12 fotos

12 maravillas naturales de Chile

Desde los salares de Atacama hasta Puerto Williams, en los confines de Sudamérica, un recorrido por paisajes inverosímiles y naturaleza salvaje

Iconos del sur de Chile, los enormes monolitos graníticos del parque nacional Torres del Paine dominan el paisaje de uno de los parques nacionales más bonitos de Sudamérica. Se trata de una enorme extensión de naturaleza salvaje con infinidad de posibilidades para sumergirse en ella: desde senderismo sobre hielo en el glaciar Grey hasta una travesía en kayak por el río Serrano. También hay circuitos cómodos y asequibles para enfrentarse a una de las climatologías más locas de la Tierra: un mismo día puede alternar las cuatro estaciones del año, con tormentas y ráfagas de viento repentinas. Aquí cautiva la diversidad de paisajes: lagos de aguas azuladas, bosques color esmeralda y una enorme extensión glaciar: el Campo de Hielo Sur. Los guanacos deambulan por la estepa y los cóndores sobrevuelan los elevados picos. Las agencias de Puerto Natales ofrecen todo tipo de excursiones guiadas, pero los circuitos más demandados son el del Paine (circular, con nueve días de recorrido) y el W (cuatro-cinco jornadas), así llamado porque traza sobre el mapa la forma de esta letra.Getty images
Desde el parque nacional Torres del Paine hay quienes se animan a conocer las prósperas colonias de pingüinos de Magallanes que se concentran en el el Monumento Natural Los Pingüinos de isla Magdalena, accesible en ferri desde Punta Arenas, ubicada justo enfrente, al otro lado del estrecho de Magallanes. Cada año, de octubre a marzo, unas 60.000 parejas de pingüinos de Magallanes se congregan en la zona para el periodo de cría y esta excursión permite verlos deambular, proteger sus nidos y dirigir una mirada curiosa al viajero. De regreso a Punta Arenas, quedan muchas maravillas naturales por descubrir, como el parque del Estrecho de Magallanes, el Cabo Froward, el punto más al sur del continente, a 90 kilómetros al sur de Punta Arenas, o el desolado paisaje del parque nacional Pali Aike, entre rocas de lava de colores, cráteres y cuevas. Su nombre en tehuelche lo dice todo: tierra del diablo.Getty images
A 15 kilómetros de San Pedro de Atacama, en el extremo norte de la cordillera de la Sal y dentro de la Reserva Nacional Los Flamencos, se extienden las impresionantes formaciones rocosas del Valle de la luna, erosionadas durante millones de años por el agua y el viento, que se muestran ante el viajero como un sueño entre volcanes. Al atardecer, el paisaje desértico se tiñe con un espectáculo cromático que va desde intensos tonos púrpuras hasta dorados, rosados y amarillos. Es el circuito de un día más popular y barato desde San Pedro, pero para evitar las docenas de furgonetas turísticas que se agolpan en la ruta conviene madrugar y llegar al amanecer. Otra opción es recorrer el desértico valle en bici de montaña, aunque siempre por las carreteras y pistas marcadas y con luces y reflectores si nos quedamos hasta la puesta de sol.Kerrick James (Getty images)
Para contemplar los cráteres, fumarolas y géiseres de El Tatio, a 95 kilómetros al norte de San Pedro de Atacama, hay que abrigarse bien y recorrerlo al amanecer, cuando los chorros de vapor blanco silban y retumban a nuestro alrededor mientras el sol se va elevando sobre los volcanes y picos andinos circundantes (de hasta 4.300 metros de altura), pintando todo de rojos, violetas, verdes, amarillos y azules. Es como caminar por un gigantesco baño de vapor alimentado por 64 borboteantes géiseres. Eso sí, hay que andar con cuidado: si la corteza de tierra es muy fina se puede caer a piscinas subterráneas de agua hirviendo. También conviene vestirse con varias capas de ropa: al alba, el frío es intenso, pero al regresar pasaremos calor dentro del vehículo. La explotación de este espacio natural se cedió a los indígenas atacameños en 2004 y hay que pagar una tasa de entrada al llegar. Si se accede desde Calama, se puede regresar por los pintorescos pueblos de Caspana y Chiu Chiu.Martinelli (Getty images)
Puerto Williams es el punto más meridional de Sudamérica. Un pueblo grande donde la naturaleza salvaje se vuelve protagonista. La primera aventura es llegar hasta aquí, cruzando el canal Beagle. Después, las emociones continúan, por ejemplo, en una excursión a la Isla Navarino, al sur de Ushuaia, al otro lado del canal: una tierra casi deshabitada donde se suceden turberas, bosques de hayas meridionales y unas agujas dentadas de roca conocidas como los Dientes de Navarino. Una famosa ruta de senderismo serpentea entre ellos durante 53 kilómetros, recorriendo un espectacular paisaje de rocas desnudas y lagos apartados. Es aconsejable solo para senderistas experimentados: requiere al menos cuatro días durante el verano austral (relativamente seco), la señalización es mínima y saber manejar un GPS con mapas resulta imprescindible.Tonywestphoto (Getty images)
Durante un siglo, el norte de Patagonia chilena fue la región más agreste y remota del Chile continental. Pero pese a su dureza, es tierra de bellos paisajes (frondosos bosques húmedos y pinos inexpugnables) y su esencia es el agua: ríos cristalinos y cascadas, lagos color turquesa, glaciares y laberínticos fiordos. Una de sus joyas es el parque nacional Patagonia, que permite recorrer su gran diversidad de fauna. Accesible desde Cochrane (a 18 kilómetros), esta estancia dedicada al pastoreo excesivo cambió de uso gracias a la Tompkins Conservation, fundada por el empresario estadounidense Douglas Tompkins, que inició su restauración en 2004 hasta convertirla en un reserva modélica que acoge a miles de guanacos, una importante población de huemules (cérvido en peligro de extinción), flamencos, pumas, vizcachas y zorros. Incluso se está reintroduciendo el ñandú, especie emparentada con el avestruz, casi extinta. El parque se extiende 690 kilómetros cuadrados por el Valle Chacabuco, desde el río Baker hasta la frontera argentina, y cuenta con rutas senderistas inolvidables como la que asciende a las Lagunas Altas o la ruta circular del Lago Chico.Tompkins Conservation
Aunque catalogarla de carretera es exagerar un poco (la mitad de la ruta no está asfaltada y puede encontrarse en malas condiciones), este ‘roadtrip’ recorre los paisajes más extremos del país: 1.240 kilómetros que atraviesan bosques, glaciares, granjas de pioneros y ríos color turquesa. Y todo ello, a las orillas de un encabritado Pacífico. Creada en la década de 1980 en un intento por comunicar las zonas más aisladas de Chile, su construcción llevó más de 20 años y nunca ha sido tan accesible como ahora, conectada con un ferri a Puerto Natales. Eso sí, no es una carretera para todos: hay que planificar bien el viaje y ser muy prudentes. Por ejemplo, obliga a llevar suficientes provisiones desde el inicio y tener en cuenta que, debido a su aislamiento, la región que atravesamos no es barata.Getty images
El sur de Chile empieza en el Sur Chico, en la región de La Araucanía, donde volcanes coronados de nieve, lagos, ríos impetuosos y glaciares conforman el territorio de los mapuches, que acoge hasta siete reservas nacionales, entre las que destaca el parque nacional Conguillío y su volcán Llaima (3.125 metros), uno de los más activos del país y del que los araucanos afirman que es un espíritu vivo. A pesar de la actividad del Llaima es posible recorrer el parque, creado en 1950 para proteger sus características araucarias y 608 kilómetros cuadrados de lagos alpinos, profundos cañones y bosques autóctonos. El magma acumulado durante años dibuja un paisaje casi lunar, muy impactante, sobre todo a finales de abril, cuando llega el otoño austral y sus colores. Más allá de los parques principales conviene no perderse la reserva Malalcahuello-Nalcas, uno de los paisajes más espectaculares del Sur Chico. Un panorama desértico de carbón, cenizas y arena en el que destaca el cráter Navidad y los volcanes Tolhuaca y Callaqui en la distancia.Craig Neethling (Getty images)
Además de contemplar su paisaje de lagos glaciares color turquesa (Llanquihue, Puyehue, Todos los Santos), la región chilena de Los Lagos invita a visitar poblaciones encantadoras como Frutillar (primera Ciudad Creativa de la Música de la Unesco en Chile), o recorrer el parque nacional Huerquehue. La mayoría de visitantes se concentra en Puerto Varas, punto de partida de la mayoría de atracciones al aire libre en la zona, y en Puyehue hay una estación de esquí y varios ‘resorts’ de aguas termales. Pero hay lugares igualmente encantadores y menos visitados, como Puerto Octay, a orillas del lago Llanquihue, con restos arquitectónicos de los emigrantes alemanes que se asentaron aquí a principios del siglo XIX —por algo se celebra cada año su href=" https://oktoberfestpuertooctay.cl/" target="_blank">Oktoberfest—. El valle del río Cochamó, reclamo para escaladores, es conocido como el Yosemite chileno, cubierto de alerces.Dora Dalton (Getty images)
Las capitales surferas de la costa norte de Chile, Iquique y Arica, son famosas por sus olas enormes, huecas y casi siempre de izquierda. Sobre todo en julio y agosto, cuando los surfistas expertos las invaden. Iquique, a 1.853 kilómetros al norte de Santiago de Chile, está encajonada entre el Pacífico y la cordillera de la Costa, que se alza abrupta a sus espaldas hasta los 600 metros de altura. Ocupa una franja litoral con forma de media luna y, además de un lujoso casino y un paseo marítimo entarimado, conserva edificios de estilo georgiano que recuerdan la época de auge de la minería en el siglo XIX. La ciudad tiene otro privilegio: una exención fiscal que explica su boyante actividad comercial. Arica, 315 kilómetros más al norte, es una ciudad con gran ritmo vital, cálida y soleada todo el año, con un bonito paseo peatonal para contemplar el atardecer y playas de color azúcar moreno. Aunque son muchos los surfistas que prefieren las olas de Las Machas, El Gringo y El Buey, en la isla Alacrán, rompiente con fondo de roca solo para expertos. La cercanía del parque nacional Lauca y del valle de Azapa, donde se encuentran algunas de las momias más antiguas del mundo, invita a quedarse unos días más.Jose Luis Stephens (Getty images)
Poco visitada y de difícil acceso, la isla Robinson Crusoe, en el archipiélago Juan Fernández, es uno de los lugares más inesperados de Chile. Piratas, naufragios, prisioneros políticos y (quien sabe) tesoros enterrados forman parte de su historia. Y es que por aquí pasó Alexander Selkirk, el náufrago que inspiró a Daniel Defoe el personaje de Robinson Crusoe, y también fue escala de piratas durante los siglos XVII y XVIII. El archipiélago cuenta con tres islas volcánicas principales –Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk y Santa Clara– que apuestan por un turismo sostenible a pequeña escala, atraído por las fantásticas excursiones, cenas a base de langosta, la pesca y el buceo con tubo entre lobos marinos.Jeremy Richards (Getty images)
La Isla de Pascua (Rapa Nui) es uno de los destinos más famosos y enigmáticos del mundo y también la isla habitada más lejana de tierra firme del mundo. Los enigmáticos moáis, grandes esculturas antropomórficas de toba volcánica, son su símbolo más característico, dispersos por toda la isla y colocados (en algún caso) sobre plataformas de piedra, en un escenario sobrenatural. Se cree que representan a los antepasados de los clanes, pero la gran pregunta sigue sin respuesta: ¿cómo se trasladaron estos gigantes desde el lugar donde fueron esculpidos hasta las plataformas donde se ubicaron? El debate entre especialistas continúa y mientras tanto siguen recibiendo visitantes, aunque su lejanía hace que la isla siga siendo un destino de ecoturismo en estado puro, pequeño y agradable; perfecto para ser recorrido a pie, en bicicleta o a caballo.Slavado (Getty images)