Columna

Crisis y oportunidad para el autoritarismo

Es tiempo de fortalecer la democracia, y no de pervertirla

Un hombre interrogado por la policía en un puesto de control en Manila, Filipinas. MARK R. CRISTINO (EFE)

En el idioma chino, la palabra crisis se compone de dos caracteres, uno que representa peligro y el otro, oportunidad”. La célebre frase pronunciada por John Kennedy en 1959, que incita a reconocer los peligros y aprovechar las oportunidades en los momentos críticos, más allá de la incorrección de la traducción, mantiene su vigencia, y no necesariamente en el sentido originario. El huracán vírico está propiciando la oportunidad de consolidar tendencias ya en alza, como el autoritarismo. Más allá del torneo entre diferentes regímenes, encarnados en EE UU y China, la pugna tiene lugar en el seno...

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En el idioma chino, la palabra crisis se compone de dos caracteres, uno que representa peligro y el otro, oportunidad”. La célebre frase pronunciada por John Kennedy en 1959, que incita a reconocer los peligros y aprovechar las oportunidades en los momentos críticos, más allá de la incorrección de la traducción, mantiene su vigencia, y no necesariamente en el sentido originario. El huracán vírico está propiciando la oportunidad de consolidar tendencias ya en alza, como el autoritarismo. Más allá del torneo entre diferentes regímenes, encarnados en EE UU y China, la pugna tiene lugar en el seno de las democracias obligadas a decretar el estado de emergencia. Existe entonces el riesgo de que se utilice la autoridad discrecional concedida a los poderes ejecutivos para restringir derechos fundamentales y reforzar el poder en beneficio propio, consolidando una deriva autoritaria.

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Los ejemplos de esta autocratización de la democracia a manos de hombres fuertes no son pocos. En Hungría una nueva ley ha permitido al primer ministro, Viktor Orbán, gobernar indefinidamente por decreto con poderes extraordinarios. El Parlamento de Filipinas aprobó una legislación que concede a Rodrigo Duterte poderes casi ilimitados, hasta el punto de que el propio presidente ha ordenado a las fuerzas de seguridad disparar contra los que incumplan la cuarentena. Human Rights Watch ha expresado su preocupación por la utilización de las leyes de difamación para acabar con la crítica a la gestión del Gobierno y el bloqueo de cuentas de las redes sociales en Indonesia. La libertad de expresión, amenazada con el pretexto de combatir la desinformación, no escapa al ámbito de la oportunidad. En Tailandia, las autoridades han promulgado leyes antifake para suprimir las voces que cuestionan la actuación del Gobierno, y en más de un país, justo antes de anunciar el confinamiento, el presidente reunió a los directivos de los principales medios de comunicación para recomendarles que publicasen solo noticias positivas. En otro orden de cosas, el primer ministro paquistaní, Imran Khan, ha sucumbido a la presión de los islamistas permitiendo las concentraciones de fieles en las mezquitas, al contrario que los regímenes de Arabia Saudí e Irán, los cuales sí lograron prohibir las oraciones del viernes.

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“La democracia hoy”, comentaba recientemente Francis Fukuyama en diálogo con Gideon Rachman, “no muere por un gesto dramático, sino por mil pequeñas reducciones”. Donald Trump no amanece un día con el propósito de ser como Xi Jinping o Al Sisi en Egipto. Más bien se dirá a sí mismo, “aquí están estos malditos periodistas, tribunales y gobernadores demócratas, veamos cómo los debilito”. Dicho y hecho. Se abre, por lo tanto, una ventana de oportunidad para afianzar tendencias autoritarias. Frente a ello es preciso responder desde una sociedad civil vigilante, exigiendo transparencia y rendición de cuentas. Es tiempo de fortalecer la democracia, y no de pervertirla.

@evabor03

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