Un navajazo a traición

Ha tardado diez años en poner el punto final a su nueva novela negra , una obra que ya no podrá leer su amigo el librero Paco Camarasa

TE ESCRIBO para contarte que he terminado la novela. Esa por la que tantas veces te interesaste y de la que tanto hemos hablado.

Hoy han llegado los primeros ejemplares impresos a la editorial. He abierto uno y lo he olido, como hago siempre con los libros nuevos y, al hacerlo, me he acordado de ti y he viajado casi quince años atrás, al sábado en que llegué por primera vez a tu librería en Barcelona.

Recuerdo que en la calle habíais dispuesto varias mesas para que los autores firmasen sus libros. Dentro, Montse cocinaba mejillones a la bretona siguiendo la receta de Madame Maigr...

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TE ESCRIBO para contarte que he terminado la novela. Esa por la que tantas veces te interesaste y de la que tanto hemos hablado.

Hoy han llegado los primeros ejemplares impresos a la editorial. He abierto uno y lo he olido, como hago siempre con los libros nuevos y, al hacerlo, me he acordado de ti y he viajado casi quince años atrás, al sábado en que llegué por primera vez a tu librería en Barcelona.

Recuerdo que en la calle habíais dispuesto varias mesas para que los autores firmasen sus libros. Dentro, Montse cocinaba mejillones a la bretona siguiendo la receta de Madame Maigret. Me acercaste un vaso de vino y me contaste que aquella mañana habíais abierto albariño para que me sintiese en casa. Me presentaste a González Ledesma, que me hizo un hueco a su lado, y colocaste frente a mí una pila de libros. Mis libros.

Yo miraba asombrado a Ledesma y a la gente que llenaba la calle. Aún no sabía que Negra y Criminal no era una librería más, sino un lugar de peregrinación que aglutinaba gente de acentos distintos, como Compostela.

Tampoco sabía que aquel soñador de ojos miopes que se atropellaba al hablar tenía una visión enorme, ni que desde aquella librería abierta apenas unas horas cada día en la Barceloneta estabas levantando la trampilla del sótano donde alguien mantenía recluida a la literatura de género. Aquella mañana me abriste tu puerta y, aunque entonces yo no fui consciente, hoy sé que me estabas abriendo todas las puertas.

También me he acordado de los días que pasasteis Montse y tú en Vigo, y de lo feliz que fui enseñándoos mi ría y mi ciudad. Y del día, años más tarde, que me contaste que tendrías que cerrar Negra y Criminal porque la buena salud de la novela de género ya no hacía necesaria una librería especializada. Toda la savia que nos habías regalado a los demás había dejado seco tu proyecto.

Luego te pusiste enfermo, te recuperaste… La cosa aparentemente iba mejor cuando un día de abril amanecí con un mensaje de Andreu Martín: acabamos de quedarnos sin Paco Camarasa. Así, de repente, como un navajazo a traición.

Hoy me han preguntado si tenía algún compromiso, si había alguien a quien quisiera hacer llegar un ejemplar, y he desdoblado el papel donde había ido apuntando nombres mientras escribía, para no olvidarme de nadie cuando llegara el momento. He visto tu nombre y lo he tachado con lápiz, como tachaban los malos a Ikky Rosenstein en el cuento aquel de ­Raymond Chandler.

Luego he escrito a Montse para pedirle vuestra dirección y me ha contestado al momento diciéndome lo feliz que estarías y me ha recordado lo mucho que me has perseguido… Había gente delante y me he frotado los ojos, como si me picaran, para disimular.

Pues eso, querido Paco, que he terminado la novela que tenías tantas ganas de leer, y solo yo sé cuánto lamento haber llegado tarde.

Domingo Villar es autor de 'El último barco' (Siruela).

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