De Cabo de Palos a cabo de Gata: pueblos, playas y paisajes asombrosos
Un ‘road trip’ de unos 200 kilómetros con inicio en la Región de Murcia y final en Almería por la salvaje costa mediterránea
Acantilados espectaculares, playas desiertas y caprichosas formaciones rocosas. No estamos en ninguna isla exótica y remota. Estamos en la costa mediterránea, de la Región de Murcia y Almería, del Cabo de Palos al cabo de Gata. Un viaje por carreteras secundarias descubrirá arenales increíbles o con poca gente y zonas protegidas muy cinematográficas. Unos 200 kilómetros perfectos para un road trip por el litoral español.
Cabo de Palos, marinero y para buceadores
Partimos de uno de los faros más icónicos de las costas españolas: el de Cabo de Palos. Cada vez es más difícil moverse por este pequeño pueblo de pescadores murciano, convertido en meca de buceadores de todo el mundo. Su encanto es ya un secreto a voces, pero fuera de la temporada alta veraniega y de algunos fines de semana o puentes, el pueblo recupera la tranquilidad de otros tiempos y se puede disfrutar de su encanto, sus restaurantes al borde del agua y de los paseos por la playa de Levante o por los acantilados.
Cabo de Palos siempre ha sido famoso por su faro (un icono construido en el siglo XIX), por sus aguas cristalinas perfectas para el buceo y por ser un lugar de veraneo de los cartageneros. Ahora es también el inicio de aventuras bajo el agua: se bucea en las cercanas Islas Hormigas y entre los numerosos pecios, incluyendo el famoso Sirio, que encalló y se hundió en 1906. Al calor de estas aventuras subacuáticas, se ha creado también un agradable ambiente de buceadores junto al puerto, que se reúnen en determinados bares y locales. Es obligado probar un buen caldero en los restaurantes del puerto (La Tana, Bocana de Palos, El Pez Rojo…) o en el famoso El Mosqui (“De la mar el mero y del Mosqui, el caldero”, dicen los locales).
Más información en la guía Explora Andalucía de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.
Calblanque y un campo de golf
En Cabo de Palos puede empezar un recorrido en dirección a Almería, siguiendo la quebrada costa que obliga a seguir tortuosas carreteras locales si se quiere ir pegado al mar, y recurrir en ocasiones a mejores carreteras un poco más hacia el interior, aunque nos perdamos unas vistas de vértigo sobre los acantilados rocosos.
La primera parada es casi obligada: Calblanque, la playa “desierta” más publicitada de la zona, asaltada en los meses de verano por centenares de curiosos ansiosos de un trozo de “playa virgen”. Calblanque es parque regional y en temporada alta solo se puede acceder en autobuses-lanzadera desde el aparcamiento habilitado para ello. La recompensa son unas playas casi vírgenes y bien conservadas, que parecen casi mentira si se las compara con las abarrotadas del cercanísimo Mar Menor.
La otra parada obligada, en brutal contraste, está pegada a Calblanque: el Club de Golf de La Manga, una especie de oasis verde en medio del desierto, con edificios de apartamentos de lujo, villas que parecen californianas y toda clase de servicios de alto nivel donde también hay buenos restaurantes, bares, tiendas, pistas de tenis y, por supuesto, el campo de golf. Y también está su “cala particular”, la llamada Cala del Barco, de complicado acceso por una tortuosa carretera, donde se puede contemplar tranquilamente el mar desde un agradable chjiringuito-restaurante encaramado en la ladera de los montes. No es barato y conviene reservar, porque no es muy grande.
La minera Portmán y la batería de costa de Cenizas
Seguimos adelante desde el Campo de Golf por la retorcida carretera que sigue la difícil costa murciana. Guarda uno de los paisajes más curiosos de esta parte de España: los restos, casi a modo de cadáveres, de las antiguas minas que dieron prosperidad en esta zona del Levante. Un atormentado paisaje que parece lunar y tiene su explicación en la época gloriosa de las minas a finales del siglo XIX y principios del XX. Portmán es un pueblo minero sin mucho más encanto que el de imaginar un pasado próspero, aunque muy cerca está La Unión, en el interior, la verdadera capital minera del sudeste español, famosa por su festival del Cante de las Minas. Poco queda de aquellos tiempos de gloria, más allá de su antiguo Mercado Público, conocido como la “Catedral del Cante”, donde hoy se celebra el festival.
Siguiendo hacia el oeste camino de Almería, podemos parar en un sitio singular: la batería de costa de Cenizas, que forma parte de la red de baterías de costa que jalona todo el litoral, protección militar imprescindible. Se encuentra en el monte de Las Cenizas, cerca de Portmán, dentro del parque de Calblanque. La ruta para llegar hasta allí es fácil e incluso se puede hacer con niños. Son unos tres kilómetros por un sendero sencillo y bien indicado para hasta el mirador donde espera uno de los dos impresionantes cañones de defensa, y delante del cañón, toda la costa del Mar Menor, La Manga, Cabo de Palos y las extensas playas de Calblanque. Hacia la derecha aparece la abrupta costa de acantilados de Portmán, La Unión y Escombreras.
Playas urbanas de Cartagena: El Gorguel, cala Cortina y el fuerte de Navidad
Continuamos en carretera rumbo hacia Almería, pero antes de llegar a Cartagena, si seguimos la costa, todavía podríamos descubrir algunas playas y calas olvidadas y poco accesibles. Como El Gorguel, un pequeño arenal aislado de apenas 500 metros de largo que incluso en temporada alta está muy poco concurrido. Es conocido entre senderistas y amantes de la naturaleza más que entre bañistas, por su difícil y rocoso acceso por caminos de tierra y su aspecto de playa olvidada. Algunos la promocionan como “la última cala virgen” de la zona, aunque peligra por intereses económicos, como el ambicioso proyecto, por ahora abortado, de un macropuerto logístico para contenedores y buques gigantes.
Si no queremos meternos en el núcleo urbano de Cartagena siempre podemos rodear la ciudad. Aunque merece la pena aparcar un rato el coche para ver cómo ha cambiado su centro histórico, ahora peatonal; cómo han recuperado las casas modernistas o los restos romanos que yacen bajo toda la antigua Cartago Nova; o para asomarse a alguno de sus museos. Sin olvidar contemplar su puerto natural casi perfecto desde algún mirador privilegiado. Una posibilidad es ir a cala Cortina, la pequeña playa urbana de Cartagena, con un chiringuito estupendo para tomarse algo frente al mar y con la ciudad al fondo. El otro mirador recomendable es el del Fuerte de Navidad y su restaurante El Chalé: buenos arroces y pescados para contemplar el puerto en su totalidad desde una de sus puntas extremas.
La Azohía - Isla Plana - Mazarrón - Bolnuevo - Águilas
Este road trip continúa por la línea de costa descubriendo que hay otras playas no muy lejos de Cartagena, mucho menos frecuentadas, como la nudista de El Portús, y un poco más adelante la de La Azohía, que siempre estuvo poco poblada por su difícil acceso, rodeada de sierras y cabezos. Esta zona fue estratégica y defendida por instalaciones militares (quedan algunas en pie), pero hay otros atractivos en estas playas, como hacer submarinismo en la Reserva Marítima de Cabo Tiñoso o disfrutar del arte de pesca de la almadraba, que se conserva desde tiempos romanos.
Hasta llegar a la popular Mazarrón siguiendo la costa hay playas como Covaticas, Isla Plana, Nares, Piedra Mala… que sirven de preámbulo a la amplia bahía de Mazarrón, otro de los iconos del veraneo de la Región de Murcia, rodeada de urbanizaciones y desarrollos playeros. Su costa ha sido frecuentada por comerciantes fenicios, por pescadores de todas las épocas y por los antiguos mineros, que encontraban en ella alivio a sus duros días de trabajo.
Mazarrón y el pequeño pueblo de pescadores de Bolnuevo tienen muchos lugares curiosos. Por un lado, es un buen lugar para avistar delfines o cachalotes. Por otro, pesa su tradición minera. Pero, sobre todo, es conocido por su espacio natural conocido como las erosiones o gredas de Bolnuevo, una especie de miniciudad de piedra, que fue declarada monumento natural en 2019 y son un relieve natural en plena transformación por la erosión constante y por la naturaleza de sus materiales: margas arenosas y areniscas. Es fácil localizarlas, ya que se encuentran a pie de la playa de Bolnuevo.
El camino sigue hacia Almería, pero todavía hay que pasar por los arenales de Águilas, como Calabardina, las Puntas de Calnegre o San Juan de los Terreros.
El descubrimiento de la costa de Almería
La carretera sigue serpenteando por la costa descubriendo algunas de las playas más intactas y menos atestadas de España, las de Almería, que se suceden como joyas por los espectaculares acantilados del cabo de Gata. El Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar protege casi 50.000 hectáreas, de las cuales casi un tercio son marinas. Pese a ser el lugar más seco de Europa, hay más de 1.000 variedades de animales y plantas que prosperan en este salado y árido entorno. El inhóspito terreno es fruto de la actividad volcánica de hace más de siete millones de años.
Tras pasar las populares playas de Vera, con su fama nudista, y Mojácar, un pueblo blanco y con un pasado interesante, llegamos a lo que se considera propiamente el cabo de Gata, que en sentido estricto va desde Retamar a poniente hasta Agua Amarga a levante, o hasta el pueblo de San Miguel de Cabo de Gata en la costa occidental.
Gran parte de esta zona es desierto, con pocos asentamientos de casas encaladas de techo plano y algún que otro cortijo abandonado o renovado, pero la urbanización ha ido también rápida en esta zona que lleva años de moda como destino de playa que se ha salvado de la masificación, al menos de momento. El pueblo más grande es San José, segunda residencia para muchos habitantes de Almería. Por aquí, además de disfrutar del mar y el senderismo, muchos se dedican a practicar submarinismo, buceo, kayak, vela o navegación.
Carboneras y Agua Amarga
Carboneras ha pasado de ser un discreto pueblo pesquero a un núcleo turístico de primer orden con todos los ingredientes que cabe esperar: restaurantes, playas, apartamentos, hoteles… De su pasado quedan un castillo en pleno centro, el de San Andrés, convertido en un centro cultural, y una tradición pesquera que se aprecia sobre todo en sus restaurantes. Entramos ya en los pueblos blancos típicamente almerienses y en sus playas de extraños nombres; aquí la principal y más popular es la playa de los Muertos, una de las más bellas y sorprendentes de la Península. Otros lugares curiosos son el faro Mesa de Roldán, con una impresionante torre vigía y la estatua de Lawrence de Arabia en la plaza del pueblo: aquí se rodó la película del mismo nombre y en el año 2012 se celebró el 50º aniversario del rodaje por todo lo alto y se erigió esta escultura en bronce.
Un poco más adelante está Agua Amarga, que, pese a su nombre, resulta ser una fabulosa playa blanca de pueblo, presidida por bares de tapas. A dos kilómetros está la cala de Enmedio, resguardada, con repisas de roca para tomar el sol. Y también por allí, la playa de San Pedro, una cala pintoresca enmarcada por cabos espectaculares, accesible solo a pie. Agua Amarga es un lugar de vacaciones chic-bohemio adorado por españoles urbanitas y escandinavos sedientos de sol. Tiene una ancha y popular playa de arena, y desde aquí hasta San Miguel, una red de carreteras y sendas que van bordeando los 50 kilómetros de costa. Es una caminata que para completarla requeriría varios días y que conviene hacer cuando no apriete el sol, pero siempre se pueden recorrer tramos del recorrido y pasar por playas que de otro modo son inaccesibles.
Fernán Pérez y el recuerdo de ‘Bodas de Sangre’
Fernán Pérez es uno de los pocos pueblecitos del interior almeriense, aunque muy cercano a la costa, que aún conserva el encanto rural de antaño: pequeñas casas blancas, la iglesia, el colegio, la placita… y un lugar muy literario: el Cortijo del Fraile donde tuvo lugar en 1928 el conocido como crimen de Níjar, que sirvió de inspiración a Federico García Lorca para su obra de teatro Bodas de Sangre. No es un pueblo turístico, pero muchos buscan la tranquilidad de un entorno rural auténtico y desde aquí se desplazan a bañarse hasta Las Negras, a muy pocos kilómetros, un pueblecito con una playa en parte de arena y en parte de piedra, que tiene muy cerca otra con más arena entre dos espectaculares promontorios: la cala de San Pedro, a la que solo se puede llegar a pie o en zódiac desde Las Negras.
Rodalquilar, de pueblo fantasma a destino chic
Hay que apartarse un poco de la costa hacia el interior para pararse en Rodalquilar. Merece la pena. Hasta hace no mucho era un pueblo con unos pocos vecinos que deambulaban entre los restos de las minas de oro abandonadas en la década de 1960. Pero hace unas tres décadas el lugar revivió: primero se instalaron las oficinas del parque natural y después se fue convirtiendo en una localidad de vacaciones con un toque bohemio. Desde entonces, se han renovado los edificios y se han abierto multitud de tiendas, restaurantes, casas y hoteles rurales. Aun así, se conservan las antiguas minas de oro, que hoy tienen un aire muy evocador. En lo alto del pueblo, la Casa de los Volcanes es un ecomuseo con exposiciones sobre las minas y la geología del cabo de Gata. Detrás del museo se conservan las abandonadas torres de triturado y tanques de decantación y el poblado minero de San Diego, un espectacular paraje postindustrial.
Entre sus casas blancas, uno de lugares más curiosos es el Jardín Botánico el Albardinal, visita imprescindible para sentirse en un auténtico oasis, con numerosos ecosistemas vegetales, tanto de especies autóctonas como de cactus, palmeras y plantas más tropicales.
Cerca del pueblo, a un kilómetro aproximadamente, se encuentra El Playazo, un verdadero lujo para los bañistas, y camino al mar se puede ver La Torre de los Alumbres, una antigua torre defensiva construida en el siglo XVI que es la construcción más antigua del parque, y que servía para proteger la mina del pueblo de los ataques de piratas.
La Isleta del Moro: de pescadores a ‘hippies’ y veraneantes bohemios
La Isleta del Moro es una especie de edén mediterráneo con estupendas vistas al mar. Encarna a la perfección el pueblo de pescadores típico de la zona, con las barquitas cerca de la playa, las casas blancas y modestas y la extraordinaria paz en la mayor parte del año, que solo se interrumpe parcialmente en los meses veraniegos. Desde lejos ya se adivina la playa, entre dos grandes peñones o formaciones terrestres, una de ellas ligeramente separada, como una pequeña isla que da nombre al pueblo. Desde la carretera, antes de bajar, ya se contempla la villa como una postal, con un gran palmeral a la entrada, las casitas blancas amontonadas cerca de la playa y los grandes islotes. Puede ser un buen lugar para degustar la pesca del Mediterráneo y aprender las variadas formas en que se denominan los pescados en esta zona: sargo, breca, pollico, lecha, gallo pedro.
San José, ‘capital’ de cabo de Gata
San José es la principal localidad turística del parque natural del cabo de Gata y la que tiene mayor infraestructura. Aunque en verano su población se triplica o cuadriplica, sigue siendo un pueblo tranquilo, de construcciones bajas y paredes blancas, con muchas casas construidas sobre pequeños acantilados que se asoman al mar con una espectacular vista de la bahía de San José. La plaza del pueblo tiene mucha vida y en torno a ella, pequeñas calles van alargándose hasta el paseo marítimo.
Muy cerca esperan algunas de las playas más bonitas y populares, como las de Mónsul y Genoveses. A la primera se llega desde San José tras cinco kilómetros por una pista sin asfaltar. Muchos la conocen como la playa de Indiana Jones y la última cruzada, porque una escena de la película se rodó allí. A pie, se llega a las calas de Barronal: cuatro calas aisladas accesibles, con impresionantes formaciones rocosas. Y al sur de San José, los Genoveses es una franja de arena ancha y muy popular, tres kilómetros al sur de pueblo, a la que se accede por una pista de tierra. Allí desembarcó en 1147 la flota genovesa para participar en el ataque cristiano sobre la Almería musulmana.
Desde Mónsul también se pueden tomar unos senderos que llevan a otras dos playas menos frecuentadas: la cala de la Media Luna y la cala Carbón. San José tiene su propia playa de arena, ancha pero concurrida, y al noreste hay otras playas interesantes, como Los Escullos y La Isleta del Moro. Pero la más popular es Playazo: un ancho tramo de arena de 400 metros entre dos promontorios, uno de ellos coronado por una batería de artillería del siglo XVIII.
Cerca del pueblo de Cabo de Gata, Las Salinas son uno de los humedales más importantes de España. Se pueden ver flamencos (sobre todo en verano), y también garcetas, cigüeñas, avocetas y más de un centenar de aves acuáticas. Äguilas perdiceras, búhos reales y gaviotas de Andouin se dejan ver por los acantilados. Un festión para los ornitólogos y avistadores principiantes.