Opinión

Repensemos nuestra forma de ser ciudadanos

Los desafíos y oportunidades de América Latina y el Caribe requieren una nueva vinculación entre los Gobiernos, el sector privado y la sociedad civil

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La sociedad civil está transitando un nuevo proceso de participación ciudadana, incentivada por contextos políticos, sociales y económicos altamente cambiantes. Al mismo tiempo, la alta velocidad y el bajo costo en el uso de las nuevas tecnologías han marcado un cambio dramático en los últimos 15 años. Hoy se googlean más de 40.000 preguntas por segundo, se comparten alrededor de 27 millones de imágenes, videos y audios por día, y también a diario, unos 4.000 millones de personas, más de la mitad de la humanidad, están conectándose a Internet. Estos cambios radicales amplifican y redefinen el papel de los ciudadanos, de las agrupaciones sociales, y de sus conexiones con Gobiernos y empresas.

El creciente acceso de la población a las tecnologías de comunicación, combinada con la penetración de las redes sociales en América Latina y el Caribe han dado luz a un proceso de desintermediación del vínculo entre la ciudadanía y los Gobiernos, cuyos efectos aún están por analizarse. Lo que sí sabemos es que este fenómeno no se detendrá, que el manejo de esta transición a un nuevo equilibrio demandará a las instituciones públicas, como la nuestra, de una gran adaptabilidad en sus formas de interlocución con la ciudadanía, y donde el concepto de cómo se organiza la propia sociedad civil en su credibilidad y transparencia para influenciar las agendas pública y privada, cambiará para siempre.

La tecnología potencia la fuerza de la opinión publica. Los nuevos movimientos sociales han extendido su esfera de acción tradicional, aportando elementos de influencia, y dando voz a representantes de nuevas comunidades e intereses. En el mejor de los casos, el debate político se ha enriquecido con ciudadanos tradicionalmente marginados de la esfera pública, que no contaban con un palco definido y que, gracias a las nuevas tecnologías, han convocado a cientos de miles de personas a apoyar sus causas. Por ejemplo, bajo la viralización del hashtag Ni una menos desde Argentina se brindó gran visibilidad al problema de los femicidios y, eventualmente, se dio impulso al debate legislativo e iniciativas de política pública para erradicar la violencia contra las mujeres.

En otros escenarios menos afortunados, la proliferación en pocos segundos de informaciones falsas también ha empujado desequilibrios e injusticias, imponiéndose la reflexión sobre los efectos colaterales de un mundo hiperconectado, sin los escrúpulos y garantías de calidad sobre lo que se crea o retrasmite.

Lo anterior llega también de la mano de factores regionales convergentes como una mayor madurez de los sistemas democráticos y la priorización de acciones de transparencia pública, registrándose una tendencia a institucionalizar la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones. La modernización y descentralización del Estado que vienen teniendo lugar desde los últimos 25 años habilitaron el camino para acercarlo a la ciudadanía y, a su vez, volverlo más abierto al escrutinio social. Lo anterior, sin perder de vista las cifras arrojadas en las últimas encuestas, que muestran que el 75% de los latinoamericanos y caribeños han perdido fe en sus gobernantes, un dato no menor teniendo en cuenta que la construcción de confianza representa la piedra angular para la buena gobernanza pública.

La clase media se duplicó en 10 años en América Latina. Estos ciudadanos están hoy mejor informados y posicionados para demandar más y mejores servicios

Otro de los factores que tuvo influencia en una participación ciudadana más contundente llegó a partir del crecimiento económico. Registrándose aún índices de pobreza en la región, la clase media duplicó su número en la última década alcanzando a 185 millones de personas. Estos ciudadanos están hoy mejor informados y posicionados para demandar más y mejores servicios. La reacción reciente a los escándalos de corrupción —provenientes del sector público y privado— y la exigencia de su investigación mayormente por parte de esa clase media, dan cuenta de nuevos escenarios que se están dando en la región.

América Latina y el Caribe están marcando la necesidad de reordenar el modo en el que pensamos nuestra forma de ser ciudadanos si queremos ser relevantes y estar a la altura de los tiempos desde la posición de actores en la que estemos llamados a cumplir un rol, —Gobiernos, sociedad civil, sector privado—.

Específicamente se requiere de una vinculación planificada para priorizar aquellas acciones que resulten eficaces para informar y captar tendencias y percepciones que mejoren la entrega de servicios públicos; dialogar en base a agendas que permitan construir puntos de avance común; participar en las oportunidades de consultas específicas para resolver temas puntuales; aprovechar espacios de colaboración para aportar soluciones que nos permitan mejorar la vida de la gente; generar alianzas que permitan movilizar recursos que solo pocos años atrás no podíamos ni concebir.

Desde el Grupo BID, aprendimos que la vinculación eficiente de los tres actores —Gobiernos, sociedad civil, y sector privado—, depende tanto de una mediación confiable como de una planificación eficiente que permita maximizar los recursos escasos que se disponen para hacer frente a los retos que se multiplican. También, somos conscientes que el desafío mayor en la relación de esos tres actores principales es la confianza, sin la cual ninguno de los cambios positivos que han tenido lugar podrán tener efectos duraderos.

Creo que la misión de instituciones como la nuestra, que han madurado una profunda experiencia, producto de muchos éxitos y algunos fracasos de los que hemos aprendido, es la de proveer una plataforma para esa construcción de confianza. Hemos avanzado exitosamente con los gobiernos en sus agendas de desarrollo; hemos sumado al sector privado en el esfuerzo de crear oportunidades de crecimiento en los países. Con la sociedad civil hemos crecido en experiencia, actualizando nuestros instrumentos internos y nuestro modo de trabajar para contar con una planificación estratégica adecuada en temas de inclusión ciudadana.

Como decimos internamente, para generar innovación, reducir la pobreza, promover crecimiento sostenible, es decir, para mejorar vidas, "tres son mejor que uno".

Alexandre Meira da Rosa es vicepresidente de Países del BID.

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