Columna

Recuerdos del futuro

No permitamos que el miedo al virus mine uno de los pilares de la democracia

Un hombre teletrabaja desde su casa.PACO PUENTES

Hace poco cayó en mis manos un libro de título sugerente: Recuerdos del futuro (1968). Una de las obras más frikis que he leído nunca. Su autor, Erich von Däniken, pretende demostrar, con nulo rigor científico, que el ser humano evolucionó gracias a las visitas interestelares de seres de otros planetas. La prueba está, según él, en las representaciones de astronautas y naves espaciales en pinturas y esculturas de eras prehistóricas y premodernas. Resulta que Von Däniken es un charlatán y estafador suizo que ha vendido más de 65 millones de libros y ha popularizado en televisi...

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Hace poco cayó en mis manos un libro de título sugerente: Recuerdos del futuro (1968). Una de las obras más frikis que he leído nunca. Su autor, Erich von Däniken, pretende demostrar, con nulo rigor científico, que el ser humano evolucionó gracias a las visitas interestelares de seres de otros planetas. La prueba está, según él, en las representaciones de astronautas y naves espaciales en pinturas y esculturas de eras prehistóricas y premodernas. Resulta que Von Däniken es un charlatán y estafador suizo que ha vendido más de 65 millones de libros y ha popularizado en televisión y cine los llamados “alienígenas ancestrales”. ¿Cómo es posible que tanta gente en todo el mundo quiera creer ideas que la ciencia desmiente sin paliativos? Es la misma pregunta que se hacen hoy todos los que combaten las teorías de la conspiración, la desinformación y las seudociencias sobre el coronavirus. Aunque ahora lo que está en juego en nuestra salud. La “infodemia”, como la ha llamado la Organización Mundial de la Salud, alimenta la desconfianza y el miedo, genera alarma social, da alas a determinadas agendas políticas y agrava la confrontación geopolítica, como explica Carme Colomina, del CIDOB.

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Nunca son pocas las llamadas a la responsabilidad individual, al pensamiento crítico, a la necesidad de contrastar con fuentes fiables. La propia OMS ha creado una red para responder a los bulos y la desinformación y está trabajando con las plataformas tecnológicas para combatirlos. Los medios de verificación han proliferado. Pero la facilidad y la velocidad de transmisión que ofrecen las redes sociales, sobre todo las cerradas como WhatsApp, junto a la necesidad de reforzar las propias creencias, de identificar chivos expiatorios, hacen que se trate de un combate asimétrico. Un combate que no debe hacerse, nunca, a costa de limitar la libertad de expresión, como parecía insinuar recientemente una polémica pregunta de la encuesta del CIS. En España, por ejemplo, se ha alzado la voz contra la mala práctica de las ruedas de prensa con preguntas filtradas.

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Limitar la libertad de expresión amenaza especialmente a una prensa ya acorralada por múltiples crisis (económica, geopolítica, democrática, de confianza, tecnológica). “Muchas tendencias preocupantes se verán agravadas por el coronavirus”, afirmaba Rosa Meneses, de Reporteros sin Fronteras, en la presentación esta semana de su índice anual. Dispositivos de censura masivos (China, Irán), mayores restricciones al trabajo de los periodistas (Irak, Argelia), ataques directos a medios y profesionales por mandatarios políticos (Trump en Estados Unidos; Bolsonaro en Brasil), leyes abusivas con la excusa de frenar la desinformación (Hungría, Singapur). Contar con información puntual y contrastada es ahora más necesario que nunca. El periodismo es la mejor herramienta para combatir los bulos. No permitamos que el miedo al virus mine uno de los pilares de la democracia, que una prensa independiente llegue a ser un mero recuerdo del futuro. Cuídense mucho y quédense en casa.

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