Análisis

¿Podemos predecir el futuro?

No siempre, pero en los demás casos es una práctica necesaria

Jack Kilby creó el primer microchip en 1958.Texas Instruments

¿Podemos predecir el futuro? El optimista pensará que sí y seguramente citará la ley de Moore: cada dos años se duplica la potencia de un chip. No es una ley en el sentido de la ley de la gravedad o de la relatividad general, que son las formas matemáticas en que se expresa la naturaleza. La ley de Moore es solo una observación empírica, solo que ha funcionado muy bien en los últimos cincuenta años. No tiene aspiraciones a seguir vigente mucho tiempo, para empezar porque la reducción del tamaño de un bit nunca podrá llegar más allá del tamaño de una molécula. Durante medio siglo, sin ...

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¿Podemos predecir el futuro? El optimista pensará que sí y seguramente citará la ley de Moore: cada dos años se duplica la potencia de un chip. No es una ley en el sentido de la ley de la gravedad o de la relatividad general, que son las formas matemáticas en que se expresa la naturaleza. La ley de Moore es solo una observación empírica, solo que ha funcionado muy bien en los últimos cincuenta años. No tiene aspiraciones a seguir vigente mucho tiempo, para empezar porque la reducción del tamaño de un bit nunca podrá llegar más allá del tamaño de una molécula. Durante medio siglo, sin embargo, ha predicho la realidad con una precisión notable. Quizá podamos, entonces, predecir el futuro, ¿no es así?

Por desgracia, en el otro lado de la balanza tenemos la gran crisis de las boñigas de 1894, una especie de cuento moral diseñado para martirizar a los profetas tecnológicos. El Times de Londres, dice la leyenda, publicó en ese año un artículo de impacto, que informaba de un atasco de excrementos de caballo en las calles de la metrópoli y predecía, haciendo una simple extrapolación, que "dentro de 50 años, todas las calles de Londres estarán enterradas bajo tres metros de boñigas". Me acuerdo de haberle leído esto a Carl Sagan cuando yo era una bolsa de granos, y me figuro que los cálculos serán correctos, ya que solo implican una regla de tres, pero lee en Materia la destrucción sistemática de ese mito. Ni en 1894 hubo una crisis de la boñiga en la ciudad del Támesis, ni el Times informó de ello ni predijo los estratos de boñigas para mediado el siglo XX. Un bluf, en la jerga.

Pero entonces, ¿podemos predecir el futuro o no? Ese es el tema de fondo del artículo, aunque mi amigo Manuel Ansede no haya podido resistirse a titular por el tema excrementicio. Esa es seguramente, por otro lado, la razón por la tú lo has leído, ¿no? Pero la predicción del futuro a corto y medio es fundamental para que la gente y las empresas planifiquen su vida y sus inversiones. Por supuesto, ningún periódico tituló en 1900 "Ya solo faltan cinco años para que se descubra la relatividad", como escribió el matemático John Allen Paulos. Las verdaderas novedades son por definición las que no ha previsto nadie, las que no han descontado los mercados, las que nos caen encima como el maná o la ira de Zeus. Pero esos saltos conceptuales son muy raros. Entre un cambio de paradigma y otro, tenemos un montón de tiempo para hacer predicciones sensatas. Prospectivas, prefieren decir los expertos.

También te esperan en el artículo algunas preguntas muy interesantes, como: "¿Quién va a tomar decisiones que vayan a tener efecto dentro de 50 años?", Quien pregunta es Miquel Barceló García, catedrático jubilado (no sabes el bien que está haciendo esta gente redundante para el sistema) de la Politécnica de Cataluña. ¿Nos centramos obsesivamente en las distopías, como denuncia? ¿Se nos escapan por ello unos futuros más inteligentes y humanísticos? Lee Materia.

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