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Mosquirix, la nueva aliada contra la malaria entra en acción

La inmunización contra el paludismo será introducida de forma masiva en África a partir de este 2022 tras la recomendación de la OMS. Pero el camino es largo; no ha hecho más que empezar

En Kenia, un 70% de la población está en riesgo de padecer malaria, según la última encuesta nacional sobre la enfermedad, de 2020. Musitinyi, una localidad rural de casi 7.200 habitantes al oeste de Kenia, cerca del lago Victoria, es endémica, por eso fue escogida para introducir a modo de prueba la vacuna RTS,S o Mosquirix, por su nombre comercial, en septiembre de 2019.Brian Otieno (Fondo Mundial)
En el dispensario de Musitinyi, 33 bebés han completado la pauta de vacunación de cuatro dosis de la inmunización contra la malaria, según consta en sus libros de registro. A pesar de ser un número bajo, ya están notando los efectos positivos en la bajada de la incidencia de la enfermedad.Brian Otieno (Fondo Mundial)
La Organización Mundial de la Salud recomendó el pasado octubre la administración de Mosquirix a gran escala en niños africanos y la Alianza Global para las Vacunaciones (Gavi) anunció una inversión de casi 138 millones de euros para implementarla en seis países del continente entre 2022 y 2025. Solo en 2019, la malaria mató a más de 260.000 niños en África y a más de 400.000 en todo el mundo.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Caroline Ong’ayo Olustili es una agente de salud comunitaria de la clínica de Musitinyi. Su rutina consiste en visitar a las familias de la zona, les hace test si presentan síntomas de malaria, les suministra los medicamentos si dan positivo o les refiere al doctor si están graves o no tiene el tratamiento. Por esta labor, recibe un pequeño estipendio de la ONG médica Amref.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Caroline Ong'ayo Olustili charla con Humphrey Joseck y su mujer, Linet Aduvukha, en una visita rutinaria en su vivienda para conocer cómo evoluciona el menor de sus hijos, de ocho años, que recientemente había caído enfermo de malaria. El chico, tras tres días de tratamiento, ha regresado al colegio, confirman los padres.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Margret Ayuma tiene un año y medio, y es una de las bebés que han sido inmunizadas contra la malaria desde que en septiembre de 2019 se introdujo la vacuna RTS,S o Mosquirix en Musitinyi. Su madre, Julia Kulema, de 40 años, conoce bien los estragos del paludismo. “Te duele mucho todo el cuerpo”, describe.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Con plena confianza en Ong’ayo y sus consejos, Kulema asegura que duermen bajo la nueva red que les entregó hace un par de meses, ahora que la voluntaria ha podido retomar su actividad, interrumpida por la pandemia, y que el país ha recibido suministros. El paludismo está causado por un parásito transmitido por la picadura del mosquito hembra del género 'Anopheles'.Brian Otieno (Fondo Mundial)
La niña ha recibido tres de los cuatro pinchazos para completar la pauta, que tiene una eficacia parcial: alrededor del 36% en niños a partir de los cinco meses de vida. Su madre muestra orgullosa la cartilla que prueba lo disciplinada que ha sido con las vacunas de su pequeña. “No quero que pase por lo mismo”. Para la cuarta dosis todavía faltan unos meses, pues se inocula a los 24. La madre tendrá que permanecer hasta entonces en el pueblo, donde está el dispensario en el que inmunizan a Margret.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Para prevenir la malaria, Kulema también cierra puertas y ventanas antes del atardecer y mantiene limpio de maleza el terreno alrededor de su vivienda. Y no dudó cuando Ong’ayo le habló de la posibilidad de inmunizar a su pequeña. “Estoy agradecida de haber accedido a la vacuna”, dice tímida la madre, conocedora de que su niña ha sido de las primeras del planeta en recibirla.Brian Otieno (Fondo Mundial)
Antes de generalizar la vacuna, la población tiene que confiar en la seguridad y el beneficio de la misma. Las agentes de salud comunitaria, voluntarias ―casi siempre son mujeres― que reciben un pequeño estipendio de ONG o los Gobiernos por hacer seguimiento de la salud de los vecinos en zonas rurales, serán fundamentales en este capítulo.

Estas figuras son comunes en África subsahariana, donde gran parte de la población vive lejos de los centros de atención primaria. Las voluntarias son formadas en determinadas dolencias, salud sexual y reproductiva o nutrición, para hacer la labor de campo. Y a ellas les corresponderá, como hizo Ong’ayo, explicar a las familias con niños pequeños por qué la malaria les pone en mayor peligro, cómo puede contribuir la inmunización a evitar la infección y, muy importante, que mantengan hábitos como dormir bajo mosquiteras, cerrar las casas antes del atardecer y desbrozar sus terrenos.

Brian Otieno (Fondo Mundial)