Las ciudades del este de Europa son las nuevas escapadas de moda
Sarajevo, Liubliana, Prizren, Plovdiv o Zadar son algunos de los destinos ideales para viajeros curiosos que buscan sitios menos trillados, más baratos y sin salir del viejo continente
Buscando destinos europeos menos trillados se nos va la mirada irremediablemente hacia el este del continente. Allí esperan ciudades que invitan a ser descubiertas, incluso algunas de las que muchos no habrán oído ni hablar: Tirana, Sofía, Prizren, Zagreb, Sarajevo, Liubliana, Brno… Destinos perfectas para viajeros curiosos que buscan nuevos destinos para una escapada diferente, más barata y sin salir de Europa.
Sarajevo (Bosnia-Herzegovina): el peso de la historia
Se dice que aquí, en Sarajevo, fue donde comenzó el siglo XX en 1914, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando en el Puente Latino, y también donde terminó, tras el asedio de la ciudad entre 1992 y 1995, en la guerra de los Balcanes. Han pasado 30 años, y en las calles de la capital de Bosnia-Herzegovina se siente su trascendencia en la historia europea: los minaretes de las mezquitas se codean con los campanarios de las iglesias católicas y ortodoxas, y con las torres abovedadas de la (única) sinagoga. También se ven muchos edificios grises heredados de la época comunista y elegantes rascacielos que completan el perfil de la ciudad desde hace varios años... La historia tiene mucho peso en esta ciudad que fue parte del antiguo Imperio otomano y luego del Imperio austrohúngaro, antigua capital cultural de la Yugoslavia comunista y ahora un ave fénix renacida que sigue avanzando, cargada de propuestas artísticas y de ocio.
La ciudad es perfecta para una escapada con cierto exotismo oriental, y en invierno para las vacaciones de esquí más asequibles de Europa.
La mejor forma de adentrarse en su espíritu es pasear por el viejo y encantador barrio otomano de Bašcaršija. Allí se puede buscar antigüedades, ver a los artesanos trabajar o tomarse un buen café al estilo oriental. Sus calles adoquinadas llevarán a algunos de los monumentos más famosos: las mezquitas de Gazi-Husrev-bey, Ferhadija y Baščaršija, la fuente Sebilj y Sahat kula (la torre del reloj), y a la antigua judería. Y, sobre todo, a su embelmática plaza central, Trg Oslobodenja, junto a la catedral ortodoxa, presidida por los bustos de grandes escritores bosnios (entre ellos Ivo Andrić), que contemplan impasibles cólmo se juegan intensas partidas de ajedrez con piezas gigantes, aunque llueva, haga viento o nieve.
Más información en las guías Este de Europa, Balcanes Occidentales y en la web lonelyplanet.es.
Sarajevo se hizo famosa también por sus pistas de esquí desde que se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984. Luego vino la guerra y el olvido, pero vuelve a ser un destino perfecto para esquiar, con una temporada larga, con nieve hasta abril; los montes Jahorina, Bjelašnica e Igman son magníficos y están a solo 30 minutos en coche de la capital. Además, probablemente sea el destino de esquí más económico de toda Europa.
Liubliana (Eslovenia): la ‘dolce vita’ balcánica
Eslovenia fue la primera república de la antigua Yugoslavia en ingresar en la Unión Europea, en 2004, y esto se nota en su capital. Liubliana tiene un aire de pueblo grande centroeuropeo y elegante, gracias, sobre todo, a un arquitecto, Jože Plečnik, que, en la década de 1920, transformó la ciudad con puentes, edificios, columnas, pirámides, farolas… hasta convertirla en una obra de arte de lo más fotogénica.
El resultado es la Liubliana que hoy podemos descubrir: una ciudad tranquila, verde y con un toque vanguardista, que resulta perfecta para peatones y ciclistas (buena parte del centro está prohibido a los automóviles). La atraviesa el río Ljubljanica que a su paso le da un cierto ambiente bucólico, y la mezcla de restos medievales, extravagantes edificios barrocos y una estética innovadora e inspiradora de principios del siglo XX la hacen muy especial. A ello se unen sus 50.000 estudiantes y una gran oferta de museos, restaurantes y bares. Liubliana es la dolce vita con acento balcánico.
Lo imprescindible para empaparse de su espíritu es subir a Grajska Planota, la colina del castillo, a pie o en el funicular que sale cerca del mercado de Vodnikov trg, donde también merece la pena hacer una parada aromática y gastronómica. Otro de los paseos imprescindibles es el que trascurre por las orillas del río, reservadas exclusivamente a peatones y ciclistas. Será difícil resistir la tentación de sentarse en uno de los cafés que, en verano, transforman las orillas en una única y larga terraza.
Y siguiendo las huellas de Jože Plečnik, uno de los precursores del posmodernismo, nos encontraremos con obras inspiradas en la Secesión vienesa y el orientalismo: el Puente Triple, el Mercado Central, y su obra maestra, la Biblioteca Nacional y Universitaria, cuya gran sala de lectura está abierta a los visitantes todos los sábados por la tarde.
Tbilisi (Georgia): caravanera y cosmopolita
La capital georgiana sorprende. Tal vez porque tenemos ideas preconcebidas de lo que nos vamos a encontrar. Para empezar, Tbilisi es una ciudad grande, aunque abarcable a pie y con un eficiente metro con dos líneas que llegan a las zonas principales. Así que es fácil pasear y descubrir los vericuetos de esta antigua ciudad caravanera, que siempre ha pivotado entre Oriente y Occidente. Tras salir del aislamiento soviético, se ha convertido en una capital cosmopolita, con un auge de la arquitectura moderna y constantes aperturas de bares y restaurantes en los que la comida tradicional georgiana se renueva.
Pero, en realidad, en las calles es poco lo que ha cambiado y la ciudad vieja, rehabilitada parcialmente, sigue siendo el corazón de la capital, con sus históricos baños de aguas sulfúricas, iglesias medievales y mansiones del siglo XIX. En cuanto salimos de la calle principal, Kote Abkhazi, podemos adentrarnos en otro mundo de calles estrechas, fachadas con improvisados apuntalamientos de madera, cuerdas con ropa tendida y vidas privadas más o menos expuestas a la mirada pública. Un paseo sin rumbo en cualquier dirección descubre muchísimas iglesias antiguas, como la basílica de Anchiskhati (del siglo VI, la más antigua y la más bonita), al lado de la cual suele congregarse un gentío en torno a la torre del reloj, pintoresco añadido del año 2010 al teatro de marionetas Gabriadze, de donde sale un ángel que da las horas golpeando la campana con un martillo.
Entre los imprescindibles de la visita: la catedral armenia de San Jorge, la Gran Sinagoga en la que chiís y suníes rezan juntos, subir a la colina de Sololaki en un teleférico para admirar las vistas extraordinarias de Tiflis, pasear por el parque Rike (del que sale el teleférico) y subir a la fortaleza de Narikala, que domina la ciudad antigua por la que han pasado georgianos, turcos, persas, rusos… hasta dejarla en lo que es hoy: una pintoresca ruina donde solo las murallas sobreviven intactas. La visita no queda completa sin un baño de vapor tradicional en la calle Abanotubani, en alguno de los muchos baños en los que se bañaron, entre otros, Alejandro Dumas (padre e hijo) y Aleksandr Pushkin, que describió su experiencia como el mejor baño de su vida.
Belgrado (Serbia): la capital alternativa
Serbia es uno de los países menos visitados de los Balcanes, pero comienza a figurar como opción para una escapada europea con un toque cultural distinto. A caballo entre Oriente y Occidente, todo en este país es el resultado de las luchas durante siglos por la influencia territorial entre el imperio Otomano y los estados de Europa Central. Belgrado, su capital, es como un microcosmos de Serbia. No será una de las capitales más bonitas de Europa, pero sí de las más animadas. A pesar de los múltiples bombardeos que ha sufrido a lo largo de su historia, es hoy una ciudad artística y hedonista, donde la literatura y la poesía tienen un papel importante, y, sobre todo, una ciudad cruzada por el Danubio, con fortalezas y tesoros arqueológicos en sus orillas. Aunque evoca en cierto modo a la Yugoslavia comunista encapsulada en el tiempo, es también cuna europea de la modernidad.
Para asomarse a su historia solo tenemos que ir a Stari Grad, el casco antiguo, y al núcleo de todo, Kalemegdan, una antigua fortaleza sobre un espolón rocoso en la confluencia del Danubio y el Sava, que combina la atmósfera oriental con el esplendor arquitectónico centroeuropeo. Hoy es sobre todo un parque, con un pabellón de arte, un conjunto de museos y muchas estatuas. Incluso hay un jardín zoológico. A los habitantes de la ciudad les gusta reunirse allí antes de dirigirse por la noche al barrio de Skadarlija.
El centro neurálgico de Belgrado es Knez Mihailova, un animado bulevar peatonal que llega hasta la antigua fortaleza, flanqueado por edificios históricos, cafeterías lujosas y bares llenos de humo. El barrio junto al río de Savamala ha renacido de sus ruinas y es el centro artístico de la ciudad. Y en las entrañas de Belgrado varios museos custodian el patrimonio cultural, religioso y militar del país.
La tercera zona interesante a visitar es Ada Ciganlija, una isla artificial (hoy península) creada en el río Sava a principios del siglo XX y que todavía sigue siendo el lugar más popular de Belgrado para tomar aire fresco, hacer deporte, disfrutar de un momento de ocio junto al agua o tomar copas en una noche de fiesta. Aquí se puede disfrutar de la playa del Savsko Jezero, un lago donde es posible bañarse, alquilar una canoa o una barca a pedales, ir a pescar y hacer puenting y cuyas orillas están salpicadas de bares.
Prizren (Kosovo): iglesias, mezquitas y una gran fortaleza
La ciudad con más encanto y más interesante de Kosovo no es su capital, sino Prizren, al sur del país, presidida por los alminares y las torres de iglesia que se alzan en el valle del río Bistrica. Pese al amargo legado de la guerra, es un lugar alegre y renovado y, en verano, incluso con un toque de sofisticación que aporta el Dokufest, uno de los mejores festivales de cine documental de Europa. El resto del año los turistas se dedican a recorrer tranquilamente su rico patrimonio: una fortaleza sobre un cerro, mezquitas grandiosas e iglesias antiguas. Y es que en Prizren podremos sacar una foto encuadrando a la vez una fortaleza, una mezquita y una iglesia ortodoxa, porque esta ciudad, a medio camino entre Estambul y Roma, ha sido desde antiguo un cruce de culturas.
Lo mejor que se puede hacer en Prizren es visitar sus lugares religiosos y un par de museos, comprar joyas de filigrana y subir a la fortaleza antes de irse a comer a orillas del río o en un café del bullicioso casco antiguo. Un día o dos bastan para conocerla a fondo, a menos que queramos hacer una escapada a los cercanos montes Šar.
Además de la fortaleza de murallas onduladas que domina los tejados y las casas de tonos terrosos de la ciudad, el otro edificio de interés es la mezquita de Sinan Pasha, alzada sobre el casco antiguo, con su formidable cúpula, el alminar y las columnas de la fachada que impresionan desde la calle. Vale la pena entrar (fuera de las horas de oración) para ver los frescos y elementos arquitectónicos.
Y al otro lado del río, el Museo Arqueológico, en un antiguo hammam, expone cientos de objetos que abarcan miles de años. Y desde lo alto de la torre del reloj se tiene una panorámica de 360º de la ciudad.
Plovdiv (Bulgaria): la ciudad europea más antigua habitada sin interrupción
La ciudad búlgara de Plovdiv combina, con total naturalidad, una intensa vida nocturna con ruinas milenarias. Ocupa siete colinas, igual que Roma, aunque la supera en edad, pues es la ciudad europea más antigua habitada sin interrupción. Para completar el cuadro, en el romántico casco antiguo se concentran coloridas mansiones del siglo XIX reconvertidas en museos, galerías y casas de huéspedes.
Pero las calles adoquinadas y la nostalgia del Renacimiento búlgaro del XIX solo son una parte de la historia. La segunda ciudad más cosmopolita del país va pisando los talones a Sofía: los festivales de música y de arte atraen a multitudes, y la renovación del barrio de Kapana y los jardines del Zar Simeón han generado una nueva confianza. Esta ciudad, que era una simple parada en la ruta hacia Grecia o Turquía, se ha convertido en un destino por derecho propio.
Los mayores atractivos se concentran en el casco antiguo y la zona circundante. En las calles se esconden numerosas casas-museo, galerías de arte y anticuarios, acogedores rincones para comer, tomar una copa y contemplar a la gente. Pero si hay algo que llame especialmente la atención es el magnífico anfiteatro romano de Filipópolis, del siglo II, que tenía un aforo de 7.000 espectadores y hoy, restaurado, es uno de los escenarios más fantásticos de Bulgaria —en él se celebran conciertos y otros eventos multitudinarios—.
Otro de los hitos de la ciudad es la Casa Balabanov, una de las mansiones más bellas del Renacimiento búlgaro en Plovdiv, que mezcla la nostalgia del pasado y del arte contemporáneo. Y un tercer hito: el Museo Etnográfico, instalado en un impresionante edificio azul marino con filigranas doradas y un característico tejado voladizo, rodeado de cuidados jardines con flores.
Además, desde Plovdiv se pueden realizar excursiones de medio día a las ruinas y centros espirituales de la Tracia búlgara, como el magnífico monasterio de Bachkovo.
Berat (Albania): la ciudad de las mil ventanas
Berat tiene magia propia, y por sí misma ya sería un motivo para visitar Albania. Aunque es un centro turístico importante ha sabido conservar su encanto y su aire sencillo y acogedor. Sus casas otomanas agrupadas en la colina del castillo le han valido el sobrenombre de “ciudad de las mil ventanas”, y desde 2008 está declarada patrimonio mundial de la Unesco. El enclave montañoso es especialmente sugerente cuando las nubes se arremolinan en lo alto de los minaretes o cuando se abren para mostrar el pico helado del monte Tomorr.
Una fortaleza en la colina preside la ciudad, desde la que descienden en cascada barrios de piedra de los siglos XVI y XVII, muy bien conservados, con fotogénicas casas blancas con sus famosas ventanas. Al pasear por las apacibles calles adoquinadas de este antiguo pueblecito de casas encaladas, tarde o temprano se acaba entrando en un patio particular, al confundirlo con una iglesia o unas ruinas, cosa que a nadie parece importar. Por debajo del castillo es muy recomendable perderse por los retorcidos callejones de piedra del barrio de Mangalem, del siglo XVI, y visitar sus tres mezquitas, entre ellas la Xhamia Mbret (mezquita del Sultán), concluida en el siglo XV por el bajá de Berat, que acabó envenenado por los otomanos en una de esas historias terribles que tanto proliferan por estas tierras.
También es un buen plan probar vinos elaborados con uvas albanesas o practicar rafting en aguas bravas en el cercano cañón del Osum, la garganta más espectacular del sur de Albania.
Brno (República Checa): una capital de la Bahaus
La capital histórica de la región de Moravia es una ciudad universitaria, conocida por su gran ambiente cultural, y, además, en los últimos años una oleada de modernos cafés, restaurantes y coctelerías la ha situado en el mapa viajero y para muchos resiste la comparación con la mismísima Praga. Hay también interesantes iglesias y museos, y si a esto añadimos los modernos edificios de principios del siglo XX, como la Vila Tugendhat, protegida por la Unesco, está claro que Brno merece algo más que una simple parada.
La visita imprescindible es la Vila Tugendhat, uno de los mejores ejemplos del estilo Bauhaus que en la década de 1920 hizo de Brno un moderno centro arquitectónico. Esta villa familiar, diseñada por Ludwig Mies van der Rohe para Greta y Fritz Tugendhat en 1930, puede visitarse con un guía y con reserva previa. También son muy representativos de la ciudad el laberinto bajo el Mercado de los Vegetales, una extensa red de túneles subterráneos que la ciudad ha abierto al público recientemente. Son galerías situadas a seis u ocho metros por debajo del mercado, en funcionamiento desde hace algunos siglos, que se han utilizado como almacenes de alimentos pero también como escondite durante las guerras.
El viaje no estaría completo sin asomarse al interior del antiguo Ayuntamiento medieval. Además de la oficina de turismo, guarda rarezas como un cocodrilo colgado del techo, conocido afectuosamente como el “dragón” de Brno. Y quedan dos iconos por ver: el panteón de los capuchinos, una macabra cripta donde descansan los restos momificados de varios nobles del siglo XVIII, y el castillo de Spilberk, que preside la ciudad. Fue la residencia de los margraves moravos y más tarde fortaleza, prisión y hoy alberga el Museo de la Ciudad de Brno.
Bratislava (Eslovaquia): una ciudad verde junto al Danubio
A orillas del Danubio, a pocos kilómetros de la frontera austriaca, Bratislava es ya el Este de Europa, aunque es su estilo sea indudablemente centroeuropeo. Capital de Eslovaquia desde la independencia del país en enero de 1993, es un resumen de su historia: un casco antiguo gótico y medieval, palacios barrocos encargados por la nobleza húngara y, en lo alto, el castillo renacentista. Los bloques grises de la época comunista y un puente futurista ponen las notas más contemporáneas. En los últimos años, se han añadido una serie de excéntricas estatuas, boutiques y cafés de moda muy solicitados por quienes vienen a pasar el día desde Viena.
La plaza mayor es el centro de todo, de sus festivales y también de la sofisticada cultura del café de Bratislava, rodeada por edificios como el antiguo Ayuntamiento, un conjunto de edificios góticos y por el antiguo palacio neobarroco Palugyayov Palác. Entre los hitos imprescindibles para conocer la ciudad llaman especialmente la atención la iglesia de Santa Isabel (conocida como la iglesia azul), una maravilla en azul pálido y zafiro, modernista con detalles como arcos ondulantes o tejas cerámicas, o la catedral, gótica, que ha acogido 19 coronaciones reales. Muy interesante también resulta el Museo de Cultura Judía, que revela las historias de la antaño floreciente comunidad hebrea de Bratislava con fotos y objetos de la vida cotidiana.
Zagreb (Croacia): un mercado como corazón urbano
La capital de Croacia es menos visitada que las turísticas ciudades de la costa del país, pero tiene su encanto y un aire muy centroeuropeo. Es pequeña e ideal para pasear: solo hay que dejarse llevar por los callejones empedrados y tejados rojos de la ciudad alta, salpicada de agujas de iglesias. Es la parte medieval de Zagreb, extendida sobre dos colinas, Gradec y Kaptol, y conectadas por una serie de escalinatas y pasajes. Las calles de la ciudad alta tienen también palacios barrocos, mansiones neoclásicas, torres medievales o iglesias neogóticas, vestigios de las diversas fases de la historia del lugar. Entre los museos, se encuentran algunos tan curiosos como el Museo de las Relaciones Rotas, que explora lo que queda tras el fin de una relación y muestra objetos donados por gente de todo el mundo, algunos divertidos y otros conmovedores. Todos tienen su historia. Para algo más tradicional, se recomienda visitar el Museo Etnográfico, con fondos enormes de todo tipo de objetos.
Pero tal vez el lugar más auténtico de la ciudad sea el céntrico mercado de Dolac, toda una celebración para los sentidos, con sus sombrillas rojas e innumerables puestos de fruta y verdura. Se celebra aquí desde la década de 1930, cuando las autoridades municipales establecieron un espacio para el comercio en la “frontera” entre la ciudad alta y la ciudad baja. Vendedores de toda Croacia acuden a diario a comerciar con sus productos frescos.
Y el otro centro de la vida cotidiana, muy cerquita del mercado, es la animada plaza Trg Bana Jelačića, línea divisoria entre la ciudad Alta y la baja y centro geográfico donde queda todo el mundo. Allí podemos sentarnos en un café y ver el ajetreo de la ciudad. Porque en Zagreb todo ocurre en torno a un kava (café), desde los negocios hasta los cotilleos, las reuniones de amigos o las primeras citas. Este amor por la cafeína ha provocado la aparición de muchos cafés por toda la capital, que han acabado por convertirse en grandes atracciones, con especialidades y tostaderos muy sofisticados.
Un funicular azul (dicen que es el tren más corto del mundo) conecta la ciudad alta con la baja desde 1890. El viaje dura 64 segundos y ofrece bonitas vistas por menos de un euro.
Zadar (Croacia): la ciudad de los atardeceres de cine
Uno de los grandes amantes de Zadar, Alfred Hitchcock, dejo escrito en el libro de visitas de su hotel del casco antiguo que esta ciudad de la costa dálmata tiene las mejores puestas de sol. Cada atardecer es un espectáculo, con sus intensos rojos, rosas y morados que no se ven en ningún otro lugar de Croacia.
Pero la mayor atracción de Zadar es su magnífico casco antiguo romano, en el que el turismo aún no ha conseguido expulsar a los vecinos. Aquí podremos visitar los mercados por el día, sentarnos en uno de sus cafés por la tarde o bailar por la noche en la discoteca del parque, sintiéndonos plenamente parte de la población. La oferta gastronómica va al alza, la ciudad está rodeada de una naturaleza espléndida y hay muchos barcos en los que zarpar a las estupendas islas cercanas.
Es, además, una de las ciudades más antiguas del Adriático, fundada alrededor del año 1000 a.C. por los ilirios. Con 300 islas protegiendo la ciudad hacia el sur y la cordillera de Velebit defendiendo el norte, Zadar era la envidia de los romanos, que la conquistaron y transformaron en el siglo I a.C. en una ciudad muy rica, hasta el punto de que solo se les permitía vivir ahí a las clases más altas y a los oficiales de rango. De ahí el curioso foro, con tiendas de diversos tamaños, dos pisos y una galería (¡un centro comercial romano!).
Hoy Zadar es un lugar lleno de encanto, con curiosidades como un café instalado en una iglesia del siglo XI, una sucursal bancaria en una iglesia medieval y una minúscula iglesia románica convertida en una tienda de recuerdos, la Galerija Sv. Petar, con espléndidas artesanías locales. Lo que queda de la antigua Zadar (el 80% fue arrasado en la II Guerra Mundial) se ha conservado meticulosamente, por lo que no sorprende encontrarse un foro romano bien preservado y a su lado una obra maestra del siglo XXI, la instalación Órgano de mar (Morske orgulje, 2005) y otra instalación escultural, el Saludo al Sol (2008), hoy símbolos de la ciudad.