Goya: del pintor aragonés al genio universal
El Prado es el templo de Goya. Pero hay que ir a Zaragoza y a Fuendetodos para comprender en toda su dimensión el germen del genio universal. Lugares que fueron y son también la casa del maestro.
El 3 de mayo de 1808, claro. La carga de los mamelucos, por supuesto. La familia de Carlos IV, cómo no. La gruta incierta de las Pinturas negras y los ecos de la Quinta del Sordo…, fascinación y temor en estado puro. El artista vive en el Prado, sobre todo en el Prado. Pero es imposible penetrar del todo el universo de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) sin asomarse antes a su etapa aragonesa de ...
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El 3 de mayo de 1808, claro. La carga de los mamelucos, por supuesto. La familia de Carlos IV, cómo no. La gruta incierta de las Pinturas negras y los ecos de la Quinta del Sordo…, fascinación y temor en estado puro. El artista vive en el Prado, sobre todo en el Prado. Pero es imposible penetrar del todo el universo de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) sin asomarse antes a su etapa aragonesa de infancia, juventud y formación, y a los lugares que la atesoran. Todo lo que vino después estaba ahí, en ciernes, y no siempre esto se ha comprendido bien. Un viaje urgente por el Goya aragonés puede dar pistas —aún más pistas— sobre la dimensión del genio en el año en el que se conmemora su 275º aniversario.
El Museo Goya-Colección Ibercaja-Museo Camón Aznar, ubicado en el palacio de Jerónimo Cósida, del siglo XVI, alberga un imponente abanico de obras y épocas de quien fue pintor aragonés antes que genio universal. El primer autorretrato conocido de Goya, ejecutado hacia 1775, al poco de instalarse en Madrid; el retrato del militar y naturalista Félix de Azara; el de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV; el modello o boceto de La Gloria o Adoración del nombre de Dios para el coreto del Pilar, y otro extraordinario estudio previo para una de sus grandes pinturas, El 2 de mayo de 1808 o La carga de los mamelucos, son algunos de los tesoros goyescos que encierra el viejo palacio de la calle de Espoz y Mina de Zaragoza, a tres minutos a pie de la puerta del Pilar… donde, por supuesto, hay que volver siempre para admirar la monumentalidad del Goya de La Adoración y de la Regina Martyrum.
Más allá de la mera contemplación de las 14 pinturas, los dibujos y las 5 series de grabados en una espectacular sala entre sombras de visita imprescindible, el visitante asiste en el Goya-Ibercaja-Camón Aznar a la contextualización del artista con sus maestros y con sus seguidores. Es un recorrido breve pero intenso por el universo Goya: desde su primera etapa de formación en Zaragoza en la academia de José Luzán, pasando por las primeras obras pintadas antes del viaje a Italia, casi todas de tipo devocional y religioso, como el San Cristóbal; bocetos como el del trabajo que ejecutaría en el coreto del Pilar a su vuelta de Italia, y otros muy interesantes para ver el proceso del trabajo del joven maestro y que anteceden en gran medida al artista pionero del expresionismo.
No todo serán luces en la etapa aragonesa del genio. También hay sombras: “En hablando de Zaragoza y pintura me quemo vivo”, dirá Goya cuando el Cabildo del Pilar le obliga a someterse al gusto y al canon academicista de su cuñado Francisco Bayeu, después de que al estamento religioso no le gustaran nada las Virtudes pintadas por Goya en las pechinas de la cúpula en su obra Regina Martyrum. “Pero en esas pinturas del Pilar, Goya ya demuestra que es un genio”, sostiene Charo Añaños, la directora de este museo, que deja entrever un regusto amargo en lo relativo a lo que pudiera llamarse la marca Zaragoza/Goya: “La mayoría de los visitantes de la ciudad van a la Aljafería, a la Lonja y al Pilar, pero también tendrían que venir a este museo y al Museo de Zaragoza, y a veces les cuesta. Y es cierto que debería haber mayor colaboración, mayor articulación entre instituciones, y entre las instituciones y el ámbito privado, para que el tema de Zaragoza como ciudad de Goya funcionase mejor. Vale, lo mejor de Goya está en el Prado, pero ese primer Goya de los años de formación, de los primeros encargos…, está aquí, en Zaragoza, y es una etapa muy importante en la trayectoria del genio”.
En la plaza de los Sitios, uno de los iconos de la ciudad, se extiende el Museo de Zaragoza. Su director, Isidro Aguilera, es consciente de que el lavado de cara y la reorganización a los que está a punto de someter al museo pueden ser entendidos de forma desigual. El extraordinario conjunto de obras de Goya va a ser reubicado en las salas. En él destacan obras de la etapa aragonesa de formación del pintor, así como de sus inicios en Italia (Aníbal cruzando los Alpes) o su pintura de corte, como los retratos de Carlos IV, María Luisa de Parma, Fernando VII, el duque de San Carlos o el infante Luis María de Borbón. “Seguro que habrá gente que nos criticará porque querrá ver todo Goya reunido, y seguro que algunos políticos querrán ver todos los goyas amontonados, pero no, no vamos a crear un espacio Goya”, explica el director del museo mientras caminamos por sus amplios espacios. “No queremos que esté aislado, sino que esté interrelacionado con su época, con sus maestros, sus contemporáneos, sus referentes italianos; o sea, con su contexto, porque en torno a Goya ha habido y hay mucha elucubración y mucho cuento. Queremos que ese discurso vaya convergiendo hacia el artista maduro, el madrileño, el de la corte, que, ese sí, estará prácticamente solo en una especie de sancta sanctorum”.
José Luis Ona es el autor de Goya y su familia en Zaragoza. Nuevas noticias biográficas (Institución Fernando el Católico, Diputación de Zaragoza), un libro indispensable para entender las raíces locales del pintor, de las que apenas se conocían algunos mínimos detalles antes de su publicación en 1997. La obra es fruto de una exhaustiva investigación y documentación en los archivos de las más de 20 parroquias de la ciudad. “Las matrículas parroquiales”, explica Ona ante la fachada de la iglesia de San Miguel de los Navarros, “me han servido para seguir la pista a Goya y a su familia año a año, porque son registros que cada parroquia hacía de manera obligatoria sobre todos sus parroquianos, y en los que constaba domicilio, número, orden de la casa por calles y quiénes vivían allí, si cumplían en la parroquia, etcétera; es una base documental valiosísima”. Unos documentos que sirvieron, por ejemplo, para que Ona identificase el pequeño edificio amarillento de la plaza de San Miguel —antiguamente calle del Perro— en cuyo emplazamiento estuvo allá por 1769 la casa familiar de los Goya en Zaragoza… o, mejor dicho, una de ellas, ya que vivieron al menos en… nueve. Entre ellas, esta de la actual plaza de San Miguel, la única de todas que sigue en pie. Habiendo perdido, de hecho, la casa que el padre del artista había comprado por no poder pagar la hipoteca, la familia acudió al mercado de casas de alquiler, “tremendamente volátil en la época”, como apunta José Luis Ona. Se ve que los tiempos no han cambiado tanto en según qué cosas.
Las dificultades vividas por el pintor en el entorno familiar durante su juventud zaragozana, antes del decisivo viaje a Italia con poco más de 23 años, forjarán una personalidad que Ona define como “conservadora en lo económico, no del todo pesetero, pero casi”. Y apostilla: “Solo hay que imaginar lo que para el Goya joven debió de suponer tener que ir varias veces detrás del carro de la mudanza porque sus padres habían perdido la casa…, una vergüenza tremenda. Y esto es algo que hay que saber para entender luego su trayectoria. Él ya no dará un paso en falso. Va ascendiendo en lo artístico, en lo social y en lo económico. Empieza a invertir con mucha cabeza, le van bien las cosas”. Del infortunio familiar al influyente pintor de corte, todo un viaje.
Pero el libro de José Luis Ona no solo reconstruye con lujo de detalle la infancia y juventud zaragozana del “sordo universal”, sino que también presta atención al microcosmos de Fuendetodos, donde nació el 30 de marzo de 1746… y no el 31 como reza la inscripción sobre placa de mármol de Carrara diseño del escultor Mariano Benlliure sobre la fachada de la casa natal (se equivocaron y pusieron la fecha del acta bautismal: “En esta humilde casa nació para honor de la patria y asombro del arte el insigne pintor Francisco de Goya y Lucientes. 31 de marzo de 1746-16 de abril de 1828”).
Estamos en el que fuera asimismo pueblo natal de doña Gracia Lucientes, la madre del artista, casada con el maestro dorador José Goya. La tesis de José Luis Ona apunta a que el futuro genio nació en Fuendetodos después de que la familia se hubiera trasladado allí (donde tenían contactos y parientes bien situados) durante las obras de remodelación de su casa de Zaragoza.
La casa natal del genio
Y ahí surge, en medio del pueblo, la modesta casa de piedra caracoleña de tres plantas, con paredes de cal y vigas vistas de pino pintadas de blanco. Cerca de 25.000 personas la visitan cada año. Ricardo Centellas, gerente del Consorcio Cultural Goya-Fuendetodos, tiene sus teorías al respecto: “Desde luego, esta no era la casa de la familia Lucientes, que eran hijosdalgo y bien situados, esta sería una casa propiedad del tío abuelo de Goya que, seguramente, solía alquilar a terceros, una casa que en su día fue fonda para los trajineros, canteros y ganaderos que pasaban por Fuendetodos, que en aquella época —y aún hoy— era un cruce de caminos”.
Está documentado que Tomás Goya, hermano de Francisco de Goya, explotó esta pequeña edificación como fonda y mesón. Hoy cuatro casas rurales, un hotel —con un total de 60 camas entre los cinco establecimientos—, un apartotel con siete apartamentos en construcción, un albergue y un proyecto de hotel con encanto han venido a sustituir a la vieja fonda para caminantes. Queda claro: Fuendetodos es un pequeño imán turístico con presente y futuro a media hora de Zaragoza. No solo, aunque sobre todo, debido a la irresistible huella de Goya, sino también como centro de peregrinación de aficionados a la ornitología, de cazadores y de visitantes de la vecina Belchite, cuyas ruinas son el gran símbolo de la Guerra Civil en el frente de Aragón.
El Consorcio, dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza y el Ayuntamiento de Fuendetodos, gestiona tanto la casa natal de Goya como la sala de exposiciones temporales Ignacio Zuloaga (el pintor vasco adquirió en 1913 la casa de Goya y en 1917 el edificio contiguo de las escuelas), el taller de grabado Antonio Saura y el Museo del Grabado. En él se exponen las sucesivas obras maestras del grabado que Goya dio a la historia del arte, y entre ellas, un pequeño tesoro: una primera edición completa de los Desastres de la Guerra, propiedad del Ayuntamiento de Fuendetodos. Digamos que esta es la parte luminosa de Goya en Fuendetodos. La oscura tiene forma de proyecto nunca culminado: el de un mastodóntico y fenecido Museo del Grabado a las afueras del pueblo. Perpetrado en los tiempos de las vacas gordas del 1% cultural, alentado desde el Ministerio de Cultura con una subvención inicial de 450.000 euros en 2009 (el presupuesto total ascendía a seis millones) y aparcado desde 2014 parece que definitivamente, los 12 cubos gigantes de hormigón y cristal —que al final se quedaron en seis y luego en nada— diseñados por los arquitectos Beatriz Matos y Alberto Martínez siguen ahí, varados a orillas de la A-2101. El Ayuntamiento de Fuendetodos sigue pagando hoy cada año unos 80.000 euros en concepto de deuda.
Enrique Salueña es el alcalde de este pueblo habitado por unas 300 almas en verano y poco más de 100 el resto del año. Su entusiasmo y empuje por defender la figura de Goya, como le ocurre a Ricardo Centellas, solo es equiparable a su simpatía natural. Y a su lucidez en tiempos confusos: “Justo el año antes de la pandemia fue histórico en contrataciones. Todos los días teníamos aquí dos o tres autocares llenos, muchos de ellos franceses. Habíamos contratado a más personal para atender a los visitantes, pero de repente los franceses empezaron a cancelar… y dijimos: ‘¡Qué exagerados!’…, y luego mira, ¡tenían razón los franceses!”, cuenta el alcalde.
Uno de los proyectos puestos en marcha y que ha dado extraordinarios frutos, explican Salueña y Centellas, es el denominado Los Disparates de Fuendetodos. Se trata de potenciar el grabado tradicional y el aguafuerte, sobre todo las técnicas calcográficas, mediante la intervención de destacados artistas contemporáneos que vienen, ejecutan una obra original y exponen sus obras. Más de medio centenar han pasado ya por aquí: Günter Grass, que expuso sus aguafuertes; Ouka Leele, Alberto Corazón, Cristina Iglesias, Luis Feito, Daniel Canogar, Guillermo Pérez Villalta, Antonio Saura (el taller de grabado lleva su nombre)… A eso se une la serie de trabajos de arte urbano y grafiti obra de jóvenes artistas aragoneses desplegados por las calles y las plazuelas de Fuendetodos. Si Francisco de Goya y Lucientes se levantara de su tumba en San Antonio de la Florida y se diera una vuelta por su pueblo…, probablemente esbozaría una sonrisa.