Las islas Aland en Finlandia: bálticas, independientes y felices
El archipiélago es la región más soleada del norte de Europa, pero también una rareza política: en ellas se habla sueco, por ejemplo. En total son 6.000 islotes que comparten con Suecia y todos están conectados por una red de puentes y transbordadores. Son perfectas para unas vacaciones tranquilas
Frente a la imagen habitual de Finlandia, de extensos bosques y lagos, las curiosas Islas Aland con “casi” un destino de sol y playa, con arenas blancas y cruzadas por rutas ciclistas muy pintorescas y llanas, para todos los públicos. Más allá de su animada capital, Mariehamm, una calma casi de cuento envuelve sus pueblecitos y no resulta difícil encontrar una playa apartada solo para nosotros, entre ta...
Frente a la imagen habitual de Finlandia, de extensos bosques y lagos, las curiosas Islas Aland con “casi” un destino de sol y playa, con arenas blancas y cruzadas por rutas ciclistas muy pintorescas y llanas, para todos los públicos. Más allá de su animada capital, Mariehamm, una calma casi de cuento envuelve sus pueblecitos y no resulta difícil encontrar una playa apartada solo para nosotros, entre tantos islotes rocosos. La red de puentes y transbordadores de cable gratis une las islas centrales (Fasta Aland), mientras que los ferris más grandes permiten transportar automóviles y llegan a las más alejadas del archipiélago. Un destino original para disfrutar de la calma nórdica.
Son la región más soleada del norte de Europa, pero también una rareza política: aunque son finlandesas, se habla sueco y tienen su propio parlamento, sus sellos, su dominio de internet (.ax) y sus propias leyes. En total, 6.000 islas e islotes entre Suecia y Finlandia, conectados por una red de puentes y transbordadores, y son perfectas para unas vacaciones tranquilas y muy escandinavas.
Fasta Aland y Mariehamn
Para una incursión en las Aland, tampoco hace faltar recorrerse los islotes más remotos. Lo básico está reunido en el llamado Fasta Aland (Ahvenanmaa, en finés): este continente representa el 70% del territorio, incluyendo su única ciudad y formado por una docena de islas de mayor tamaño unidas por puentes. Fasta Aland tiene más enclaves históricos, atracciones culturales y actividades recreativas que ninguna otra isla y, por tanto, recibe el grueso de los turistas.
Mariehamn, la capital, está en el lado sur del continente. Se llama así por el zar Alejandro II en honor a la emperatriz María, un legado ruso, como lo son también los tilos que flanquean sus amplias calles. Apenas hay un puñado de tiendas, pubs y restaurantes, pero no hay sitio más ajetreado en las tranquilas Aland (sin pasarse, porque aquí todo es de lo más relajado). Fuera de la capital, todo es paisaje y rutas que nos hacen sentir en una isla remota, pero tampoco es difícil encontrar zonas apacibles rodeadas de mar y naturaleza a escasa distancia de la capital.
No todo es diversión en la única ciudad del archipiélago. Aquí viven y trabajan dos de cada cinco isleños, y Mariehamn es también la sede del parlamento y el gobierno de Åland. En verano, no obstante, el mundo cotidiano pasa a un segundo plano ante la invasión de veraneantes.
Para despertar el pirata interior que todos llevamos dentro, es imprescindible visitar el evocador barrio marinero de Sjökvarteret, pasear por su muelle donde se alinean tradicionales goletas, y quizá ver barcos en construcción, además de la pequeña capilla de los marineros al final del muelle.
El Museo Marítimo de las Aland conserva barcos que ilustran el legado histórico de estas islas ligadas al mar, y completa la exposición con un sinfín de barcos dentro de botellas, cofres de mar y demás artefactos de interés. Junto al museo está fondeado otro de sus grandes activos: el barco-museo Pommern, un mercante de cuatro mástiles construido en Glasgow (Escocia) en 1903.
Caminata medieval en Sund
También en Fasta Aland, pero un poco más al norte de Mariehamn, en Sund, se puede pasar una tarde estupenda paseando por un camino que une a tres de los lugares más antiguos del archipiélago.
Por un lado, el Kastelholms Slott, un castillo medieval que los suecos construyeron en un islote, con varias torres que alcanzan los 15 metros y murallas de granito rojo. Después, se puede visitar el Fängelsemuseet Vita Bjorn, que tras haber sido una cárcel durante 200 años presenta un microscópico museo que alude a su pasado. Y más al sur, Jan Karlsgärdens es un museo al aire libre con un impresionante campo salpicado de edificios tradicionales de los siglos XVIII y XIV y grandes molinos.
Recuerdos artesanos y un museo muy especial
Con un mar y un cielo de lo más llamativos, elevadas paredes de granito y bosques únicos, el entorno natural de las islas Aland, sirve de inspiración para muchos artistas y artesanos. Es buena idea dedicar unas horas a explorar Sjökvarteret, en el extremo septentrional de Österhamn, en Mariehamn, para ver su atractivo muelle y asomarse a tiendas como Guldviva, especializada en broches, gemelos y corbatas de diseños inspirados en la fauna y flora de las islas. Salt, en una cabaña de madera, es una excelente tienda de artesanía local que vende artículos textiles y cerámica, platería y joyería, y también delicias gourmet de lo más original, como mermelada de bayas de espino amarillo.
No lejos, en Torggatan, se alza una encantadora casa vieja de madera con originales tiendas en cada una de sus estancias. Uno no sabe qué puede encontrar en Viktor Crafts & Designs, en cuyos estantes se muestra el trabajo de una veintena de artesanos locales. El estudio de diseño y boutique Labelled vende ropa hecha con tejidos reciclados, y la asociación de artistas Alands Slöjd & Konsthantverk gestiona una galería (escaleras arriba) donde se presentan exposiciones temporales con las obras de sus miembros.
Ningún fotógrafo nostálgico debería perderse la gigantesca colección de equipo audiovisual del Alands Fotografiska Museum, provisto del que quizá sea el mayor despliegue de accesorios de cámaras del mundo. Repartido por las salas de una antigua escuela, este fabuloso museo es un inesperado descubrimiento con armarios en los que se conservan más de 16.000 piezas de parafernalia audiovisual que documentan la historia de la máquina fotográfica, desde la década de 1830 hasta la actualidad. Hay equipos de vídeo y grabación de sonido traídos de diferentes rincones del planeta: tocadiscos, televisores y salas oscuras, cartuchos de ocho pistas, walkmans y mucho más. Exhibido en los estantes de una antigua farmacia, el fotoperiodismo y el arte son también polaroids de Mickey Mouse y las Spice Girls, las cámaras de usar y tirar, carretes o los productos químicos utilizados en el revelado o el polvo empleado a modo de flash.
Dirigido con mimo por Olle y Benita Strömberg, el museo está organizado a partir de la colección privada de la pareja, con algunas secciones muy personales. Su café, al estilo de una sala de estar, es toda una invitación a charlar con la pareja.
Hervidero gastronómico
Aunque parezca increíble, Fasta Aland puede invitarnos a una ruta de sabores. Las islas presumen de una gastronomía interesante gracias a los ingredientes locales (desde pescado y marisco a productos forestales) y del talento de sus creativos chefs.
Para probarlos, se puede hacer un curso acelerado sobre los productos de la tierra en Smakbyn, un espacio culinario con una tienda agrícola, cursos de cocina, panadería e incluso destilería. Su principal baza es su restaurante con cocina al aire libre, de cuyos fogones salen mágicas creaciones elaboradas con productos ecológicos de temporada y otros básicos, como el svartbröd casero (el pan oscuro local que tarda cuatro días en prepararse). Aunque la carta siempre cambia, no suelen faltar los deliciosos filetes de perca ni los ricos sándwiches de carne.
Pero el gran plato local de las Islas Aland es la Alandspannkaka (tortilla de las Aland). Horneada, aunque se come fría o caliente, no es una tortita cualquiera: es esponjosa, se sirve como un trozo de tarta, y lleva semolina y una pizca de cardamomo. Suelen acompañarse de ciruelas hervidas o mermelada de frambuesa y nata montada (en las Aland, snömos o “puré de nieve”). Es muy típica como postre o para la merienda en casi todos los cafés y restaurantes del archipiélago. Y si coincidimos con el Día de la Autonomía de las Aland (9 de junio), podremos probarla en la plaza mayor de Mariehamn, donde la sirven para todos los vecinos y visitantes.
Pero tampoco hay que menospreciar la “pizza” isleña. El chef estrella Michael Björklund del restaurante Smakbyn es la mente detrás del Pub Niska y su deliciosa platbröd (pizza estilo Aland), entre cuyos tentadores ingredientes se incluyen salmón ahumado en frío, crema de rábano picante y queso isleño. El barrio marinero es donde mejor preparan estas crujientes creaciones y si lo hacemos en el Soltuna, el restaurante más alto de las Aland disfrutaremos además de unas vistas impecables.
Vida cervecera, champán naufragado y otros elixires
La cerveza artesana local es un resumen de las esencias del archipiélago y se pueden encontrar desde elegantes rubias con reminiscencias de fruta y brisa marina, a variedades inspiradas en las tradiciones vikingas.
La ilustre Cervecería Stalhagen de Finström, puede presumir de ser uno de los gastropubs más bonitos del mundo, con vistas a un idílico lago. Lo mejor es pedir una selección de cervezas, acompañada de reconfortante comida (todo a precio razonable), para tomarlas escuchando una sesión musical improvisada en la terraza. Sirven desde clásicas (pale ale o negra, a cervezas de sabores (ale de arándanos o negra de frambuesa).
Abierta en el 2016, la Open Water Brewery es una incorporación más reciente, conocida por sus contundentes rubias, su hidromiel y sus singulares ales. Tras pedir algo en la barra, hay que preguntar si es posible hacer un tour.
El champán en la isla tiene su propia historia. En el 2010 los buzos que exploraban un barco hundido en la década de 1840 frente a Föglö hallaron 162 botellas de champán, las más antiguas conocidas. Dos de ellas se subastaron en el 2011 por la bonita suma de 54 000 euros; pueden verse otro par de botellas en el Museo de historia de Åland, junto con otros objetos y una maqueta del desafortunado barco.
Los buzos también rescataron cinco botellas de cerveza con tapón de corcho. El Centro de Investigación Técnica de Finlandia (VTT) analizó el contenido, cuya receta original reprodujeron los maestros cerveceros de la cervecería Stallhagen. El resultado fue una ale ligera pero refrescante, que se puede catar en esa cervecería.
Pero no solo de cerveza y de viejo champán viven los finlandeses de Aland. En una tierra fértil y de clima suave como esta, se dan abundantes cosechas de frutas. Y en Amalias Limonadfabrik, en Lemland, se puede probar todo un despliegue de deliciosas bebidas ecológicas con gas, elaboradas artesanalmente. De ruibarbo a saúco en primavera, de arándano rojo a fresa en verano, de arándanos a moras en otoño, y de manzana al vino caliente con canela en invierno, su decena de sabores cambia cada estación. Las limonadas, preparadas con contados ingredientes siguiendo técnicas tradicionales, pueden saborearse en cócteles en restaurantes de la región, como el Smakbnn.
Una fortaleza en ruinas
En la actualidad, las Aland son un archipiélago tranquilo y desmilitarizado, pero hasta no hace mucho, eran un punto estratégico en las relaciones geopolíticas de Suecia, Finlandia y Rusia. Fueron frecuentemente invadidas por Rusia, de la que fueron su avanzada más occidental.
Hoy quedan vestigios del control ruso, por ejemplo en los maltrechos restos de la fortaleza rusa de Bonarsund, un enorme complejo militar, construido con ladrillo y reforzado con llamativos bloques octogonales, que encierra una guarnición protegida por murallas que debía contar con 15 torres fortificadas.
Tras la guerra de 1808-1809, Rusia empezó a levantar la que sería su defensa militar más occidental e importante contra los suecos. La fortaleza seguía sin acabarse durante la Guerra de Crimea de 1854, cuando, tras cuatro días de intensos bombardeos por parte de la armada francobritánica, los rusos terminaron rindiéndose.
En Huvudfästet (fuerte principal) solo llegaron a terminarse tres torres. Hoy resulta un espectáculo impresionante, sobre todo la torre de Brännklint, cuyos muros están desfigurados por los cañonazos recibidos. También son dignos de ver los cimientos de la ciudad-cuartel de Nya Skarpans, así como el mirador de Notvikstornet y sus cañones apuntando al mar.
Prästö, cruzando el puente, contaba con un hospital militar y varios cementerios para los prisioneros de guerra griegos ortodoxos, judíos, musulmanes y cristianos. La colosal construcción reunió a albañiles, artesanos y soldados llegados de todos los confines del Imperio ruso.
Las otras islas en torno a Fasta Aland
Quienes busquen algo menos convencional deberán embarcarse en un viaje por las recónditas islas exteriores, es decir, los islotes de granito esparcidos por el mar del archipiélago, entre Fasta y Finlandia. Son seis municipios formados por diminutas islas que superan en número a los habitantes.
Estas islas, tapizadas de bosques de abedules y conectadas por ferris (además de algún que otro puente), están atravesadas por carreteras llenas de curvas, rutas ciclistas y de senderismo, y un sinfín de canales, y merecen ser exploradas.
Los miles de islotes de que constan se dividen en dos grupos geográficos, atendidos por dos líneas de ferris distintas. El Archipiélago norte incluye Kumlinge, Lappi, Brändö y Jurmo; el sur, Föglö, Sottunga y Kölkar. Cada uno tiene su particularidad: Brändö en realidad tiene más islas (1180) que habitantes (500); Föglö es el mayor municipio del archipiélago, en el que viven más funcionarios que agricultores. Kökar es una isla rocosa de agradable aire inhóspito, pendida del extremo sur del archipiélago. Kumlinge apenas recibe visitantes, pero es muy querida por sus apacibles bosques y sendas poco transitadas. Y en Vardö, la “isla de los guardianes”, en su colina más alta se encendían hogueras que avisaban ante posibles amenazas.
Son islas muy esparcidas y remotas, pero llevan mucho tiempo pobladas. En la Edad de Bronce, sus estériles paisajes atraían a cazadores de focas y a comerciantes hanseáticos. Los asentamientos más tempranos se han hallado en Otterböte. Y, aunque apenas se conservan restos de su paso por las islas, existen tres iglesias medievales de piedra magníficamente preservadas.
No hay que perderse rincones como la Sankta Anna Kyrka, una bonita iglesia multicolor, escondida en un sendero de 2 kilómetros al norte de la isla de Kumlinge, con pinturas franciscanas de 500 años de antigüedad. O como la emblemática iglesia de Brändö, una belleza enjabelgada de 1898. En Kyrkvägen (Föglö), la Sankta María Magdalena Kyrka es neogótica pero su antecedente se erigió en el siglo XIV y todavía queda la nave del edificio primigenio. Está en una isla al sur del Degerby, unida por un puente y una bonita carretera.
La Sankta Anne Kyrka se yergue sobre las ruinas de un monasterio franciscano medieval en la isla de Hamnö, al oeste de Kökar. Su capilla y maltrechos muros son perfectos para un paseo vespertino. Su interior alberga una singular ofrenda votiva: un barco pirata turco.
Pescado fresquísimo en Björkör, veleros en Lappo y caminatas en Kumlinge
Para comer pescado fresco de verdad, hay que poner rumbo a la isla de Björkör, cerca del puerto de Degerby, uno de los mejores sitios de las Aland para la pesca con caña de salmones y percas. Tras contemplar los veleros tal vez sea momento de echarse a la mar.
En el Museo del Archipiélago, en Lappo, a 2 horas de ferri de Fasta Aland, hay una impresionante colección de embarcaciones de madera de toda clase y tamaños, botes de remos, pesqueros e incluso uno de los últimos ejemplares de storbat (barco nórdico tradicional).
Fondeado en la cercana Nagu desde el 2017, el Storbat Tacksamheten es una preciosidad de velas rojas que, pese a haber sido construida con métodos y materiales tradicionales, incorpora moderna tecnología sostenible. La temporada de navegación va de mayo a octubre.
Kumlinge, a dos horas y media por carretera (travesía en ferri incluida) de Fasta Aland, es una de las islas menos visitadas de las Aland, pero tiene unos magníficos senderos. El mejor de todos, entre el mar y los bosques, es la Kumlinge-attan, una ruta circular costera en forma de ocho que discurre por el corazón de la isla. Son 12 kilómetros perfectamente señalizados que cubren los principales reclamos históricos, y nos permiten ascender entre rocas, otear el mar y ver fauna sin toparnos con un alma. Y por el camino, encontramos la Kumlinge Apotek, una bonita farmacia centenaria, o el Svala, un antiguo “hospital rural” convertido en hotel-boutique. De camino se pasará junto a bucólicas casitas de campo y a medida que uno se adentre en el bosque, deberá abrir bien los ojos para ver aves y demás fauna. El final son las rocas por las que treparemos para disfrutar de un picnic junto al mar.
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