Columna

Sánchez o el ahorismo

Todo es posible, porque nuestro presidente en funciones se maneja con la lógica del prestidigitador

Pedro Sánchez en rueda de prensa en el Congreso tras firmar el principio de acuerdo con el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Jesús Hellín (Europa Press)

Pedro Sánchez escogió el eslogan más coherente de la campaña: “Ahora Gobierno. Ahora España”. Eso es exactamente lo que define a Pedro Sánchez: el ahorismo. Ahora España, o ahora no; ahora no Gobierno, o ahora sí. En su caso, nada es un proyecto con recorrido, nada es sólido. Cuando se le reprochan sus cambios radicales de criterio o sus bandazos inesperados, se ignora que es un ahorista fiel, un genuino ahorista. En el mercado ya han detectado desde tiempo atrás esa tendencia: la tendencia de ciertos consumidores a buscar una gratificación instantánea en función de novedades en tiempo real. E...

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Pedro Sánchez escogió el eslogan más coherente de la campaña: “Ahora Gobierno. Ahora España”. Eso es exactamente lo que define a Pedro Sánchez: el ahorismo. Ahora España, o ahora no; ahora no Gobierno, o ahora sí. En su caso, nada es un proyecto con recorrido, nada es sólido. Cuando se le reprochan sus cambios radicales de criterio o sus bandazos inesperados, se ignora que es un ahorista fiel, un genuino ahorista. En el mercado ya han detectado desde tiempo atrás esa tendencia: la tendencia de ciertos consumidores a buscar una gratificación instantánea en función de novedades en tiempo real. Eso es el ahorismo. Y lo que aflora en el mercado, acaba siempre proyectado en la política. Todos los dirigentes actuales son políticos líquidos con trayectorias volubles —Albert Rivera, de la socialdemocracia a disputar la derecha; Pablo Casado, del aznarismo al marianismo; Pablo Iglesias, de asaltar el cielo al BOE— pero solo Sánchez ha llevado la lógica ahorista al virtuosismo.

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Ahora no le cojo el teléfono a Torra. Ahora lo mismo sí. Ahora Iglesias es poco fiable. Ahora no. Ahora Cataluña es un problema de convivencia, ahora es un problema político. Ahora Podemos amenaza la estabilidad. Ahora no. Ahora recuperar el delito de convocatoria de referéndum. Ahora Teruel. Ahora Susana... Es algo a lo que va a haber que acostumbrarse porque la posibilidad de un mandato bajo la batuta ahorista es verosímil, ahora. ¿Relator? ¿Alquileres intervenidos? ¿Golpe a la concertada? Ahora… Desde la lógica de la vieja política —ahí está Felipe González, hijo de las grandes narrativas del siglo XX, o José María Aznar, con sus dogmatismos rocosos— esto desequilibra el sentido de la realidad. Pero el ahorismo es un fenómeno de estos tiempos líquidos. Por eso el pacto con Iglesias, aunque haya causado perplejidad, es Sánchez en estado puro. Después de negar a Iglesias… ¡ahora sí y en 24 horas! Es exactamente el mismo Sánchez que antes decía ¡ahora no! Esto es el ahorismo.

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¿Significa eso que está descartado un pacto con el PP? Pues ahora sí. Pero no hay que descartar otros ahoras, y mañana puede ser “ahora gran coalición” o “ahora Pacto de Estado”, aunque el PP tendría que dejar de hacerse trampas al solitario. Pero todo es posible porque Sánchez, en definitiva, se maneja con la lógica del prestidigitador: “Ahora lo ves, ahora no lo ves”. Una abstención de PP y Ciudadanos es lo que reclamaba en verano; ahora no. El mensaje de Ahora Gobierno ha empezado por abrazar —literalmente— aquello que había desdeñado durante seis meses, y no con sofisticados argumentos sino con mandobles gruesos hasta cuestionar que Iglesias defendiera la democracia, negar que con él pudiera haber un único Gobierno, dudar que fuera aceptable para Europa... Pero aquello era antes y ahora es ahora. De ahí que no haya una secuencia lógica y los procesos no sean predecibles. El aleteo de una mariposa en Barcelona puede provocar otro ahora. Sánchez no hay dos, como estableció Carmen Calvo, sino todos los Sánchez que puedan surgir en cada ahora.

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