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El bosque de arte Khao Yai, un destino desconocido a explorar en Tailandia

Este lugar dedicado al arte contemporáneo, y recién abierto en el noreste del país, quiere contribuir a que esta zona sea conocida y se convierta en un epicentro cultural. Aquí se pueden encontrar obras reconocidas de Louise Bourgeois y Fujiko Nakaya

Instalación de la proyección de 'Two Planets Series', en el bosque de arte Khao Yai.Andrea Rossetti (KHAO YAI ART)

“Me siento como un Fitzcarraldo en medio de la jungla”, dice Stefano Rabolli Pansera, director de Khao Yai Art Forest, el sorprendente bosque habitado por obras de arte contemporáneo al noreste de Tailandia. La alusión a la película de Werner Herzog, centrada en un amante de la ópera obsesionado con levantar un teatro en pleno Amazonas, se entiende al descubrir algunas de las obras que Rabolli ha seleccionado para el bosque, situado junto al parque nacional más famoso del país asiático. Hasta allí ha transportado Mamá, de Louise Bourgeois, una de las esculturas de bronce más grandes del mundo. También ha hecho viajar a la artista japonesa Fujiko Nakaya, de 91 años, para que bañe sus colinas con el vapor artificial de su performance Bosque de niebla. Y prevé iluminar parte del recinto con luz solar, en plena noche y con ayuda de un satélite. Parece un delirio, pero es el empeño de Tailandia por ganarse un hueco entre los viajeros interesados en el arte y la naturaleza.

Inaugurado el pasado 6 de febrero, el bosque del arte Khao Yai está 200 kilómetros al norte de Bangkok, y a 20 del primer parque nacional de Tailandia con el mismo nombre, que este 2025 conmemora el 20º aniversario de su declaración como patrimonio mundial de la Unesco. Detrás del proyecto se encuentra Marisa Chearavanont, filántropa, coleccionista de arte tailandesa-coreana y perteneciente a una de las familias más ricas del país y la cuarta de Asia, propietarios de Charoen Pokphand Group, la mayor empresa privada de Tailandia. Suyos son los 14.500 7-Eleven que brotan por cada esquina del país.

Chearavanont se ha encargado de la recuperación medioambiental de las 65 hectáreas del bosque, que el Gobierno entregó a los agricultores tras las inundaciones que sufrieron en los años setenta, y que dedicaron al mono-cultivo de tapioca y maíz. Esto dejó la zona sobreexplotada, huérfana de árboles centenarios que fueron talados y poblada de especies invasoras. El viajero podrá observar ahora el hábitat original, recuperado en colaboración con expertos en horticultura.

'Performance' 'Bosque de Niebla', de Fujiko Nakaya.Andrea Rossetti (Khao Yai Art)

Un bosque entre las nubes

Una de las mayores preocupaciones del proyecto ha sido su sostenibilidad. Así se aprecia en el Bosque de niebla, la instalación permanente que inunda de vapor tres hectáreas de terreno. Una escultura efímera que requiere de seis toneladas de agua y que genera Aquaria, una empresa de San Francisco especializada en crear agua a partir de la atmósfera que, de paso, humidifica la vegetación replantada. Este es, hasta la fecha, el Bosque de niebla de mayor extensión de la artista, que cuenta con otro a las faldas del Guggenheim de Bilbao. El visitante pasea por un terreno modificado para que el vapor, mecido por el viento, haga “visibles cosas invisibles e invisibilice las visibles”, como explica Nakaya, en referencia a las condiciones de viento, temperatura y otras fuerzas de la naturaleza que revela su poética performance. Cuenta con el apoyo del español Ángel Estévez, del prestigioso estudio de arquitectura de Atsushi Kitagawara.

El mismo interés por la naturaleza se observa en Mamá, una de las famosas arañas de bronce con las que Bourgeois rindió cuentas (no precisamente amistosas) con su madre y que podrá verse hasta el próximo mes de mayo. Es la primera vez que la escultura llega al sudeste asiático, y la primera que sus nueve metros de altura y el saco con 32 huevos de mármol que le acompañan se instala entre arrozales para ser cuidados por agricultores locales. “La araña representa los cuidados maternales y la reparación del daño”, dice Rabolli, comisario y exdirector en Londres de la galería Hauser & Wirth, sobre esta pieza, que aquí parece diluir su negatividad.

Parte de la instalación 'Nostalgia por la unidad' en el Khao Yai Art Forest. Samatcha Apaisuwan (KHAO YAI ART)

El bosque del arte se distancia de proyectos similares pero más vinculados al turismo, como el Château La Coste, en la Provenza francesa. Ha evitado la naturaleza apabullante del Instituto Inhotim, en Minas Gerais (Brasil), el mayor museo al aire libre del mundo. Y tampoco cuenta con arquitectos estrella como en Naoshima, la isla del arte de Japón. “Quisimos evitar el síndrome de Dubái: destinar todo el presupuesto a la arquitectura y relegar el contenido”, explica Rabolli, ganador de un León de Oro de la Bienal de Venecia por el pabellón de Angola en 2013.

Su propuesta artística es eminentemente intelectual y sorprende a quien, por ejemplo, se acerque al bar del bosque, obra de los artistas Michael Elmgreen e Ingar Dragset, dos urbanitas con nulo interés por la naturaleza. La pareja escandinava ha construido una coctelería al uso (K-BAR, en homenaje al pintor Martin Kippenberger) con una salvedad: solo abre un sábado al mes. “Cuando el visitante comienza a pensar que mataría por un Martini seco, descubre un bar que casi siempre está cerrado. La idea es confrontar su deseo con la frustración, lo que añade una nueva capa a lo que significa un bosque”, expone Rabolli.

'Mamá', escultura de Louise Bourgeois en el bosque de Khao Yai.Andrea Rossetti / The Easton Foundation (VAGA / ARS; NY)

Quienes visiten Khao Yai Art Forest podrán asombrarse próximamente con una idea igualmente rupturista: una segunda luna sobre el cielo, obra de Nicholas Amato, ingeniero de iluminación en películas de Hollywood. En colaboración con Orbital, empresa fabricante de satélites, ha desarrollado un proyecto para iluminar cinco minutos una zona en plena noche con la ayuda del reflejo de la luz solar.

El bosque, que muestra además obras del norteamericano Richard Long o el italiano Francesco Arena, incorporará, a principios de 2026, una pieza de la colombiana Delcy Morelos, fruto de un error. “Por indicación de un maestro de feng shui, excavamos ocho metros en busca de un lago. Pero ni rastro de agua. Aunque nuestro impulso fue cubrir el agujero, Morelos decidió construir un óvalo de madera alrededor del jardín de piedras surgidas de la excavación, para que fuese el arte el que se adapte a la naturaleza y no al revés”, cuenta Rabolli.

Louise Bourgeois en su estudio en Brooklyn, Nueva York, en 1993. Philipp Hugues Bonan (The Easton Foundation)

Khao Yai Art Forest quiere contribuir a que la región en la que se asienta, Nakhon Ratchasima, se convierta en el principal destino cultural de Tailandia. Es la puerta de entrada al noreste del país, hogar del tejido de seda tradicional, la música tradicional Molam y la cultura culinaria de Isaan. Una zona culturalmente rica, pero poco conocida. Eclipsada por destinos como Bangkok, espectaculares islas como Koh Samui o Phuket, Khao Yai es una joya por descubrir para el turista. No para los residentes, para quienes es un lugar codiciado como segunda residencia o escapada vacacional. Es también una de las regiones agrícolas más fértiles del sudeste asiático, famosa por sus granjas orgánicas, explotaciones lecheras y viñedos establecidos junto a restaurantes fieles a la política “de la granja a la mesa”. “Para los tailandeses, Khao Yai representa lo que para los neoyorquinos los Hamptons, la escapada perfecta para un fin de semana”, dice Chearavanont sobre esta zona, donde la imposibilidad de dedicarse todo el año a la agricultura facilitó que prosperara la artesanía local y una de las gastronomías tailandesas con mayor personalidad.

Leonardo Dicaprio ya estuvo aquí

La joya de la corona de la región es el parque nacional de Khao Yai, fundado en 1962 por Boonsong Lekagul —uno de los conservacionistas más famosos del siglo XX en Tailandia— y el tercero más grande del país: 2.168 kilómetros cuadrados, poblados por 3.000 especies de plantas, 320 de aves y 67 de mamíferos, como elefantes y osos negros asiáticos, gaures, gibones o sambares. Cuando los animales no son visibles desde zonas accesibles, las cascadas son su principal atractivo. Como Heo Narok, de 80 metros, o Haew Suwat, que popularizó Leonardo DiCaprio en La playa. Hasta ellas se accede a través de la jungla por 50 kilómetros de caminos o de rutas ciclistas. Su riqueza medioambiental, sin embargo, no le ha privado de la amenaza de la sobreexplotación, con críticas al Gobierno por conceder permisos de alojamiento dentro de la zona protegida.

Antigua imprenta en la que se ha instalado la sede de Kunsthalle Bangkok.Andrea Rossetti (KHAO YAI ART)

Al estilo de la colección de arte contemporáneo Dia Beacon, que tiene una sede en el barrio de Chelsea de Nueva York y otra a unos 80 minutos en tren desde Manhattan, Khao Yai Art Forest cuenta desde 2024 con una base en la capital, Kunsthalle Bangkok. “No queríamos limitarnos a abrir un museo en medio de la nada”, explica Rabolli. Está instalada en la antigua imprenta Thai Wattana Panich en el barrio de Chinatown, en un edificio víctima de un incendio en 2001. Desde su azotea, con unas impresionantes vistas, se observan los callejones en los que Wong Kar-wai rodó en los años noventa Deseando amar.

Rodeada de talleres y tiendas de recambios para vehículos, es un oasis en un barrio acostumbrado al arte de vanguardia. El próximo proyecto pasa por la gran pantalla de cine de su azotea, que recuperará con sombras chinescas la historia del barrio. Como ahora ha recuperado un pedazo de bosque en Khao Yai.

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