mesita y ahí empezamos a escribir. Por cierto, allí nací yo, en un bloque de pisos que ahora van a tirar.
Q. P.: Hablando de escribir las letras, yo creo que, así visto a pelota pasada, en la historia de El Último de la Fila habrá como un tercio de las canciones con letra de Manolo, otro tercio con letra de Quimi y otro tercio que es un batiburrillo hecho entre los dos, y creo que eso le da como una nebulosa filosófica al material que hace que nunca seas completamente tú pero que siempre estés tú. El Último no es Manolo ni es Quimi, sino algo que está por encima de nosotros. Y que nos sorprende a los dos. Desde el minuto uno en que nos conocimos hubo sintonía en el trabajo. Y eso también sorprende.
Estas versiones son más sosegadas que las antiguas porque nosotros también lo somos. No es que veamos las orejas al lobo: es que el lobo ya ha pasado
—¿Y tanto tiempo después, la sintonía, la mecánica y los procesos de trabajo han sido los mismos?
Q. P.: A ver, bueno, también hay que decir que en esta ocasión no hemos compuesto sino que hemos revisado unos temas, unos temas que están contrastadamente aceptados por la población civil, y en ese aspecto ha habido una falta de presión total.
—Bueno, algo de presión sí que tuvo que haber. Saben que con estas versiones nuevas se la juegan. Saben que el margen de probabilidades de que seguidores suyos de siempre tuerzan el morro ante la nueva Insurrección, por ejemplo, es amplio…, y que hay canciones que están y otras que no están y que también eso generará pequeñas frustraciones personales. ¿Cuál fue el criterio de selección de los temas?, ¿por qué unos están y otros no?
M. G.: El criterio fue aleatorio, metimos lo que nos apetecía, y lo que no, pues no.
Q. P.: Claro que teníamos que meter cosas como Insurrección, si no habría quedado super raro. Pero la cambiamos de tono por completo, se trataba de encontrar en cada canción algo que nos hiciera apetecible enfrentarnos a ella. A veces te encontrabas algo rígido y contundente y se trataba de hacerlo suave y sexy. O en otros casos, como Mar antiguo, que era suave y sexy, hacerlo más musculoso y enérgico. En definitiva: experimentar con la relación que hay entre los arreglos de una canción y el estado de ánimo que pretende el cantante. Nuestro trabajo es experimentar con emociones y traducirlas en algo tan raro como es la vibración en el aire de unos instrumentos, unas armonías y unas voces. Eso es la música. Esta vez, cuando la experimentación ha funcionado, la hemos dejado, y cuando no, nos la hemos cargado.
M. G.: No es cuestión de pelearte con una canción. En ningún caso hicimos esfuerzos inmensos para que una canción tirara para adelante.
Quimi Portet sintetiza así el proceso de composición, elecciones y descartes que guiaron un proyecto que se alargó por espacio de dos años: “Hay unas canciones más parecidas a las antiguas que otras, unas son casi igual, otras, completamente diferentes. Pero lo que sí hay en todas es un tratamiento diferente de la voz. Los instrumentos ocupan mucho menos espacio, hay más desnudez, y eso da más espacio a la voz de Manolo, que está más sosegada y ya no lucha por un espacio. El cantante de rock que era Manolo en los años ochenta estaba rodeado de un grupo de bestias haciendo mucho ruido y él tenía que luchar, y eso se hace cantando muy alto, a veces en tonos demasiado altos. Aquí ya no hay que luchar con nada”.
Al axioma general en cualquier proceso de creación de que menos es más, pero que a la vez quitar y descartar es una misión complicadísima, el vocalista del Poblenou opone la mayor: el paso de los años. “Con la edad, descartar ya no es tan difícil. Es más, se hace con gusto, porque ya no eres aquel. Tu percepción de las cosas es muy diferente a la de hace 40 años. Las canciones de ahora son más sosegadas porque nosotros también lo somos. Ya no es que le veamos las orejas al lobo…, es que el lobo ya ha pasado. ¿Qué ha pasado con estas canciones? El tiempo”.
Y hablando del curso del tiempo y de ese lobo al que, confiesa Manolo García, ya no se le ven las orejas porque el lobo, orejas incluidas, ya ha pasado: él sabe de lo que habla. Hace justo un año, noviembre de 2022, en pleno concierto en la plaza de toros de Valencia dentro de su gira en solitario, se sintió mal, sin aire, con ganas de acabar el concierto. “Miré el papel donde estaba la lista de canciones y vi que aún faltaba un buen puñado. Y me dije a mí mismo: ¿¿¿Todavía queda todo eso??? Malo que yo diga eso. Yo, en los conciertos, soy al revés, me suelo venir arriba y venga, lo que me echen”. Él no podía saberlo, pero estaba sufriendo en ese momento los primeros síntomas de una miocarditis aguda. En lenguaje profano, una inflamación del músculo cardiaco. El médico fue taxativo: “Esto solo tiene una medicina: reposo. Tienes que parar ya”. El paciente fue igual de taxativo: “No puedo parar, tengo una gira entera contratada”. Al final, el médico ganó en taxatividad: “Te la estás jugando de verdad”.
Dicho y hecho. El autor de Arena en los bolsillos descansó… y luego volvió a la carretera. Ahora mismo se encuentra de gira defendiendo su último disco en solitario, Desatinos desplumados. El domingo 12 saltará al escenario del Kursaal de San Sebastián, el 16 hará lo propio en Burgos y el 23 actuará en Tarragona, para luego seguir con Cervera, La Línea, Gijón, Badajoz y Cáceres. Su médico, bien, gracias. “A mí me llega a pillar aquello en casita tranquilo, entre mis libros y mis cuadros, y no pasa nada, pero ¿anular una gira entera? ¿Tú sabes lo que es eso?”, sigue lamentando el cantante y baterista barcelonés, que hoy se muestra especialmente interesado en mostrar su irritación con el actual panorama de la industria musical: “Quiero que lo pongas: se está acabando con el espíritu de la música popular y contracultural tal y como la vivimos y la entendimos. Ya no existe el concepto de un trabajo discográfico coherente y trabajado, ahora solo se piensa en poner la siguiente canción, todo tiene que estar picadito, solo se escuchan trozos de un trabajo, es como si solo miráramos cachos aislados de un cuadro”. Manolo García dice sentirse “indignado” ante la dictadura de Spotify “y la miseria que nos queda a los músicos, sobre todo a los más jóvenes”. De hecho, hasta hace unos pocos días El Último de la Fila no tenía disponibles sus canciones en las plataformas digitales por decisión propia.
Están acabando con la música popular tal y como la entendimos y vivimos. Sólo se escuchan trozos de trabajos discográficos, es como si contempláraramos sólo cachos de un cuadro
Ante ese paso temible del lobo con sus orejas incluidas del que hablaba el cantante, ¿habrá servido este regreso discográfico como terapia de algo? “Para nosotros siempre lo ha sido”, zanja Portet, ahora y cuando teníamos 30 años, nos dedicamos a un oficio que tiene un 80% de terapia. El directo, la composición, la grabación, las mezclas… Somos afortunados porque todo eso nos hace ahorrar mucho en psicoanalistas”. Y vuelta a las risas. Que se reanudan cuando Manolo García enumera los tres planes que tenía en su vida. El plan A era ser músico. Lo logró. El B, ser pintor (que lo es en sus ratos libres y hasta expone). El C, al que no hizo falta recurrir, ser pastor. “Y hablo muy en serio”. Los de su colega y amigo también eran tres: el plan A era ser músico. Lo logró. El B, también ser músico. El C, ser piloto.
—¿De coches de carrera?
—¡No, hombre, eso lo hace cualquiera! De aviones.
Suena en el estudio la nueva versión de Insurrección. “Muy sexy”, se congratula Manolo García al escuchar el arranque de guitarra mientras golpea su rodilla con la palma de la mano. “Y un punto tropical, un punto chachachá”, le contesta Quimi Portet.
Barras de bar. Vertederos de amor. Retales de mi vida. Fotos a contraluz. Pequeñas tretas para continuar en la brecha… ¿Serán estas últimas palabras premonitorias? ¿Saldrá El Último a la carretera con estas nuevas versiones?
M. G.: Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.
Q. P: Pueden pasar muchas cosas.
—De hacerlo un día, parece que esa gira, por la naturaleza más íntima de estas nuevas versiones, pediría locales pequeños más que estadios o pabellones.
M. G.: Eso sería lo suyo. Aunque si quisiéramos ir a por la jubilación, entonces ya sería el Bernabéu. Ahora en serio: todo depende del volumen que le pongas.
La nueva insurrección de El Último de la Fila está en marcha. Íntima, pausada, sesentona, pero insurrección.