Parece un cíborg: la belleza ‘robótica’ está de moda

Los algoritmos homogenizan el gusto y la mirada tecnológica estandariza los rostros

Julia Fox, a su llegada a la Casa Blanca, el pasado mes de abril.STEFANI REYNOLDS (AFP / Getty Im

Perfil anguloso, frente ancha, ojos grandes y algo separados, pómulos altos, nariz tan afilada como la barbilla, labios carnosos y, por supuesto, piel fría e impoluta como una superficie de metal: así lucía la modelo Bella Hadid en la portada de mayo de la revista Vogue Italia. Una fotografía en la que, según señalaba la propia cabecera, lo único real era la maniquí. El escenario a su alrededor había ...

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Perfil anguloso, frente ancha, ojos grandes y algo separados, pómulos altos, nariz tan afilada como la barbilla, labios carnosos y, por supuesto, piel fría e impoluta como una superficie de metal: así lucía la modelo Bella Hadid en la portada de mayo de la revista Vogue Italia. Una fotografía en la que, según señalaba la propia cabecera, lo único real era la maniquí. El escenario a su alrededor había sido imaginado por una inteligencia artificial. Lo que la revista no advertía era que el propio rostro de Hadid, aunque de carne y hueso, también había sido editado y previamente diseñado. Como lo han sido los de otros personajes populares como Hailey Bieber o Amelia Gray Hamlin, célebre por adelantarse en lo de decolorarse las cejas. Caras que han ido evolucionando en los últimos años, con cirugías o maquillajes, hasta alardear de una belleza inquietante que recuerda a un cíborg, criatura mitad humana, mitad máquina.

Bella Hadid, con cejas decoloradas, en el backstage del desfile de Givenchy primavera verano 2023.Gregory Scaffidi / launchmetrics

El cuerpo siempre ha sido un medio sobre el que representar sistemas de creencias y gustos estéticos y, como tal, ha ido mutando. La historia de la pintura es buen reflejo de ello: “La belleza es un lenguaje cambiante”, afirma la historiadora del arte y autora de 100000 Years of Beauty, Elizabeth Azoulay. “Tomemos como ejemplo a La Gioconda. Cuando Da Vinci la pintó tenía pestañas y cejas, pero varias décadas después un pintor anónimo las borró. El gusto había variado y triunfaba la idea de que había que eliminar todo el vello; los humanos eran criaturas elegidas por Dios, no animales peludos”. La Mona Lisa perdió sus cejas y se adelantó varios siglos a otras como Gray Hamlin, Rosalía o Madonna, aunque los referentes hoy beban más de avatares y humanoides que de inspiraciones divinas.

Bo Exters, con gafas a modo de máscara futurista, en el showde Del Core otoño invierno 2023/2024.Alessandro Viero (launchmetrics.

Las cíborgs no son una novedad sobre la pasarela. Alexander McQueen, pionero en tantas cosas, jugó con las posibilidades de conjugar cuerpo y máquina en muchas de sus colecciones. Ya en 1999 cerró su desfile de invierno para Givenchy con una modelo que solo vestía un pantalón blanco y una especie de coraza transparente cubierta por cables y luces que se extendían hasta su cabeza, calva. Explorar las posibilidades más allá de la corporeidad es un camino por el que se han interesado artistas de todo tipo. Especímenes transhumanos han servido como hilo a colecciones femeninas de Comme des Garçons, Rick Owens o Gucci. Criaturas cercanas a las que definía en 1984 Donna Haraway en su Manifiesto cíborg: “Un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de la realidad social, así como una criatura de ficción”. “El cíborg está totalmente comprometido por la parcialidad, la ironía, la intimidad y la perversidad. Es desafiantemente utópico y nada inocente”. Imaginó que las mujeres podían llegar a ser seres fluidos, radicales, resistentes y desleales con la imagen propia que no habían elegido.

La artista digital Johanna Jaskowska, con su filtro Cyber Skincare.Melanie Lehmann / Cortesía de J

Sin embargo, el cíborg que se impone ahora se aleja de las ideas que planteaba la feminista. No tiene tanto de reivindicación como de imposición por un panorama que, como la portada de Hadid, se moldea a través de programas de generación de imágenes y se impone a golpe de algoritmos (creados en su mayoría por hombres) que buscan enganchar. De filtros de Instagram a aplicaciones como Lensa o Midjourney. Ya hasta las videollamadas en Zoom pueden editarse. Así, la aspiración estética se distorsiona buscando replicar los efectos de la tecnología. Lo explicaba en su boletín la periodista especializada en la industria de la belleza Jessica DeFino: “El uso del maquillaje iluminador es un excelente ejemplo de cómo las máquinas influyen en los ideales de apariencia modernos; la técnica no recrea una característica humana innata, sino más bien los efectos de los pesados equipos de luces de Hollywood”. Ella también denuncia cómo la meta es cada vez menos humana —”una piel cíborg que quiere borrar todos los signos de vida (arrugas, granos, poros)”— de la que se hace difícil escapar.

Julia Belyakova, con su melena roja, desfila para Gucci o-i 2023/2024.launchmetrics.com / spotlight

“¿Qué es el rostro?”, se preguntaba el historiador alemán Hans Belting en su libro Faces. Una historia del rostro: “Todo el mundo tiene uno, pero no se convierte en rostro hasta que no entra en contacto con otros, los contempla o es contemplado por ellos”. Y eso en 2023 equivale a una bomba de píxeles. Caras como eje del contenido que se consume a diario en la pantalla del teléfono, en las redes sociales. Un ecosistema en el que nada es inocente y todo monetizable, denuncia Elise Hu, autora de Flawless, un ensayo sobre la evolución del concepto de belleza en Corea del Sur: “En Corea vemos cómo la noción heteronormativa de que las mujeres persiguen la belleza para atraer la mirada masculina puede verse eclipsada por algo más complicado: la mirada tecnológica. Esa mirada está determinada por un algoritmo que define cuáles son los ideales de nuestro rostro. Un conjunto de rasgos perfectos escogidos algorítmicamente por las plataformas sociales que brindan contenido según hacemos scroll. Representa un cambio de poder de una mirada externa, masculina y juzgadora a una mirada narcisista y autocontrolada. La mirada tecnológica crea demanda de cómo deberíamos ser las mujeres y también la alimenta”.

Lulu Wood desfila para Dolce & Gabbana, otoño invierno 2023/2024.launchmetrics.com / spotlight

Si Da Vinci pintaba las proporciones prototípicas en su hombre de Vitruvio, en Corea las clínicas de estética ya manejan códigos que analizan los rostros que más gustan para recomendar procedimientos optimizados a sus clientes. Porque las mejoras tecnológicas también permiten que esas actualizaciones corporales sean cada vez más sencillas. En España, el número de intervenciones de cirugía estética ascendió a 204.000 en 2021, un 19,3% más que el año anterior, según el estudio La realidad de la cirugía estética en España publicado este mes por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (­SECPRE). Los procedimientos con inyectables, de los menos intrusivos, están entre los que más crecen, un 22,8%. Con ellos ya se puede modificar una nariz. Conviene no banalizarlos, aconseja la doctora Isabel de Benito, cirujana plástica y presidenta de SECPRE: “Son accesibles, pero no son fáciles. Así que deben dejarse en manos expertas”. En Europa, apunta la doctora, el enfoque de la cirugía persigue soluciones adaptadas a cada mujer (ellas se hacen el 85% de las intervenciones).

Las lentillas de Rick Owens para el otoño invierno 2023/2024 son obra del maquillador Daniel Sallstrom.launchmetrics.com / spotlight

Porque, al mismo tiempo, las alternativas infinitas que ofrecen cosmética, cirugía o filtros abren la puerta a un abanico infinito de posibilidades para definir identidades. Artistas digitales como Johanna Jaskowska o Ines Alpha (a la que acaba de fichar Prada para el lanzamiento de su maquillaje) son prueba de ello. Y, mientras, una revolución contra el sistema pasará por renunciar a la perfecta divinidad y abrazar la diferencia, ya tenga forma humana o humanoide. “Prefiero ser cíborg que diosa”, que decía Haraway.

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