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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Una vacuna contra la próxima pandemia

La cumbre de la UE para la financiación de la vacuna covid-19 puede apuntalar un nuevo modelo de cooperación internacional para la salud global. España debe apoyarlo de forma decidida

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.Etienne Ansotte/COMISIÓN EUROPEA

Durante los próximos meses, España y los demás miembros de la comunidad internacional deberán hacer frente a un triple desafío en su lucha contra la covid-19: el desarrollo de una o varias vacunas eficaces; la producción, comercialización y distribución de estas vacunas una vez las tengamos; y la financiación de todo el proceso en un contexto de cataclismo económico.

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En circunstancias normales, el desarrollo de vacunas es un proceso largo, costoso y arriesgado. Esas dificultades se multiplican cuando se trata de una carrera contra el tiempo, como es este caso. Aunque la pandemia ha desencadenado un esfuerzo de colaboración sin precedentes y acelerado todos los procedimientos habituales, solo un puñado de las más de 70 vacunas candidatas que se están investigando ahora llegará finalmente al mercado.

A las dificultades científicas se añaden además las limitaciones de un sistema de innovación y comercialización de medicamentos que establece diferencias fundamentales entre pacientes ricos y pobres. El precio de las vacunas, así como el coste y las dificultades logísticas de su distribución, constituyen barreras insalvables para millones de personas en decenas de países. Una parte considerable de los 5,3 millones de niños menores de cinco años que murieron en 2018 se podrían haber salvado con un simple programa rutinario de inmunización.

Esta es la importancia de la cumbre que celebra hoy la UE a propuesta de la Comisión Europea y con el apoyo de fundaciones privadas como Gates y Wellcome Trust. Su propósito es garantizar la financiación de dos iniciativas internacionales claves: la Coalición para la innovación en la preparación ante epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) y la Alianza Global para la vacunación (GAVI, por sus siglas en inglés). La primera ha hecho un llamamiento de financiación de 2.000 millones de dólares para en un marco temporal de entre 12 y 18 meses, el tiempo en el que esperan haber desarrollado una vacuna. Este dinero se invertirá en ampliar el número de candidatas y financiar los ensayos clínicos.

El precio de las vacunas, así como el coste y las dificultades logísticas de su distribución, constituyen barreras insalvables para millones de personas en decenas de países

En el caso de GAVI, el propósito no es solo asegurarse de que la vacuna llegue a todas partes y a precios accesibles para los sistemas de salud de los países pobres. Se trata también de desplegar una respuesta inmediata a la pandemia para asegurar que se mantienen y extienden los programas de inmunización frente a otras enfermedades mortales, evitando lo que su director ejecutivo ha descrito como “una decisión diabólica”.

El éxito de estas dos organizaciones es una de las pocas posibilidades de que esta vacuna llegue en tiempo récord y sea de acceso universal y asequible, incluyendo a los países de renta media y baja. Esa es la razón por la que donantes como España deben apoyarlo de forma decidida. Para ello puede echar mano de un mecanismo innovador de financiación denominado Facilidad Financiera para la Inmunización (IFFIm, por sus siglas en inglés), mediante el que los donantes hacen compromisos vinculantes a largo plazo, pero evitan los desembolsos inmediatos. Eso permitiría sortear las dificultades de liquidez sin arriesgar el propósito común. Desde su creación y hasta 2019, esta herramienta ha permitido a GAVI canalizar más de 2.600 millones de dólares a 71 países en desarrollo.

La contribución sustancial a este esfuerzo ofrece a España una oportunidad adicional, como explica ISGlobal en una nota publicada con motivo de la cumbre: incorporarse al grupo de países que liderarán la respuesta internacional a la pandemia y la conformación de un nuevo sistema de salud global. La covid-19 nos ha hecho conscientes de hasta qué punto el bienestar y la seguridad propios dependen de los ajenos. Garantizarlos supone reconsiderar modelos de inversión, innovación y gobernanza que hoy responden a los intereses de una parte y excluyen a la mitad de la humanidad. Esa será la mejor vacuna contra la próxima pandemia.

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