Así viviremos en Marte
Científicos de varios países, entre ellos, la española Gisela Detrell, han diseñado una ciudad en Marte para un millón de personas. Podría ser una realidad dentro de 100 años, cuando mudarse de planeta tal vez ya no sea un capricho, sino una necesidad.
Comenzó a los 14 años haciendo aviones de papel para un trabajo del colegio. Ahora ha diseñado una ciudad en Marte. Gisela Detrell asegura que vivir en ese planeta es posible. En colaboración con una veintena de ingenieros, arquitectos y científicos de varios países, ha planificado viviendas para un millón de personas en aquel planeta. Un proyecto que parece parte del guion de una película de ciencia ficción. Detrell, de 35 años, ingeniera aeroespacial que trabaja en la Universidad de Stuttgart (Alemania), adonde se mudó en 2008 ...
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Comenzó a los 14 años haciendo aviones de papel para un trabajo del colegio. Ahora ha diseñado una ciudad en Marte. Gisela Detrell asegura que vivir en ese planeta es posible. En colaboración con una veintena de ingenieros, arquitectos y científicos de varios países, ha planificado viviendas para un millón de personas en aquel planeta. Un proyecto que parece parte del guion de una película de ciencia ficción. Detrell, de 35 años, ingeniera aeroespacial que trabaja en la Universidad de Stuttgart (Alemania), adonde se mudó en 2008 desde su Terrassa natal, anuncia: “Todo lo que proponemos es posible. En 100 años podemos estar viviendo allí tras 250 días de viaje espacial en microgravedad”. Nos lo cuenta en Barcelona, adonde viaja con frecuencia.
Marte se ha convertido en uno de los objetivos actuales de la exploración espacial. “Pensamos que el primer asentamiento se haga con un pequeño grupo de exploradores, pero, con el tiempo, una ciudad allí será realidad”, explica. La que Detrell, directora del Grupo de Investigación de Soporte Vital del Instituto de Sistemas Espaciales de la Universidad de Stuttgart, ha diseñado se llama Nüwa, que en la mitología china representa a la diosa madre artífice de la creación y protección de la humanidad. Esta idea parte de un proyecto realizado por la Sustainable Offworld Network (SONet), una red de profesionales de varias disciplinas y nacionalidades, dedicados al desarrollo de asentamientos humanos más allá de la Tierra. Su diseño incluye la producción de materias primas y productos esenciales. Todos los bienes se fabricarán en Marte. También se determinan políticas y conceptos sociales que detallan el modelo económico, la educación, las capacidades recreativas e incluso las soluciones para el nacimiento y deceso de sus ciudadanos. Al principio será dependiente de la Tierra hasta llegar a convertirse “en un país” que se podría unir a la ONU con una gobernanza propia.
“Este trabajo se centra en la ingeniería y la arquitectura, pero también en la planificación del crecimiento sostenible de una sociedad en el llamado planeta rojo”, destacan los científicos en la presentación del proyecto, elegido por la Mars Society como uno de los 10 modelos más factibles según diversos criterios —de científicos a sociales— en un concurso de 2020 al que se presentaron 175 modelos de urbe.
Nüwa se construirá en vertical, excavada en una ladera “con abundante acceso a agua, en Tempe Mensa”, destacan en el informe. Ese tipo de construcción “protege a los habitantes de la radiación y micrometeoritos y proporciona luz solar indirecta. También resuelve las diferencias de presión y temperatura entre el interior y el exterior”. En total, las viviendas se levantarán en cinco zonas de 200.000 habitantes cada una planificadas sobre un sistema de túneles. Sus residentes contarán con 50 metros cuadrados por persona, pero con amplios espacios comunes. “Los primeros colonos serán quienes planten las semillas para crear amplias zonas verdes que doten al entorno de un ambiente más amigable. Los túneles tendrán grandes ventanales para aprovechar la luz, que es más suave que la de la Tierra”, explica la ingeniera. Para producir oxígeno se necesitarán 100 metros cuadrados de plantas por persona.
Los científicos han ideado una ciudad “con todos sus sistemas, partes, organismos, edificios y servicios construidos de recursos locales únicamente”, escriben en el informe. Pero antes, advierten, se necesita instalar un sistema de semillas. Detrell es una gran experta en esta materia ya que trabaja desde hace años en suministrar algas a los astronautas para sus viajes al espacio. “Hemos pensado en algas que no solo sirvan para producir oxígeno, sino también para reciclar el agua y que nos las podamos comer”, explica. El plan es construirla en varias fases.
La Estación Espacial Internacional, en la que habitan seis astronautas, sería el modelo más cercano a una vida extraterrestre. Reciclan la práctica totalidad del agua que usan, pero reciben todo el alimento de la Tierra.
Viajar a Nüwa e iniciar una vida allí costará alrededor de unos 300.000 euros. “El plan es que con ese dinero se pague el viaje, en el que se emplearán ocho meses, y se disponga de las primeras cosas básicas. La idea de comunidad es la que primará. En principio no habrá dinero. Cada uno aportará su conocimiento y trabajo y a cambio recibirá lo imprescindible para desarrollar su vida. Habrá hospitales, escuelas, todo lo necesario, a cargo de profesionales. Y se nacerá y morirá allí”, explica Detrell.
Gisela Detrell siempre soñó con las alturas. Lo hizo cuando participó en ese concurso de su colegio y lo hace ahora al diseñar esta ciudad en Marte. “Yo no lo veré, pero en 100 años será posible tener una casa allí. Estoy segura”, afirma.
Jorge Pla-García, científico del Centro de Astrobiología (CAB), trabaja en la simulación mediante modelos de la atmósfera de Marte realizando estudios meteorológicos de las zonas de aterrizaje de las misiones Curiosity, InSight y Mars 2020. El experto califica como “formidable” el proyecto de Nüwa, en el que no ha participado. “Nos guste o no, vamos a tener que vivir en otros planetas. Seremos una especie interplanetaria porque a la Tierra la estamos castigando en exceso. Tendremos que buscar recursos en el espacio”, explica.
Pla-García, sin embargo, cree que se establecerán primero las bases en la Luna. “Se encuentra más cerca de la Tierra y la ventaja es que ya hemos estado allí. Las condiciones de vida en la Luna son mucho más difíciles que en Marte, que tiene atmósfera, pero para establecernos en el planeta rojo habrá que pasar antes por allí”. Y recuerda que tanto Japón como Estados Unidos trabajan ya en un “pueblo lunar”. “Marte será un lugar en el que establecernos, no uno al que ir, tocar y volver. Pero de momento no tenemos ni los recursos ni el dinero”, añade. Pla-García es miembro de las tres misiones que la NASA tiene sobre la superficie de Marte. “Nosotros no veremos esa ciudad, pero estoy convencido de que existirá”, vaticina.
La humanidad ha demostrado ya su capacidad para explorar el sistema solar. “Un buen número de las sondas han estado explorándolo durante décadas, algunas de las cuales incluso llegaron más allá de sus confines. Estos intentos, sin embargo, no son autosostenibles ya que todavía dependen de los suministros de la Tierra. Por lo tanto, el próximo desafío es garantizar que los humanos puedan vivir en otro mundo de manera sostenible e independiente”, señalan los responsables de este proyecto en su estudio. “Dadas las tecnologías actuales, las opciones más viables para los asentamientos humanos son la Luna, algunos asteroides y Marte. Este planeta parece la mejor opción porque tiene algunas condiciones similares a las de la Tierra (por ejemplo, una duración del día muy similar), está relativamente cerca y contiene los elementos básicos necesarios para sustentar un asentamiento”, añaden.
Marte es un entorno hostil y aún no se ha explorado por completo, pero, a diferencia de otros planetas del sistema solar, puede proporcionar las materias primas necesarias para sustentar un asentamiento humano. Además de la atmósfera rica en carbono, posee agua y muchos minerales. El oxígeno y el silicio también abundan en la superficie “y el Curiosity ha hallado nitrógeno biológicamente útil”, advierten los científicos.
En Nüwa, la ciudad ideada por Detrell, no habrá coches, explica la científica. Los traslados se realizarán mediante pasarelas automáticas, y ascensores y bicicletas. Se podrá caminar, pero la manera de andar será diferente. Por la menor gravedad —un tercio inferior a la de la Tierra— se hará a pequeños saltos, por eso a la hora de diseñar los espacios se ha tenido en cuenta que las alturas deben ser mayores. “La ciudad debe proporcionar un entorno seguro para los habitantes y también ofrecer todos los servicios requeridos para que sea un lugar agradable donde vivir. Su tamaño requiere un plan de crecimiento sostenible en materia de materiales y energía”, advierte Detrell, quien ve en este proyecto no solo la manera de iniciar la vida en otro planeta distinto al nuestro, sino también la posibilidad de mejorar la que hay en la Tierra. “Estamos pensando en una ciudad sostenible con unos criterios muy exigentes, muchos de los cuales mejorarían la vida también en nuestro planeta”, insiste la científica.
De momento, los integrantes de este proyecto seguirán trabajando en él de manera más detallada. Por ejemplo, harán pruebas de cómo sobrevivir en estos habitáculos en una zona rocosa de Estados Unidos, cuya ubicación no quieren desvelar. “En Rusia ya se han realizado experimentos parecidos”, subraya Detrell. Será el momento en que los psicólogos reforzarán el trabajo de los ingenieros y arquitectos para estudiar el impacto que esta nueva forma de vida en túneles tendrá en los humanos.