El Bosco ‘deepfake’ de los 2.540.250 caracteres
Un artista convierte en texto El jardín de las delicias para reflexionar sobre el arte en la era de la digitalización
Hay quien puede conocer con todo lujo de detalle y sin haber pisado el Museo del Prado El jardín de las delicias, tríptico repleto de desnudas figuras humanas y de animales reales y fantásticos pintado por El Bosco al inicio del siglo XVI. En plena era de la digitalización, y con un gran acceso al arte a tr...
Hay quien puede conocer con todo lujo de detalle y sin haber pisado el Museo del Prado El jardín de las delicias, tríptico repleto de desnudas figuras humanas y de animales reales y fantásticos pintado por El Bosco al inicio del siglo XVI. En plena era de la digitalización, y con un gran acceso al arte a través del smartphone, hay quien se pregunta si la presencialidad es imprescindible en el acto de consumir arte o si, por el contrario, es posible emular en una pantalla de cinco pulgadas lo que se siente al estar delante de una obra. Pero una imagen en un soporte digital es solo la sombra de una realidad, una secuencia de código interpretado, líneas y líneas de texto ininteligibles carentes de toda pasión.
Esa es la idea de partida de Códice, una obra seriada de IchbinMupi —el alias del artista visual onubense Ricardo Márquez Pérez (1996)— que juega a transformar una imagen digital en su naturaleza textual, para darle después un soporte analógico, devolviendo la naturaleza analógica de la obra original. En la primera versión de la serie, la imagen tratada es El jardín de las delicias cifrada en el lenguaje Base64, lo que permite la codificación y descodificación del archivo. El código, las líneas de ininteligible texto resultante, ocupa una extensión de 2.540.250 caracteres maquetados en 751 folios. Si alguien volviera a digitalizar este texto, recuperaría el archivo original, la copia oficial de la obra proporcionada por el Museo del Prado.
“En un mundo donde el consumo cultural se ha convertido en consumo digital, quería reflexionar sobre la veracidad de estas imágenes que no debería de ser mayor que la de un deepfake —falsificación en inglés—. Ninguna se corresponde con la del mundo real, y ni siquiera dicha imagen se corresponde con la naturaleza misma de su composición. Píxeles, colores, tamaño no son más que datos textuales”, razona IchbinMupi. Y resuelve: “La única forma de ver una obra de arte es en persona”.
Entre el diseño y el arte
Márquez Pérez es diseñador gráfico especializado en Motion Design por la Escuela Superior de Diseño de Barcelona. Siempre en la frontera entre el diseño y el arte, su estilo se une al new-media y el code-art produciendo obras de arte generativo que dialogan con música electrónica. Tecnología, transformación y experimentación son los tres valores que le definen.
Confiesa que jamás ha visto la obra del Bosco, pero lleva tatuada una de las criaturas del paraíso del tríptico en su antebrazo. “Ha influido muchísimo en mi imaginario artístico, pero nunca he estado delante de ella. Los archivos digitales de los museos son un bien cultural de inmenso valor, pero ¿cuánto ha contaminado mi experiencia de ver algunas obras en persona el haberlas visto antes en digital?”, pregunta. Al artista le vienen otras a la cabeza, como La persistencia de la memoria, de Dalí. “Fue una decepción, estaba acostumbrado a verla sin el contexto que me diera pistas del tamaño. Cuando entré en la sala vi un formato, el real, de 24 × 33 centímetros”, detalla. Lo contrario le pasó con el busto de Nefertiti. “Me quedé maravillado al verla en persona”.
“Con esto no pretendo echar por tierra la labor archivística de los museos, supone un punto de acceso a la cultura tremendo, gratuito, democratiza el arte”, insiste, “pero en ningún momento puede suplir o ser objeto de juicio de la obra. Sin esas reproducciones, El jardín de las delicias del Bosco seguiría siendo un desconocido para mí”.